Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loaida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también. (2 Timoteo 1:5)
Timoteo llegó a ser el hijo espiritual de Pablo. El apóstol conocía a la familia de este joven, la cual, curiosamente, tenía ciertas similitudes con la suya propia. Siendo de padre griego y de madre israelita, Timoteo se perfilaba como el sucesor de Pablo. Su amor por la lectura inspirada, su devoción y dedicación al evangelio de Cristo, hacían de este joven discípulo un verdadero siervo de Dios.
Eunice, cuyo nombre significaba «la triunfadora» o «la victoriosa», daba un empuje emocional y espiritual a aquel niño que creció bajo la sabia enseñanza de dos mujeres: su abuela y su madre. ¡Cuán importante es el tiempo que dedican los abuelos a instruir a sus nietos! Ellos ya no se sienten estresados por los compromisos laborales, ni tienen tantas obligaciones sociales como cuando eran más jóvenes, por eso pueden establecer nuevas prioridades en la vida y dedicar mayor atención al cuidado de la familia. ¡Qué lástima que los padres estemos siempre tan ocupados que apenas podamos disfrutar de nuestros hijos! Siempre recuerdo que mis padres me decían: «Carga a tu bebé ahora, porque nunca más lo podrás hacer». Ciertamente el tiempo nos roba mucho más de lo que pensamos, y cuando nos damos cuenta ya se ha ido.
No desaproveches la oportunidad que Dios te da de ser una madre como Eunice, o una abuela como Loida. Tus hijos serán en gran medida el reflejo de tu dedicación y de tus oraciones. La fe combinada con las obras es recompensada por Dios. No podemos impedir que ellos tomen sus propias decisiones, así como Cristo no impidió que Judas tomara la suya, pero hasta el último momento su amor estuvo presente para recordarle que su sangre también sería derramada por él. No importa el camino que tomen tus hijos o tus nietos, sigue orando por ellos. El Espíritu Santo seguirá llamándolos, porque Dios los ama mucho más que tú. Para Dios un hijo es un tesoro inigualable.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Timoteo llegó a ser el hijo espiritual de Pablo. El apóstol conocía a la familia de este joven, la cual, curiosamente, tenía ciertas similitudes con la suya propia. Siendo de padre griego y de madre israelita, Timoteo se perfilaba como el sucesor de Pablo. Su amor por la lectura inspirada, su devoción y dedicación al evangelio de Cristo, hacían de este joven discípulo un verdadero siervo de Dios.
Eunice, cuyo nombre significaba «la triunfadora» o «la victoriosa», daba un empuje emocional y espiritual a aquel niño que creció bajo la sabia enseñanza de dos mujeres: su abuela y su madre. ¡Cuán importante es el tiempo que dedican los abuelos a instruir a sus nietos! Ellos ya no se sienten estresados por los compromisos laborales, ni tienen tantas obligaciones sociales como cuando eran más jóvenes, por eso pueden establecer nuevas prioridades en la vida y dedicar mayor atención al cuidado de la familia. ¡Qué lástima que los padres estemos siempre tan ocupados que apenas podamos disfrutar de nuestros hijos! Siempre recuerdo que mis padres me decían: «Carga a tu bebé ahora, porque nunca más lo podrás hacer». Ciertamente el tiempo nos roba mucho más de lo que pensamos, y cuando nos damos cuenta ya se ha ido.
No desaproveches la oportunidad que Dios te da de ser una madre como Eunice, o una abuela como Loida. Tus hijos serán en gran medida el reflejo de tu dedicación y de tus oraciones. La fe combinada con las obras es recompensada por Dios. No podemos impedir que ellos tomen sus propias decisiones, así como Cristo no impidió que Judas tomara la suya, pero hasta el último momento su amor estuvo presente para recordarle que su sangre también sería derramada por él. No importa el camino que tomen tus hijos o tus nietos, sigue orando por ellos. El Espíritu Santo seguirá llamándolos, porque Dios los ama mucho más que tú. Para Dios un hijo es un tesoro inigualable.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera