Esto os servirá de señal: hallaras al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. (Lucas 2:12).
El pequeño de ojos azules y carita rosada captaba al vuelo las palabras de los misioneros. En el orfanato donde vivía, nunca nadie les había contado una historia tan maravillosa. Aquellas personas mostraron a los niños un cajón rústico en el que acostaron a un bebé a quien llamaron Jesús. Sí, era el mismo Jesús del que habían hablado anteriormente, el Dios rico, sabio y todopoderoso que había dejado cuanto tenia para venir a vivir a un lugar muy pobre, más pobre aunque el lugar donde ellos vivían. «¡Cambió su cama real por una caja cubierta de paja!», repetía el pequeño una y otra vez mientras sus ojitos se abrían cada vez más. Aquel mensaje había dejado en su corazoncito una profunda huella de amor.
Los niños recibieron unos trozos de cartón para que hicieran con sus propias manos una réplica de la cuna de Jesús y colocaran en ella al niño envuelto en pañales. Rápidamente nuestro pequeño amigo tomó los materiales y se dispuso a trabajar. Cuando los misioneros vieron su trabajo ya terminado se sorprendieron al observar que había dos bebés en lugar de uno. «¿Qué significa esto?», le preguntaron. «Cuando el ángel anunció el nacimiento de Jesús, yo me uní a los pastores que fueron a verlo. Ellos le regalaron algunas ovejitas y también vi cómo los hombres del oriente le ofrecieron sus valiosos tesoros. Pero yo, yo no tenía nada que darle, así que me puse muy triste. Por fin se me ocurrió una idea y le dije a Jesús: "Si me acuesto a tu lado y te doy calor, ¿sería un buen regalo para ti?" Entonces Jesús me miró y me dijo: "Sería el mejor regalo de todos". Y por eso me puse a su lado».
Cristo no necesita oro ni plata. Y aunque su obra en la tierra se lleva a cabo por medio de recursos humanos, lo que más desea de ti y de mí es nuestro calor. Esta Navidad te invito a que le regales tu corazón al Dios que te regaló su vida.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
El pequeño de ojos azules y carita rosada captaba al vuelo las palabras de los misioneros. En el orfanato donde vivía, nunca nadie les había contado una historia tan maravillosa. Aquellas personas mostraron a los niños un cajón rústico en el que acostaron a un bebé a quien llamaron Jesús. Sí, era el mismo Jesús del que habían hablado anteriormente, el Dios rico, sabio y todopoderoso que había dejado cuanto tenia para venir a vivir a un lugar muy pobre, más pobre aunque el lugar donde ellos vivían. «¡Cambió su cama real por una caja cubierta de paja!», repetía el pequeño una y otra vez mientras sus ojitos se abrían cada vez más. Aquel mensaje había dejado en su corazoncito una profunda huella de amor.
Los niños recibieron unos trozos de cartón para que hicieran con sus propias manos una réplica de la cuna de Jesús y colocaran en ella al niño envuelto en pañales. Rápidamente nuestro pequeño amigo tomó los materiales y se dispuso a trabajar. Cuando los misioneros vieron su trabajo ya terminado se sorprendieron al observar que había dos bebés en lugar de uno. «¿Qué significa esto?», le preguntaron. «Cuando el ángel anunció el nacimiento de Jesús, yo me uní a los pastores que fueron a verlo. Ellos le regalaron algunas ovejitas y también vi cómo los hombres del oriente le ofrecieron sus valiosos tesoros. Pero yo, yo no tenía nada que darle, así que me puse muy triste. Por fin se me ocurrió una idea y le dije a Jesús: "Si me acuesto a tu lado y te doy calor, ¿sería un buen regalo para ti?" Entonces Jesús me miró y me dijo: "Sería el mejor regalo de todos". Y por eso me puse a su lado».
Cristo no necesita oro ni plata. Y aunque su obra en la tierra se lleva a cabo por medio de recursos humanos, lo que más desea de ti y de mí es nuestro calor. Esta Navidad te invito a que le regales tu corazón al Dios que te regaló su vida.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera