domingo, 6 de enero de 2013

SOLO UNO MÁS


Lugar: Tennessee, EE. UU.
Palabra de Dios: Juan 1:12

-¿Otro niño? -exclamó el señor Gorsuch, mirando fijo a su esposa-. Sé que te encantan los niños, pero ya tenemos tres nuestros. ¿No son suficientes? 
-Solo uno o dos más, ¡por favor! -insistió su esposa-. Hay tantos niños que necesitan de un hogar.
Finalmente accedió. Y unas pocas semanas más tarde, el señor y la señora Gorsuch se convirtieron en padres sustitutos de dos niños pequeños. Pronto, estos se convirtieron en parte de la familia; y los Gorsuch agregaron sus fotos a los retratos exhibidos en la pared de sus propios hijos.
-¿Qué te parece uno más? -preguntó la señora Gorsuch un día.
Y así fue que otro niño vino a vivir con ellos, y los padres colocaron otra foto en la pared. Algunos meses más tarde, otro niño se les unió. A medida que los años pasaban, los Gorsuch abrieron su hogar a más y más niños. Pertenecían a diferentes nacionalidades, y tenía diferente color de piel. Algunos niños se quedaron poco tiempo, mientras que otros permanecieron por más tiempo. Pero, siempre el matrimonio Gorsuch cuidó bien a los niños y les dio el amor y la atención que necesitaban. Durante 45 años, los Gorsuch sirvieron de padres sustitutos a muchos, muchos niños. A cada niño, le sacaban una foto y la enmarcaban. Hoy las paredes y las mesas de la casa de los Gorsuch están llenas de fotos de sus niños. No solo uno o dos, sino ¡233!
¿Puedes imaginarte tener 233 hijos? Son muchos nombres que recordar, y muchos niños que amar. Pero ¿sabes algo? Dios quiere una familia más grande todavía. Él anhela tener más de 233 hijos para amar y cuidar. Sí, siempre hay lugar para uno más. Escucha lo que dice la Biblia: "A cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios". Tú puedes formar parte de la familia de Dios. Él quiere ser tu Padre celestial.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

CRISTIANISMO LIGHT


Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos. 1 Pedro 2:21

La palabra «light» ha ido entrando en nuestro vocabulario cotidiano sin que nos diéramos cuenta. Las amas de casa nos dejamos guiar por este término cada vez que escogemos alimentos en el supermercado, pues nos han hecho creer que los alimentos light son más fáciles de digerir.
Muchas de nosotras, sin embargo, hemos dejado que este concepto saliera de la cocina para aplicarlo también a nuestra relación con Dios. Cada vez es más común el cristianismo light, es decir, una relación con Dios ligera e impersonal, en la que basta con creer que Dios existe y rendirle honor y adoración en ocasiones especiales. ¡Qué fácil de digerir! He oído a muchas personas decir «creo en Dios y no hago mal a nadie», con la convicción de que eso es suficiente para contar con la gracia, y el favor de Dios. Sin embargo, el Señor anhela que tengamos una relación íntima con él, profunda y planificada, no superficial ni casual.
Muchos desean tener una relación con Dios sin entrega, sin compromiso, sin sacrificio; una religión que les haga sentirse bien consigo mismos y les permita seguir complaciendo sus deseos personales. La Palabra de Dios declara: «Llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novelerías que quieren oír» (2 Tim. 4:3). Ese tiempo ha llegado y es ahora, cuando hombres y mujeres tratan de acomodar a Dios a su manera de vivir. Quieren que el Señor los acepte sin renunciar a sus deseos egoístas; quieren disfrutar de sus favores y cuidados y al mismo tiempo vivir descuidadamente.
Amiga, lleva a tu mesa todo lo light que encuentres en el supermercado, pero aléjate lo más que puedas de una relación light con Dios. La Palabra de Dios dice al respecto: «Hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios» (Rom. 12:1).
Tú, mujer, madre, esposa, has sido llamada a vivir con abnegación y sacrificio, dependiendo de Dios a cada paso, pues de ello depende no solamente tu salvación, sino la de tu hogar, tu matrimonio y tus hijos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

LA BRUJA DE WALL - 1


No te afanes acumulando riquezas; no te obsesiones con ellas (Proverbios 23:4).

Dios ha pronunciado serias advertencias contra la avaricia. Dice que es «idolatría» (Col. 3:5), que ni siquiera debemos mencionar la palabra (Efe. 5:3) y que quienes aman la verdad la aborrecen (Éxo. 18:21).
Durante muchos años, «la bruja», vestida de harapos, con el cabello desgreñado y masticando una cebolla cruda, iba cada día al Chemical and National Bank para contar sus dividendos. Se encerraba en la cámara acorazada hasta que terminaba de contar sus activos, aunque para eso obligara a los empleados del banco a quedarse después de la hora de cerrar.
Pero nadie se atrevía a quejarse. La excéntrica cliente era nada menos que Hetty Creen, la legendaria «bruja de Wall Street», considerada la mujer más rica, tacaña y avariciosa de los Estados Unidos. La codicia parecía correr por las venas de la señora Creen. En su hogar, de lo único que se hablaba era de dinero. Su padre, Edward Robinson, fue tan tacaño, que una vez rehusó aceptar un cigarrillo muy fino que le ofrecieron, temeroso de que le gustara y así perdiera su gusto por los de marca muy barata que fumaba.
Los padres y los abuelos de «la bruja» habían sido riquísimos. Pero, a pesar de su enorme riqueza, preparaban comidas frugales en una vieja cocina de leña. Asimismo, usaban los fósforos más de una vez y normalmente compraban ropa de segunda mano.
«La bruja» heredó esas dos inmensas fortunas. Desde los seis años de edad ya leía y analizaba los periódicos especializados en finanzas. Además, dominaba el arte de negociar y administrar acciones y bonos financieros. Era tan tacaña que encendió las velitas de su vigésimo primer cumpleaños solamente por un instante para así poder devolverlas al almacén donde las había comprado. Para economizar, escribía cheques en hojas de papel usado, se acostaba antes de la puesta del sol para no gastar las velas con que alumbraba su casa y, para que no se desluciera, solo lavaba las partes de su ropa que se manchaban. El anecdotario popular dice que una vez pasó toda la noche buscando un sello de correos de dos centavos que se le había extraviado. Lo único que le gustaba hacer era contar su dinero y hallar nuevas formas de ganar más.
Afanarte por la riqueza te conduce a una vida vacía; siempre quieres más pero nunca te sacias. Solamente Dios puede convertir nuestro corazón egoísta en un corazón generoso. Usa las bendiciones materiales que Dios te ha dado en favor de otros.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LECCIONES DE ELÍAS SOBRE LA ORACIÓN


Elías era hombre sujeto apasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto. Santiago 5:17,18.

Se nos presentan lecciones importantes en la experiencia de Elías. Cuando sobre el monte Carmelo ofreció la oración pidiendo lluvia, su fe fue probada, pero perseveró en presentar su pedido a Dios. Seis veces oró fervientemente, y aun así no hubo señal de que su pedido había sido contestado, pero con una fe vigorosa presentó su petición ante el trono de gracia. Si, desalentado, hubiera abandonado a la sexta vez, su oración no habría sido contestada, pero perseveró hasta que llegó la respuesta. Tenemos un Dios cuyo oído no está cerrado a nuestras peticiones, y si ponemos a prueba su palabra, él honrará nuestra fe. Quiere que todos nuestros intereses estén entrelazados con los suyos, y entonces podrá bendecirnos sin peligro, porque ya no nos atribuiremos la gloria cuando llegue la bendición; sino que daremos a Dios toda la alabanza.
Dios no siempre contesta nuestras oraciones la primera vez que le rogamos, porque si lo hiciera, pensaríamos que tenemos derecho a todas las bendiciones y favores que nos concede. En vez de escudriñar nuestros corazones para ver si acariciamos algún mal o nos complacemos en algún pecado, nos volveríamos descuidados y dejaríamos de comprender nuestra dependencia de él, y nuestra necesidad de su ayuda.
Elías se humilló hasta que estuvo en condiciones de no atribuirse a sí mismo la gloria. Esta es la condición por la cual el Señor escucha la oración, porque entonces daremos a él la alabanza...
Hemos de creer la Palabra de Dios, ya sea que exista una manifestación de sentimientos o no. Antes yo le pedía a Dios que me diera una sensación, pero ya no lo hago... Como Elías, vez tras vez yo presento mi petición al trono de gracia; y cuando el Señor ve que yo advierto mi ineficiencia y debilidad, la bendición llega...
He entregado la protección de mi alma a Dios como un fiel Creador, y yo sé que él guardará aquello que le he entregado hasta ese día...
Alabémosle con el corazón, el alma y la voz. Si alguno ha perdido la fe, que busque a Dios hoy. El Señor ha prometido que si lo buscamos con todo el corazón, será encontrado por nosotros.— Review and Herald, 9 de junio de 1891; parcialmente en Conflicto y valor, p. 212.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White