Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas (Eclesiastés 9:10).
En 1943, cuando comencé a ir a la escuela, se utilizaban la pizarra y el pizarrín en Sudáfrica. Las pizarras eran rectangulares y tenían un marco de madera. Al año siguiente se utilizaban los lápices de mina de grafito.
Con el paso del tiempo, los alumnos se sentaban en bancos de madera, y en la parte de arriba de cada pupitre, del lado derecho, había un agujero circular para el tintero. Para escribir, utilizábamos una pluma anexada a un pedazo de madera circular, que sumergíamos en la tinta negra. Esto era siempre muy desastroso, continuamente necesitábamos papel secante para secar las manchas. Más adelante, se nos permitió usar plumas estilográficas con tinta azul. Esto era mucho mejor, y quedaba más prolijo. Luego apareció el invento de los bolígrafos, cuya tinta no se podía borrar.
Los tiempos han cambiado y la tecnología ha avanzado desde entonces. Cuando recuerdo aquellos años, me doy cuenta de que todavía me gusta usar lápiz y goma, porque cuando cometo un error tengo la posibilidad de borrarlo prolijamente.
Hay varias lecciones que podemos aprender de los lápices de grafito que se aplican a nuestra vida espiritual. Soy inútil, a no ser que Alguien me levante y me sostenga. El Maestro Artesano quiere que sea la mejor llevando el mensaje de amor y esperanza al mundo. Pero esto ocurre únicamente si me dejo sostener en sus manos. Cuando cometo errores, pueden ser borrados por Alguien que está muy cercano. Y no funciono eficientemente a menos que tenga el grafito del Espíritu Santo dentro de mi estructura. No importa el tamaño, la edad o el color exterior; lo más importante está en el interior.
El proceso de afilado es muy doloroso, pero debe realizarse con la fina-lidad de que pueda escribir un mensaje claro y efectivo. Todas enfrentamos desafíos en la vida, pero esas experiencias nos hacen personas más fuertes en Cristo Jesús. No importan las circunstancias, siempre debo dejar mi marca -una buena impresión- en los que me rodean; no importa cuan difícil sea la situación.
Todas somos como lápices, traídas a la existencia por el Creador para un propósito único y especial. Avancemos con un propósito significativo para hacer grandes cosas por Dios.
En 1943, cuando comencé a ir a la escuela, se utilizaban la pizarra y el pizarrín en Sudáfrica. Las pizarras eran rectangulares y tenían un marco de madera. Al año siguiente se utilizaban los lápices de mina de grafito.
Con el paso del tiempo, los alumnos se sentaban en bancos de madera, y en la parte de arriba de cada pupitre, del lado derecho, había un agujero circular para el tintero. Para escribir, utilizábamos una pluma anexada a un pedazo de madera circular, que sumergíamos en la tinta negra. Esto era siempre muy desastroso, continuamente necesitábamos papel secante para secar las manchas. Más adelante, se nos permitió usar plumas estilográficas con tinta azul. Esto era mucho mejor, y quedaba más prolijo. Luego apareció el invento de los bolígrafos, cuya tinta no se podía borrar.
Los tiempos han cambiado y la tecnología ha avanzado desde entonces. Cuando recuerdo aquellos años, me doy cuenta de que todavía me gusta usar lápiz y goma, porque cuando cometo un error tengo la posibilidad de borrarlo prolijamente.
Hay varias lecciones que podemos aprender de los lápices de grafito que se aplican a nuestra vida espiritual. Soy inútil, a no ser que Alguien me levante y me sostenga. El Maestro Artesano quiere que sea la mejor llevando el mensaje de amor y esperanza al mundo. Pero esto ocurre únicamente si me dejo sostener en sus manos. Cuando cometo errores, pueden ser borrados por Alguien que está muy cercano. Y no funciono eficientemente a menos que tenga el grafito del Espíritu Santo dentro de mi estructura. No importa el tamaño, la edad o el color exterior; lo más importante está en el interior.
El proceso de afilado es muy doloroso, pero debe realizarse con la fina-lidad de que pueda escribir un mensaje claro y efectivo. Todas enfrentamos desafíos en la vida, pero esas experiencias nos hacen personas más fuertes en Cristo Jesús. No importan las circunstancias, siempre debo dejar mi marca -una buena impresión- en los que me rodean; no importa cuan difícil sea la situación.
Todas somos como lápices, traídas a la existencia por el Creador para un propósito único y especial. Avancemos con un propósito significativo para hacer grandes cosas por Dios.
Priscilla Adonis
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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