«Tú eres mi refugio, mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!» Salmo 91:2
José fue vendido y alejado de su familia cuando todavía era muy joven. Él se sentía solo, con frío y muy triste. Lloraba muy a menudo, igual que tú cuando te duele alguna parte de tu cuerpo o te caes y te lastimas. Cuando te sucede algo así, papi y mami vienen rapidito a consolarte. José no tenía quién lo consolara, estaba lejos de su casa, de sus padres y aparentemente solo.
Pero, ¿sabes algo? Él no estaba solo. Su amigo especial estaba con él y lo acompañaba a todas partes. Descubrió una manera de hablar con su amigo Jesús y contarle sus problemas. De esa forma Jesús lo cuidó hasta que se reunió de nuevo con su familia.
Tú también puedes hablar con Jesús, como José, por medio de la oración. Puedes tener un lugar favorito para orar: tu habitación o un lugar especial, en la naturaleza. Pruébalo y verás qué felicidad se siente cuando hablas con tu amigo Jesús.
Oremos: Querido Jesús, gracias por estar siempre conmigo y cuidar de mí. Gracias por ser mi amigo especial.
Pasito a pasito, Crezco y aprendo
¡Vive y crece sanamente!
Por: Kathy Hernández de Polanco
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