Lugar: Estados Unidos
Palabra de Dios: Proverbios 25:16
Si has viajado por una carretera del sudeste de los Estados Unidos, probablemente hayas visto kilómetros y kilómetros de kudzu, una enredadera que alguien trajo de Asia a los Estados Unidos casi cien años atrás. Es fácil ver esta enredadera, porque crece sobre los árboles, postes de teléfono y sobre todo lo que encuentre en su camino, las grandes hojas se esparcen a lo largo de kilómetros y kilómetros de enredadera que parecen no tener fin.
Originalmente, la trajeron a los Estados Unidos por varias buenas razones. A quienes la trajeron, les gustaba su apariencia y querían usarla con un propósito ornamental. Sus grandes hojas proporcionaban buena sombra, y la planta también era útil como forraje para alimentar a los animales de granja. También, ayudaba a prevenir la erosión de la tierra, y se podía moler y usar sus raíces en alimentos y medicamentos.
Pero, el kudzu se convirtió en una pesadilla, cuando se extendió sin control. La planta puede crecer muy rápido, hasta treinta centímetros por día. Puede apoderarse de edificios y tierra, ahogar los árboles al evitar que reciban luz solar, y puede levantar postes de teléfono. No sorprende, entonces, que se haya ganado el apodo de "la enredadera de una milla por minuto"; y hasta el de "la enredadera que se comió el sur". El gobierno de los Estados Unidos dejó de defender el uso del kudzu en 1953. Para 1972, las autoridades la habían declarado una maleza, o mala hierba.
Esto es lo que puede ocurrir en tu vida cuando no eres cuidadoso, las decisiones que tomas afectan aquello que controla tu vida. La televisión, los deportes, Internet; cualquiera de estas cosas puede apoderarse del control sobre ti. Hasta las cosas buenas en exceso pueden ser perjudiciales.
Un proverbio dice: "Si encuentras miel, no te empalagues; la mucha miel provoca náuseas". Ese es un buen consejo: mantén las cosas equilibradas. Y no permitas que nada le quite el primer lugar a Dios.
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson