Joven fui y he envejecido, y no he visto justo desamparado ni a su descendencia que mendigue pan (Salmo 37:25).
Mami, cuéntame una historia, dicen nuestros pequeños. Todas las mamás hemos pasado por la experiencia de contar historias a nuestros hijos antes de dormir. Esa noche yo le conté al mío la de unos niños que anhelaban comer plátanos. La guerra había traído escasez a cientos de familias que luchaban por sus necesidades básicas de alimento y vestido, y aquellos niños inocentes no podían comprender la tragedia que les estaba tocando vivir. Parecía muy infantil que en aquellas circunstancias hubieran pedido a Dios algo tan sencillo como comer plátanos, pero a veces Dios nos enseña que está al tanto de todas nuestras necesidades, por muy infantiles que parezcan.
«Señor, tenemos muchos deseos de comer plátanos, envía uno para mi hermano y otro para mí», fue su oración. Los papas escucharon aquellas palabras con angustia, y no pasó mucho tiempo antes de que llegara la respuesta. Una mañana recibieron en su hogar una caja que contenía un enorme plátano. Los ojos de aquellos niños brillaban de alegría, mientras los papas se reprochaban su falta de fe. Pero algo andaba mal. Dios no había enviado el pedido completo. Quizás no había escuchado toda la petición. Ellos querían dos platanitos, y solo había llegado uno.
Los papas trataron de explicarles todas las posibles razones por las que Dios solo había enviado uno. Los niños intentaron aceptar las explicaciones y se dispusieron a pelar el fruto, pero Dios les tenía otra sorpresa: había dos plátanos dentro de la misma cascara. Su pedido había sido escuchado minuciosamente y había sido contestado con la misma minuciosidad. Los niños se rieron por la ocurrencia de Dios y, mirando a sus padres, dijeron: «¿Ven?, Dios nunca se equivoca en sus envíos».
Aquella historia fue más que un relato para dormir a mi hijo, se convirtió para mí en una lección. Cuando tienes necesidad, ¿recuerdas las promesas divinas o te angustias por no encontrar salida? Dios realmente está ansioso de que acudamos a él en todo momento. No menospreciemos la ayuda divina por pequeña que pueda ser nuestra necesidad.
Prueba a Dios y verás que tiene grandes sorpresas para tu vida.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Mami, cuéntame una historia, dicen nuestros pequeños. Todas las mamás hemos pasado por la experiencia de contar historias a nuestros hijos antes de dormir. Esa noche yo le conté al mío la de unos niños que anhelaban comer plátanos. La guerra había traído escasez a cientos de familias que luchaban por sus necesidades básicas de alimento y vestido, y aquellos niños inocentes no podían comprender la tragedia que les estaba tocando vivir. Parecía muy infantil que en aquellas circunstancias hubieran pedido a Dios algo tan sencillo como comer plátanos, pero a veces Dios nos enseña que está al tanto de todas nuestras necesidades, por muy infantiles que parezcan.
«Señor, tenemos muchos deseos de comer plátanos, envía uno para mi hermano y otro para mí», fue su oración. Los papas escucharon aquellas palabras con angustia, y no pasó mucho tiempo antes de que llegara la respuesta. Una mañana recibieron en su hogar una caja que contenía un enorme plátano. Los ojos de aquellos niños brillaban de alegría, mientras los papas se reprochaban su falta de fe. Pero algo andaba mal. Dios no había enviado el pedido completo. Quizás no había escuchado toda la petición. Ellos querían dos platanitos, y solo había llegado uno.
Los papas trataron de explicarles todas las posibles razones por las que Dios solo había enviado uno. Los niños intentaron aceptar las explicaciones y se dispusieron a pelar el fruto, pero Dios les tenía otra sorpresa: había dos plátanos dentro de la misma cascara. Su pedido había sido escuchado minuciosamente y había sido contestado con la misma minuciosidad. Los niños se rieron por la ocurrencia de Dios y, mirando a sus padres, dijeron: «¿Ven?, Dios nunca se equivoca en sus envíos».
Aquella historia fue más que un relato para dormir a mi hijo, se convirtió para mí en una lección. Cuando tienes necesidad, ¿recuerdas las promesas divinas o te angustias por no encontrar salida? Dios realmente está ansioso de que acudamos a él en todo momento. No menospreciemos la ayuda divina por pequeña que pueda ser nuestra necesidad.
Prueba a Dios y verás que tiene grandes sorpresas para tu vida.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera