¿O como dirás a tu hermano: «Déjame sacar la paja de tu ojón, cuando tienes la viga en el tuyo? (Mateo 7:4)
Una mujer conversaba con su amiga acerca de lo descuidada y sucia, que era su nueva vecina. Mirando por la ventana señaló la ropa que, mecida por el viento, recibía los potentes rayos del sol. «¡Mira! -dijo en tono burlón- qué sucia está su ropa! Ya te decía yo que es una mujer muy descuidada». Su amiga, que sentía que debía ayudarla a no ser tan criticona, se acercó a la ventana y se volvió para decir: «No es la ropa de la vecina la que está sucia, sino tus ventanas».
La crítica no siempre tiene que ser despiadada. A veces se presenta envuelta en el manto de una causa justa. ¿Recuerdas a Marta cuando criticó a su hermana porque estaba haciendo algo que ella creía imprudente e injusto? Jesús, aunque entendía la preocupación de Marta, no la justificó, más bien la colocó en el mismo bando en que ella ponía a su hermana diciéndole que María (la acusada) había hecho una buena elección. Los acusadores que arrastraron a la mujer pecadora hasta los pies de Jesús querían esconder sus críticas bajo el manto de un celo santo por la ley de Moisés. Sin embargo, Jesús sabía que sus vidas estaban muy lejos de concederles ninguna autoridad moral. Por eso escribió en el suelo lo que aquellos hombres creían que estaba oculto. Al verse en el banquillo de los acusados, los acusadores se esfumaron como el humo ante la brisa.
A lo largo de tu vida conocerás personas que padecen este mal. Incluso tendrás que estar muy atenta, porque esa actitud es como los virus, que se desarrollan en el ambiente donde se respira. Su aguijón puede trasmitirte el veneno mortal de un espíritu censurador, acusador y desprovisto de misericordia y perdón. Por otra parte, debes saber que sus dardos intentarán destruirte también a ti.
Es sumamente difícil saber encajar críticas injustas, difamaciones infundadas y censuras crueles y ser capaces de devolver amor en lugar de odio. Escucha el consejo divino: Deja que el Espíritu Santo quite tu suciedad y después podrás tener suficiente amor para ayudar a otros.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Una mujer conversaba con su amiga acerca de lo descuidada y sucia, que era su nueva vecina. Mirando por la ventana señaló la ropa que, mecida por el viento, recibía los potentes rayos del sol. «¡Mira! -dijo en tono burlón- qué sucia está su ropa! Ya te decía yo que es una mujer muy descuidada». Su amiga, que sentía que debía ayudarla a no ser tan criticona, se acercó a la ventana y se volvió para decir: «No es la ropa de la vecina la que está sucia, sino tus ventanas».
La crítica no siempre tiene que ser despiadada. A veces se presenta envuelta en el manto de una causa justa. ¿Recuerdas a Marta cuando criticó a su hermana porque estaba haciendo algo que ella creía imprudente e injusto? Jesús, aunque entendía la preocupación de Marta, no la justificó, más bien la colocó en el mismo bando en que ella ponía a su hermana diciéndole que María (la acusada) había hecho una buena elección. Los acusadores que arrastraron a la mujer pecadora hasta los pies de Jesús querían esconder sus críticas bajo el manto de un celo santo por la ley de Moisés. Sin embargo, Jesús sabía que sus vidas estaban muy lejos de concederles ninguna autoridad moral. Por eso escribió en el suelo lo que aquellos hombres creían que estaba oculto. Al verse en el banquillo de los acusados, los acusadores se esfumaron como el humo ante la brisa.
A lo largo de tu vida conocerás personas que padecen este mal. Incluso tendrás que estar muy atenta, porque esa actitud es como los virus, que se desarrollan en el ambiente donde se respira. Su aguijón puede trasmitirte el veneno mortal de un espíritu censurador, acusador y desprovisto de misericordia y perdón. Por otra parte, debes saber que sus dardos intentarán destruirte también a ti.
Es sumamente difícil saber encajar críticas injustas, difamaciones infundadas y censuras crueles y ser capaces de devolver amor en lugar de odio. Escucha el consejo divino: Deja que el Espíritu Santo quite tu suciedad y después podrás tener suficiente amor para ayudar a otros.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera