Así que nosotros, que estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos agradecidos. Inspirados por esta gratitud, adoremos a Dios como a él le agrada, con temor reverente (Hebreos 12: 28).
Como padres, mi esposo y yo nos hemos preocupado por enseñar a nuestros hijos a confiar plenamente en Dios hasta el último momento. Una noche el presidente de nuestra Asociación llegó a la casa para proponernos un cambio de escuela. ¡No lo podía creer! Nos sentíamos tan contentos en el sitio donde laborábamos: teníamos una casa bonita y segura, y ahora nos enviaban a una ciudad muy grande y peligrosa. Sentí que Dios me probaba para ver lo que había en mi corazón. Nunca nos hemos rehusado a un cambio, sin embargo, lo pusimos en oración.
A partir de ese día, empezamos a orar en el culto familiar de la siguiente manera: «Señor, danos una casa con un patio grande, cerca de la escuela y con tres recámaras». ¿Por qué era ésta mi petición? Tengo cuatro hijos, dos niñas y dos niños, así que necesitábamos una casa que satisficiera nuestras necesidades. Un día Dios contestó nuestra oración de una manera sensacional. Nos dio la casa justo como se la pedíamos. Mis hijos y yo agradecimos mucho al Señor su respuesta y la consideramos una muestra de su amor hacia nosotros.
Ahora, cada vez que nos llega un cambio de residencia, nuevamente lo ponemos en oración y confiamos que nuestro Padre celestial nos dará el mejor sitio para servirle. En nuestra mudanza más reciente llegamos a vivir a una casa muy bonita, que además de todo tiene un enorme patio donde podemos cultivar algunas hortalizas y flores. No cabe duda de que Dios siempre nos da más de lo que pedimos. Por eso mi abuela decía que cuando Dios da hasta los costales presta.
Como padres, mi esposo y yo nos hemos preocupado por enseñar a nuestros hijos a confiar plenamente en Dios hasta el último momento. Una noche el presidente de nuestra Asociación llegó a la casa para proponernos un cambio de escuela. ¡No lo podía creer! Nos sentíamos tan contentos en el sitio donde laborábamos: teníamos una casa bonita y segura, y ahora nos enviaban a una ciudad muy grande y peligrosa. Sentí que Dios me probaba para ver lo que había en mi corazón. Nunca nos hemos rehusado a un cambio, sin embargo, lo pusimos en oración.
A partir de ese día, empezamos a orar en el culto familiar de la siguiente manera: «Señor, danos una casa con un patio grande, cerca de la escuela y con tres recámaras». ¿Por qué era ésta mi petición? Tengo cuatro hijos, dos niñas y dos niños, así que necesitábamos una casa que satisficiera nuestras necesidades. Un día Dios contestó nuestra oración de una manera sensacional. Nos dio la casa justo como se la pedíamos. Mis hijos y yo agradecimos mucho al Señor su respuesta y la consideramos una muestra de su amor hacia nosotros.
Ahora, cada vez que nos llega un cambio de residencia, nuevamente lo ponemos en oración y confiamos que nuestro Padre celestial nos dará el mejor sitio para servirle. En nuestra mudanza más reciente llegamos a vivir a una casa muy bonita, que además de todo tiene un enorme patio donde podemos cultivar algunas hortalizas y flores. No cabe duda de que Dios siempre nos da más de lo que pedimos. Por eso mi abuela decía que cuando Dios da hasta los costales presta.
Adaías de Ojeda
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.