martes, 10 de julio de 2012

LIMPIO COMO UN PINCEL


«Así como al talar la encina y el roble queda parte del tronco, esa parte es la simiente santa» (Isaías 6:13, NVI).
Hoy nos vamos de expedición por el bosque. ¿Puedes oler eso? Es un olor fuerte. Mira a la derecha, creo que el olor proviene de ese árbol. Observa esa sustancia amarillenta y espesa que sale de él. ¿Sabes qué árbol es ese? Es un terebinto, y seguramente este es el árbol a que se refiere e versículo de hoy como encina. Del terebinto la gente de los tiempos bíblicos obtenía la trementina. ¿Qué es la trementina? Me alegra que me lo hayas preguntado.
A mí me encanta pintar cuadros con pintura al óleo. Estas pinturas son muy aceitosas y tardan mucho en secar Cuando necesitas lavar los pinceles, no puedes usar agua, porque el agua y el aceite no se mezclan. Tienes que usar trementina. La trementina huele muy fuerte, pero es una de las pocas cosas que puede sacar el óleo de un pincel.
A veces tus padres tienen que ser contigo tan fuertes como la trementina. Cuando haces algo malo, tienen que disciplinarte de maneras que te pueden resultar duras. Recuerda esto: así como la trementina puede sacar el aceite de un pincel, ellos quieren guiarte de la mejor manera y sacar de tu vida todas esas cosas que pueden hacerte daño.
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

ALABANDO TODO EL DÍA



¡Mi lengua hablará de tu justicia y de tu alabanza todo el día! (Salmo 35:28).
Existen un texto bíblico que afirma: «Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mat. 6:21). Una posible forma de parafrasear este texto sería: «Nos gozamos hablando de los temas y de las cosas que nos agradan».
Cuando una joven está enamorada, lo único que desea es hablar de su enamorado: cuándo lo vio por última vez, cuánto lo extraña, lo mucho que lo ama. Al aceptar a Cristo solíamos hablar de él todo el día: al subirnos a un autobús, al ir de compras, al acudir a nuestros trabajos. Nos deleitaban su poder, su gracia, su misericordia y sus promesas. Con el tiempo, en vez de desarrollar ese hermoso hábito, quizá lo fuimos abandonando. Apenas recordamos hablar con Jesús antes de ir a dormir, o al realizar nuestro culto familiar.
Hablar de la justicia de Cristo y alabar a nuestro Dios a diario es de vital importancia para el crecimiento espiritual. Tal vez no necesariamente tengamos que utilizar la palabra hablada para cumplir con dicho objetivo, ya que podemos hacerlo mediante nuestros pensamientos, obras y testimonios. «Nuestra confesión de su fidelidad es el factor escogido por el Cielo para revelar a Cristo al mundo. Debemos reconocer su gracia como fue dada a conoce por los santos de antaño; pero lo que será más eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia. Somos testigos de Dios mientras revelamos en nosotros mismos la obra de un poder divino. Cada persona tiene una vida distinta de todas las demás y una experiencia que difiere esencialmente de la suya. Dios desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nuestra propia individualidad» (El ministerio de curación, p. 67).
Al dedicar tiempo para comunicarnos con Dios y para alabarlo, nuestra mente se refresca y se refuerza nuestra memoria espiritual. A medida que atesoremos en nuestras mentes y corazones la Palabra de verdad, la fe se fortalecerá y se avivará la esperanza.
Señor, permite que nuestro corazón se apasione cada día más por la verdad. Que nuestra boca pueda abrirse para alabarte y que se avive en nosotros la esperanza de la redención y la justicia que proviene de lo alto.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lida de Pastor

LA MEJOR DEFENSA ANTE LA CRÍTICA



Los que confían en el Señor son inconmovibles; igual que el monte Sión, permanecen para siempre. Salmo 125: 1
¿Listo para una nueva adivinanza? Esta es más fácil que la de ayer: ¿Cuál es la única parte del cuerpo que no se cansa nunca, no importa cuánto se ejercite? La respuesta es, por supuesto, ¡la lengua!
Si leíste el relato de ayer recordarás que hablamos de la forma dura en la que María y Aarón criticaron a Moisés, su hermano. Se molestaron porque Moisés no los tomó en cuenta en algunas decisiones y, sin medir sus palabras, arremetieron contra él (ver Núm. 12). Los ataques personales siempre hacen daño, pero nunca duelen tanto como cuando provienen de un ser querido. ¿Te ha pasado a ti? Un amigo, una amiga, hace o dice cosas contra ti que jamás podrías haber imaginado. Una calumnia, una falsa acusación... y el resultado obvio es dolor de corazón ¿Qué es aconsejable que hagas en esos casos?
¿Qué hizo Moisés? Sorprendentemente, nada. Pero, ¿adivina quién sí hizo algo? Dios «se enojó mucho» con María y Aarón (Núm. 12:9). Rápidamente los reunió y los puso en su sitio:
«Escuchen esto que les voy a decir: Cuando hay entre ustedes un profeta de mi parte, yo me comunico con él en visiones y le hablo en sueños; pero con mi siervo Moisés [...] hablo cara a cara y en un lenguaje claro. Y si él me ve cara a cara, ¿cómo se atreven ustedes a hablar mal de él?» (Núm. 12:6-8).
¡Tremendo regaño! Sin embargo, el asunto no quedó ahí. Cuando Dios se alejó, María (quien había llevado la voz cantante en la rebelión), quedó leprosa.
¿Y adivina quién oró por ella para que Dios la sanara? ¡Moisés! Y Dios la perdonó, pero primero tuvo que pasar siete días fuera del campamento (vers. 13-15). Como bien sabes, el pecado siempre deja consecuencias.
En todo este asunto hay una preciosa lección. Cuando seas objeto de críticas injustas o de calumnias, no te rebajes al nivel del que te ataca. Al igual que Moisés, limítate a dejar el asunto en manos de Dios, tu Padre celestial. Fiel a su promesa, él «vendrá en tu ayuda». Y tarde o temprano, «hará brillar tu rectitud y tu justicia como brilla el sol de mediodía» (Sal. 37:6).
Padre celestial, sé tú mi defensor cuando injustamente sea criticado o calumniado.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

PRECISA TIEMPO


«Porque de por sí lleva fruto la tierra: primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga» (Marcos 4:28).
Mi esposa y yo vivimos en el centro de Florida, donde es fácil tener un jardín. Aunque yo plante flores, no soy yo quien las hace crecer, sino Dios. Sin embargo, el modo en que me ocupo de ellas es un factor determinante en su crecimiento y su supervivencia.
Algunos dicen que cuando entregamos el corazón a Jesús ya no tenemos que preocuparnos por nada más. Sin embargo, eso sería como decir que si queremos que las petunias crezcan, basta con que las clavemos en el suelo y no hagamos nada más. Eso no es así... Mientras el Espíritu Santo obra en nuestra vida nosotros tenemos que cooperar con él. No obstante, hay quienes quieren ir más deprisa que el Espíritu Santo.
En cierta ocasión, un hombre que se había convertido al cristianismo hacía apenas seis meses me llamó por teléfono. Estaba lleno de celo. Por fortuna, en aquella experiencia de nuevo nacimiento, gozaba del apoyo de su familia. Había oído decir que es mejor vivir en el campo, por lo que su pregunta era si era conveniente que renunciara a su trabajo para abandonar la ciudad. Estaba completamente inmerso en su nueva fe y ansiaba vivirla hasta sus últimas consecuencias.
Quizá usted no esté de acuerdo con mi consejo, pero le sugerí que levantara el pie del acelerador y permitiera que su nueva vida en Cristo alcanzara su corazón y sus pensamientos. No debemos olvidar que es preciso alimentar la nueva vida en Cristo. Para que crezca sana, una planta debe disponer de unas buenas raíces. No es extraño que los nuevos cristianos no hayan desarrollado todavía unas raíces espirituales sanas porque para ello se precisa tiempo.
Un bebé nace en un día, pero necesita muchos más para madurar. La Palabra de Dios nos dice que debemos crecer en la gracia (2 Ped. 3:18). En la parte de atrás de mi casa cultivo un pequeño huerto. Planté espinacas. La semilla es muy pequeña y cuando las plantas brotan del suelo son como cabellos. Tengo que asegurarme de que disponen de agua y abono suficientes. Al cabo de seis semanas, si me ocupo de ellas, ya estarán maduras. Del mismo modo, si cooperamos con el Espíritu Santo, nuestra vida espiritual crecerá y se desarrollará. Basado en Marcos 4:28,29

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill