Lugar: Francia
Palabra de Dios: Mateo 8:2,3; Salmo 51:2,7
Si hubieras estado en la Exhibición de la Bicicleta en París, en 1897, habrías visto un aparato muy raro. Se exhibía un aparato para ducharse diseñado por un inventor inglés. Lo diferente que tenía era su fuente de energía: algo parecido a una bicicleta, accionado por pedales.
Aparentemente, si querías lavarte, había que trabajar. En lugar de dar vuelta una llave para abrir o cerrar el agua, la ducha tenía un pedal que controlaba el flujo del agua. Cuanto más pedalearas, más agua podías tener. Para tener un chorro de agua más grande, había que pedalear más.
Afortunadamente, estar limpio no tiene que ser tan difícil, ni física ni espiritualmente. La Biblia cuenta la historia de un leproso. En esa época, la sociedad consideraba inmundos a los leprosos y los aislaba. El leproso se acercó a Jesús y se arrodilló delante de él. "-Señor, si quieres, puedes limpiarme -le dijo". Él sabía que Jesús tenía el poder para curarlo.
Jesús no lo hizo a un lado, como habrían hecho otros, ni se apartó de él. En lugar de eso, extendió su mano y tocó al hombre. "-Sí quiero -le dijo-. ¡Queda limpio!" El leproso fue curado de su enfermedad inmediatamente, y pudo volver a reunirse con su familia y sus amigos una vez más.
Eso es lo que Jesús nos dice a cada uno de nosotros. "Sí quiero. ¡Sé limpio!" Él podría damos un empujón, pero, en lugar de eso, se acerca a nosotros. Él quiere sanarnos espiritualmente; quiere tomar nuestras vidas manchadas de pecado y limpiarnos.
Hoy, unámonos al salmista, pidiendo a Dios: "Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado". '"Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve".
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson