jueves, 13 de diciembre de 2012

ESPIRITUALMENTE SANO


«Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente» (3 Juan 2, NVI).

Al llegar al libro de 3 Juan descubrimos que Juan era una persona muy atenta. Además de hablar a las personas de las cosas de Dios, él oraba para que en todo les fuera bien y que tuvieran buena salud. ¡Qué tipo tan buena gente!
¿Sabes lo que significa gozar de buena salud? No es agradable estar enfermo, ¿verdad? ¿No te sientes mejor cuando estás fuerte y sano? ¿No haces muchas más cosas y piensas mejor cuando tu estómago, tu cabeza y el resto de tu cuerpo se sienten bien?
Pero la buena salud no llega por sí sola. Tienes que comer alimentos saludables, tomar suficiente agua, hacer ejercicio y dormir bien cada noche. Estas son las «leyes de la buena salud». «Así como hay leyes para la buena salud física, también hay leyes para tener una relación sana con Dios. Para estar sanos espiritualmente debemos hablar con él diariamente, leer lo que está escrito en su Palabra, y hablar a los demás de él. Hazlo hoy y te sentirás mucho mejor

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA NIÑA DE SUS OJOS


Que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado. (1 Tesalonicenses 4:6).

Necesitaba tomar un curso para rendir un examen oficial del estado de Texas. Sin embargo, las clases se ofrecían los sábados. Fui con mi esposo a hablar con la persona encargada del curso con el fin de explicarle la razón por la que no podría asistir los sábados. Pensamos que no habría problemas, ya que en Estados Unidos la libertad de conciencia es respetada.
Cuando llegamos, la encargada nos trató muy bien hasta que supo el motivo de nuestra visita. Luego comenzó a decirme que yo jamás sería capaz de pasar ese examen si no asistía a las clases y que había observado a adventistas asistir a clases los sábados. Concluyó diciendo que en vista de todo lo anterior rechazaba mi petición.
Mi esposo y yo nos sentimos muy incómodos, ya que sabíamos que ella estaba infringiendo la ley Decidimos ir a nuestro auto a orar. Al terminar la oración, nos llamó la atención el letrero de una oficina del gobierno encargada de prevenir la discriminación laboral. Cuando entramos una señora nos informó de que la oficina ya estaba cerrada, pero ya que estábamos allí nos atendería. Le contamos lo que nos acababa de pasar. Ella dijo que podría iniciar una demanda judicial contra la encargada del curso. Yo le dije que lo único que deseaba era que me entregaran el material que discutirían los sábados, con el fin de estudiarlo por mi cuenta. Finalmente, la señora decidió enviar una carta a la jefa del departamento que ofrecería el curso los sábados, recordándole las leyes del país y que era mi derecho ser excusada por mis creencias, además de que era su deber entregarme el material para el examen. Gracias a Dios aprobé aquel examen. ¡Dios no nos falla!
¿Te han hecho la vida imposible o tratado descortésmente? El enemigo intentará herirte a través de personas que no temen a Dios, pero esfuérzate, porque para Dios somos la niña de sus ojos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Flor Valoy de Catón

ABRE BIEN LOS OJOS


Anima igualmente a los jóvenes a ser juiciosos en todo.  Tito 2:6,7.

«Casarse con un Judas». Este es el tema de un interesante artículo escrito por Meg Wilson y publicado por Adventist Review (Revista adventista en inglés) en su edición en línea (www.adventistreview.org/article.php?id=2529).
La autora narra allí la pesadilla que vivió Teresa cuando descubrió que el «príncipe azul» de sus sueños se había convertido es su peor pesadilla. «Primero descubrí que me estaba siendo infiel —le contó Teresa a Susana, su mejor amiga—. Luego supe que era un adicto a la pornografía en Internet».
Su adorado príncipe asistía a la iglesia, y en apariencia se veía muy correcto en todas las cosas. Pero en menos de dos años de matrimonio, Teresa descubrió que se había casado con un Judas. «Muchas veces», dice Teresa, «llegaba a casa después de haber estado con la otra mujer, o de haber estado mirando imágenes pornográficas, para darme el beso de Judas».
¿En qué se había equivocado Teresa? «Mis padres me dijeron que nuestra relación estaba avanzando con demasiada rapidez». Ese fue uno de los dos errores: Casarse sin conocer bien a su futuro cónyuge. El otro fue pensar que una persona es cristiana simplemente porque asiste a la iglesia.
La experiencia de Teresa no fue en vano. Al menos sirvió para que Susana, su amiga, aconsejara a otras muchachas. Una de ellas fue Berta, quien parecía muy enamorada de Jorge, a pesar de haberlo conocido durante solo dos meses.
—Berta, ¿qué te hace pensar que Jorge es un cristiano fiel? —le preguntó Susana.
—Bueno, le gusta ir a la iglesia. 
—¿Has encontrado alguna falta en él? 
—Pues, no se me ocurre ninguna. 
—¿Qué sabes de su familia?
— Bueno, apenas los he visto... Pero, ¿por qué tantas preguntas, Susana?
Susana le explicó a Berta, entre otras cosas, que el noviazgo no es fantasía. Que no hay ser humano perfecto en esta vida, razón por la cual debía tomarse tiempo para conocer bien a Jorge y también a su familia. Según el relato, Berta acepto el consejo de Susana.
Estos consejos son válidos para cualquier noviazgo. Que tu novio o novia asista a la iglesia es un buen comienzo, pero no garantiza un final feliz.   Tienes que darte suficiente tiempo para conocer bien a esas personas, y también a su familia.  No sea que termines recibiendo… el beso de Judas.

Padre celestial, escoge tú mí pareja.  Y dame discernimiento para identificarla.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LA OBEDIENCIA NO ES LEGALISMO


«Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando» (Juan 15:14).

Para que una vida sea cristiana tiene que ser de obediencia; no solo en los aspectos en que estamos de acuerdo, sino en todos. Aunque no practico ningún deporte, sé que los jugadores se toman muy en serio lo que les dice el entrenador. Los medallistas olímpicos tienen entrenadores que les dicen qué tienen que hacer. Muchos opinan que en el terreno de la fe y la moral todo vale mientras se haga con sinceridad. Sin embargo, los medallistas olímpicos, además de sinceros, son disciplinados y están comprometidos. Sorprende que, en la vida cristiana, tengamos problemas con una palabra que nos haría vencedores. Ya sea en una campaña militar o en la fase eliminatoria de una competencia deportiva, la palabra ganadora es «obediencia».
Hace algunos años, a mi esposa y a mí nos invitaron a hablar en un centro para militares adventistas ubicado en Frankfurt, Alemania. El fin de semana fue muy agradable y me sorprendió el compromiso de nuestros jóvenes con Dios y con su país.
Un joven soldado me dijo que el ejército no hace excepciones en lo que a la obediencia se refiere. Me comentó que los oficiales disciplinan a cualquier soldado que pise el césped cuando un cartel lo prohíbe. Le pregunté por qué pensaba que los oficiales eran tan estrictos. Me explicó que, en el campo de batalla, la propia vida y la de los demás dependen de si se obedecen o no las órdenes. Por tanto, la formación de un soldado, además del aprendizaje de ciertas habilidades, incluye la obediencia; cosa harto importante.
Una de las principales razones por las que la gente no consigue vencer en la vida cristiana es que, de un modo u otro, es hostil a la idea de obedecer. Imagine la situación ridícula de una formación militar en la que el sargento dice a los soldados que es absolutamente necesario que obedezcan las órdenes que se les dan y un recluta, levantando la mano, le replica: «Señor, eso es legalismo». Al momento se encontraría aprendiendo cómo se hacen cien flexiones.
Jesús dijo: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor» (Juan 15:10). Basado en Juan 15:10.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill