¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva apremio? Corred de tal manera que lo obtengáis. (1 Corintios 9:24)
La atleta neerlandesa Fanny Blankers-Koen nació el 26 de abril de 1918 en Baarn, Países Bajos. Fue una de las primeras grandes deportistas de la historia, a quien le pusieron de sobrenombre «la holandesa voladora». Su momento de mayor gloria llegó en los Juegos Olímpicos de Londres de 1948, donde ganó cuatro medallas de oro: 80 metros vallas, 100 metros lisos, 200 metros lisos y relevos 4x100 metros. También tuvo muy buenas actuaciones en varios Campeonatos de Europa: en el de 1938 logró la medalla de bronce en 100 y 200 metros; en el de 1946 se proclamó campeona de 80 metros vallas y de relevos 4x100 metros; y en el de 1950 fue plata en relevos 4x100 metros. La vida de esta mujer adornada de medallas y trofeos, trasciende las páginas de la historia dejando una muestra de lo que se puede obtener mediante un esfuerzo decidido.
Florence Griffith-Joyner fue otra gran atleta. Nació el 21 de diciembre de 1959 en Los Angeles, California. Tras haber obtenido la medalla de plata en 200 metros durante los Juegos Olímpicos de Los Angeles de 1984, ganó tres de oro y una de plata en los de Seúl de 1988. También logró dos medallas en los Mundiales de Roma de 1987.
El apóstol Pablo, que conocía bien el espectáculo del atletismo, presenta la imagen de la «pista» por la cual corremos en la vida para exhortarnos a correr la carrera de tal forma que obtengamos el premio. ¿Qué premio? Las dos atletas antes mencionadas alcanzaron la gloria en esta tierra, pero murieron, la primera el 25 de enero de 2004 y la segunda el 21 de septiembre de 1998. Aunque la historia las haya inmortalizado, sus vidas ya no existen. Obtuvieron sus trofeos, pero no siguen disfrutando de ellos. A diferencia de ellas, tú y yo tenemos la oportunidad de correr y ganar la corona de la vida. ¿Estás haciendo los preparativos necesarios para obtener esa victoria?
La carrera de la vida ofrece dos trofeos: uno temporal y otro eterno. Elige.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
La atleta neerlandesa Fanny Blankers-Koen nació el 26 de abril de 1918 en Baarn, Países Bajos. Fue una de las primeras grandes deportistas de la historia, a quien le pusieron de sobrenombre «la holandesa voladora». Su momento de mayor gloria llegó en los Juegos Olímpicos de Londres de 1948, donde ganó cuatro medallas de oro: 80 metros vallas, 100 metros lisos, 200 metros lisos y relevos 4x100 metros. También tuvo muy buenas actuaciones en varios Campeonatos de Europa: en el de 1938 logró la medalla de bronce en 100 y 200 metros; en el de 1946 se proclamó campeona de 80 metros vallas y de relevos 4x100 metros; y en el de 1950 fue plata en relevos 4x100 metros. La vida de esta mujer adornada de medallas y trofeos, trasciende las páginas de la historia dejando una muestra de lo que se puede obtener mediante un esfuerzo decidido.
Florence Griffith-Joyner fue otra gran atleta. Nació el 21 de diciembre de 1959 en Los Angeles, California. Tras haber obtenido la medalla de plata en 200 metros durante los Juegos Olímpicos de Los Angeles de 1984, ganó tres de oro y una de plata en los de Seúl de 1988. También logró dos medallas en los Mundiales de Roma de 1987.
El apóstol Pablo, que conocía bien el espectáculo del atletismo, presenta la imagen de la «pista» por la cual corremos en la vida para exhortarnos a correr la carrera de tal forma que obtengamos el premio. ¿Qué premio? Las dos atletas antes mencionadas alcanzaron la gloria en esta tierra, pero murieron, la primera el 25 de enero de 2004 y la segunda el 21 de septiembre de 1998. Aunque la historia las haya inmortalizado, sus vidas ya no existen. Obtuvieron sus trofeos, pero no siguen disfrutando de ellos. A diferencia de ellas, tú y yo tenemos la oportunidad de correr y ganar la corona de la vida. ¿Estás haciendo los preparativos necesarios para obtener esa victoria?
La carrera de la vida ofrece dos trofeos: uno temporal y otro eterno. Elige.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera