Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias. Salmos 103:2,3.
Te imaginas que carecieras de la capacidad de recordar? ¿Que no pudieras recordar la fiesta de tu graduación, el día de tu boda, quiénes son tus seres más queridos? Imagina que cada día tuvieras que mirar un álbum de fotos o una película sobre tu pasado para conocerlo, porque te despiertas con la mente en blanco. Por más que te esfuerzas, no recuerdas nada.
¿Te imaginas que no pudieses olvidar? ¿Cómo te sentirías si en cada momento tu cabeza explotara con recuerdos de aquella desagradable persona que te hizo enojar, de la otra que te ofendió, de un accidente que ocurrió ya hace muchos años, del episodio de un jefe o maestro que te trató mal injustamente, de la muerte de alguno de tus más allegados? Y, cuando tratas de espantar esos recuerdos de tu mente vienen otros que son peores o mejores.
Dios nos ha dado ambas capacidades: Recordar y olvidar. Las dos son una bendición. ¿Qué es lo que no debemos olvidar? Moisés le dijo al pueblo de Israel en su discurso final: «¡Tengan cuidado! Presten atención y no olviden las cosas que han visto sus ojos, ni las aparten de su corazón mientras vivan. Cuéntenselas a sus hijos y a sus nietos». «Tengan, pues, cuidado de no olvidar el pacto que el Señor su Dios ha hecho con ustedes. No se fabriquen ídolos de ninguna figura que el Señor su Dios les haya prohi¬bido» (Deuteronomio 4: 9, 23).
El texto de hoy, es una invitación a no olvidar a quien sana toda dolencia y perdona cada pecado. Tanto el recuerdo excesivo de los males pasados, como el olvido de los beneficios divinos, provocan incertidumbre y temor. «No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada» (Eventos de los últimos días, p. 73). Ofrezcamos nuestra alabanza a Dios por su gracia y compasión, por las bondades concretas y por el perdón. El día de hoy recuerda sus bendiciones y olvida tus pecados perdonados.
Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna
Te imaginas que carecieras de la capacidad de recordar? ¿Que no pudieras recordar la fiesta de tu graduación, el día de tu boda, quiénes son tus seres más queridos? Imagina que cada día tuvieras que mirar un álbum de fotos o una película sobre tu pasado para conocerlo, porque te despiertas con la mente en blanco. Por más que te esfuerzas, no recuerdas nada.
¿Te imaginas que no pudieses olvidar? ¿Cómo te sentirías si en cada momento tu cabeza explotara con recuerdos de aquella desagradable persona que te hizo enojar, de la otra que te ofendió, de un accidente que ocurrió ya hace muchos años, del episodio de un jefe o maestro que te trató mal injustamente, de la muerte de alguno de tus más allegados? Y, cuando tratas de espantar esos recuerdos de tu mente vienen otros que son peores o mejores.
Dios nos ha dado ambas capacidades: Recordar y olvidar. Las dos son una bendición. ¿Qué es lo que no debemos olvidar? Moisés le dijo al pueblo de Israel en su discurso final: «¡Tengan cuidado! Presten atención y no olviden las cosas que han visto sus ojos, ni las aparten de su corazón mientras vivan. Cuéntenselas a sus hijos y a sus nietos». «Tengan, pues, cuidado de no olvidar el pacto que el Señor su Dios ha hecho con ustedes. No se fabriquen ídolos de ninguna figura que el Señor su Dios les haya prohi¬bido» (Deuteronomio 4: 9, 23).
El texto de hoy, es una invitación a no olvidar a quien sana toda dolencia y perdona cada pecado. Tanto el recuerdo excesivo de los males pasados, como el olvido de los beneficios divinos, provocan incertidumbre y temor. «No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada» (Eventos de los últimos días, p. 73). Ofrezcamos nuestra alabanza a Dios por su gracia y compasión, por las bondades concretas y por el perdón. El día de hoy recuerda sus bendiciones y olvida tus pecados perdonados.
«Cuando estamos rodeados por influencias destinadas a apartarnos de Dios, nuestras peticiones de ayuda y fuerza deber ser incansables». MJ 246.
Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna