viernes, 2 de octubre de 2009

PARA FORMAR PERLAS DE GRAN PRECIO

Tres veces le rogué al Señor que me la quitara; pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo (2 Corintios 12: 8, 9).

Muchos problemas y dificultades cotidianas llegan a agobiarnos de una manera desesperante. ¿Cómo superar esas situaciones adversas que parecen desafiarnos cada mañana? Dios tiene un gran propósito para cada una de nosotras. El ejemplo de la ostra y la perla nos ilustra sabiamente lo que sucede: «Una ostra que no ha sido herida, no puede producir perlas». Las perlas son producto del dolor, resultado de la entrada de una sustancia extraña e indeseable en el interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena. En realidad, las perlas son «heridas curadas». En la parte interna de la ostra se encuentra una sustancia llamada nácar, cuando penetra en la ostra un grano de arena, las células de nácar comienzan a trabajar y lo cubren con muchas capas de nácar para proteger el cuerpo indefenso de la ostra, como resultado se va formando una hermosa perla. Una ostra que no fue herida de algún modo, no puede producir perlas, porque la perla es una herida cica­trizada. Tal vez en tu vida has sentido desfallecer o lastimada por las palabras hirientes de alguien, o posiblemente has sido acusada injustamente de alguna situación; quizás tus ideas fueron rechazadas o mal interpretadas; o has sido objeto de la indiferencia, te despidieron de tu trabajo o cualquier situación difícil que se te haya presentado. En esos momentos difíciles e indeseables, queridas hermanas, hay que producir una perla. Recordemos que somos de gran precio para Jesús y él permite diferentes situaciones difíciles en nuestra vida para formar su propio esplendor y su propia belleza. Dejemos que el Señor complete la obra en cada una de nosotras y que nos baste su gracia porque su poder se perfecciona en nuestra debilidad.

Araceli Martínez Coronado
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

LA VERDADERA FUENTE DEL AMOR

Queridos hermanos, debemos amarnos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. 1 Juan 4: 7.

El pastor Ken Micheff dirigía el culto en nuestra escuela. Hablaba de lo maravilloso que es ser cristiano y empezó a preguntar a varios alumnos si amaban a Dios. Yo me pregunte lo mismo. ¿Amaba a Dios? ¿Mis primeros pensamientos por la mañana estaban destinados a él? ¿Sentía que estaba unida a él todo el día? Sabía que respetada a Dios, le estaba agradecida y creía en él pero, ¿podía decir que lo amaba? Amar a Dios no es nada que podamos hacer por nosotros mismos. Es algo que debemos recibir directamente de él. Quizá una ilustración de tu pasado pueda aclararte esta idea. Piensa en cómo era el parvulario en Navidades. Cuando veías a las otras personas que hacían las compras de Navidad tenías ganas de comprar regalos para mamá y papá. Pero había un problema. No tenías dinero. La única manera de comprar regalos para los papas era pedirles dinero. Cuando ellos compartían su dinero contigo tú podías comprarles un regalo. Lo mismo sucede con el amor. No tenemos manera de crearlo en nosotros mismos. Dios es la única Fuente del amor. Tenemos que pedirle que comparta su amor con nosotros antes de poder amar, a él y a las personas que nos rodean. El amor puede ser nuestro. Basta con que lo pidamos.

Tomado El Viaje Increíble.

LOS IMPERATIVOS DE LA LIBERTAD

Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores. Levíticos 25: 10

La libertad es un legado de Dios. El Señor creó a los seres humanos para que vivieran y se desarrollaran en libertad. Satanás ha procurado esclavizar a la raza humana bajo su dominio. Por eso precisamente Dios está empeñado en una lucha para dar libertad a la humanidad. Emociona pensar que Jesús murió para liberar a los que eran cautivos de Satanás, para liberar a aquellos que no tenían libertad para elegir. Jesús murió para que todos los hombres, que eran siervos del pecado, tuvieran la posibilidad de ejercer su capacidad de elección. Son muy significativas las palabras pronunciadas por el magistrado Learned Hand en un discurso pronunciado en la ciudad de Nueva York el año 1944: «¿Qué queremos decir cuando afirmamos que, ante todo, buscamos la libertad? A menudo me pregunto si no apoyamos demasiado nuestras esperanzas sobre constituciones, sobre leyes, sobre tribunales. Estas son falsas esperanzas; créanme. Estas son falsas esperanzas. La libertad descansa en los corazones de los hombres y las mujeres; cuando muere ahí, ninguna constitución, ley o tribunal puede hacer mucho por, cuando menos, ayudarla. Mientras permanezca ahí, no necesita constitución, ley ni tribunal para salvarla». Dios puso la libertad en el corazón de la humanidad, y Dios es el que garantiza la libertad. Puede ser que las autoridades humanas restrinjan las libertades individuales, pero no pueden arrebatar la libertad que está arraigada por el Creador en el alma. Las personas pueden ser libres, aunque estén prisioneros en una mazmorra. Nadie puede arrebatarle la libertad a un alma humana. Pero ella puede entregar su libertad a quien quiera. Es una tragedia que aquellos seres humanos a quienes Jesús liberó a un costo tan alto para que pudieran ejercer su privilegio de elegir, decidan, usando la libertad que él les dio, hacerse esclavos de Satanás. El apóstol Pablo lo expresó con mucho acierto: «Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres» (1 Cor. 7:23). Hemos de ejercer la libertad con que Cristo nos hizo libres. Librándonos, en primer lugar, de la esclavitud de Satanás a través del pecado. Como dijo nuestro Señor, «todo el que comete pecado, es esclavo del pecado» (Juan 8: 34). En segundo lugar, de toda noción o idea equivocada. No hay mayor esclavitud, después de la del pecado, que la esclavitud del error. Por eso dijo nuestro Señor: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará» (vers. 32). En tercer lugar está la libertad política. Luchemos por ella siendo ciudadanos ejemplares. Seamos libres, porque «a libertad nos llamó Dios».

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.