Ustedes deben considerarnos simplemente como ayudantes de Cristo. 1 Corintios 4:1
Mary sabía que el lugar no era seguro, pero sus temores no iban a impedirle ir al servicio religioso. El pastor de la iglesia había organizado un ministerio de ayuda a un barrio pobre, pero la gente del barrio no estaba muy contenta con el servicio que la iglesia prestaba y lo expresaban lanzando piedras a quienes asistían a los cultos. ¿Cómo podía Mary ayudar?
En su camino a la iglesia, un grupo de jóvenes la confrontó. Uno de los pandilleros entonces comenzó a hacer girar, como si fuera una honda, una cuerda atada a una piedra, acercándola cada vez más a la cara de Mary. La muchacha no dio marcha atrás.
—¡Qué les parece! —exclamó el pandillero—. No tiene miedo.
Entonces siguió girando la cuerda, acercándola tanto a la cara de Mary que casi soplaba su rostro. Pero ella permaneció inmóvil. Cuando el joven vio que no lograba atemorizarla, dejó de girar la cuerda. Boquiabierto, solo pudo decir:
—¡Esta muchacha es tremenda!
Ese día los pandilleros acompañaron a Mary al servicio religioso y, posteriormente, se convirtieron en sus amigos (John Woodbridge, More Than Conquerors [Más que vencedores], p. 64).
La muchacha del relato era Mary Slessor, una jovencita escocesa que soñaba con ser misionera en tierras lejanas. Lo que no imaginaba ella era que el trabajo en los barrios difíciles de Escocia la prepararía para enfrentar desafíos ¡en el continente africano!
Y esa oportunidad llegó. Habiéndose enterado que se necesitaban misioneros para continuar la obra de David Livingstone, Mary se ofreció como voluntaria, y en 1876 partió para Calabar (actual Nigeria).
Durante 39 años, Mary Slessor combatió el tráfico de esclavos, de armas y licor. Influyó para que los nativos abandonaran algunas prácticas inhumanas, entre ellas la sepultura de gente viva y la muerte por envenenamiento. Pero fue en el trato a las mujeres y los niños donde Mary realizó su mayor contribución. Por ejemplo, se creía que los niños mellizos eran hijos del diablo, razón por la cual daban muerte a sus madres, y los bebés eran abandonados al nacer. A riesgo de su propia vida, María llevó a su hogar a esas madres con sus hijos, hasta que esa práctica maligna desapareció (Elliott Wright, Holy Company. Chrístian Héroes and Heroines [Compañía sagrada: Héroes y heroínas cristianas], p. 158).
¿A cuántos niños salvó Mary? Alguien dijo que si hoy todos esos niños estuvieran vivos habría suficientes habitantes para fundar un pueblo.
Señor ayúdame a ser hoy un instrumento de tu amor.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala