miércoles, 10 de julio de 2013

LA BILLETERA PERDIDA PRIMERA PARTE

Lugar: Senegal
Palabra de Dios: Lucas 6:37

Luego de sacar dinero de un cajero automático, Katy caminó hasta un mercado al aire libre, para comprar algunas cosas.
-¡Hola! Bienvenida a Senegal -saludó un joven con voz alegre.
Katy no quería que ningún extraño la molestara. Solo quería comprar las cosas que necesitaba y volver a su casa.
-Déjeme tranquila -dijo ella bruscamente-. No quiero hablar con usted.
Casi olvidó el incidente, mientras buscaba las cosas que necesitaba.
Luego, después de regatear con el dueño del negocio y de llegar a un acuerdo con respecto al precio, Katy abrió su cartera, para sacar la billetera. Pero, no estaba allí. Aunque buscó nuevamente, su billetera seguía sin aparecer. Entonces, se palpó los bolsillos. ¡Nada!
Para este momento, otras personas se habían dado cuenta de lo que pasaba.
-¿Dónde estuviste hoy? -le preguntaron-. Quizá se te cayó en alguna parte. ¿Te ha estado siguiendo alguien? ¿Hablaste con alguien?
En ese momento, Katy vio al muchacho que la había saludado más temprano.
-Él -dijo, señalándolo con el dedo.
Ella no sabía si era el culpable o cómo podría haberle sacado la billetera, si ni siquiera había estado cerca de ella. Pero, era la única persona con la que había hablado en todo el día. Probablemente, él había querido vengarse por la forma en que ella lo había tratado antes.
Si estuvieras en el lugar de Katy, ¿qué habrías hecho? ¿Hubieras estado ansioso de acusar al muchacho? A veces, es fácil juzgar a otros, echarles la culpa; pero, eso no es lo mejor que podemos hacer.
Recuerda, la Biblia dice: “No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará”.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

SI TRABAJAS PARA DIOS, NO IMPORTA QUIÉN SEA TU JEFE

¿Has visto a alguien diligente en su trabajo?  Se codeará con reyes, y nunca será un Don Nadie. Proverbios 22:29

Desde que los seres humanos dimos la espalda a Dios, nos hemos visto sometidos a diversos tipos de yugos que nos imponen otras personas. Ya sea que se nos llame sirvientes, obreros o empleados, todos estamos sujetos a la autoridad de un superior o de un jefe. A nuestra naturaleza pecaminosa no le gusta el concepto de autoridad porque rechaza todo lo que suene similar a sometimiento y obediencia.
Sin embargo, a Dios le agrada que tengamos la actitud adecuada ante nuestros superiores, a los que debemos lealtad, respeto y obediencia. La propia Biblia lo dice: “Esclavos, obedezcan a sus amos terrenales con respeto y temor, y con integridad de corazón, como a Cristo. No lo hagan solo cuando los estén mirando, como los que quieren ganarse el favor humano, sino como esclavos de Cristo, haciendo de todo corazón la voluntad de Dios” (Efe. 6:5-6).
Estar sujetos a la autoridad de nuestros jefes o empleadores con humildad y buen espíritu es una actitud que adorna el carácter de los hijos de Dios, sin importar quiénes sean ni cómo sean. Seremos servidores responsables y honestos, independientemente del salario que tengamos. Reconoceremos en todo momento y circunstancia que el trabajo es una bendición de Dios y nos dará alegría realizarlo.
Sabemos que tras todo esfuerzo vendrá la recompensa: “Lo que ganes con tus manos, eso comerás; gozarás de dicha y prosperidad” (Sal. 128:2).
Amiga, si en este momento te encuentras a punto de salir a tu lugar de trabajo, deseo invitarte a generar en tu interior una buena disposición de ánimo, y lo conseguirás si piensas que tu jefe supremo es Cristo Jesús. Cuando pienses así, tu jornada diaria será placentera y también será el medio más eficaz para llegar a la cúspide de la autorrealización, porque “el de manos diligentes gobernará; pero el perezoso será subyugado” (Prov. 12:24).
No repares en esfuerzos. Sé confiable y diligente; busca siempre poner un sello de calidad a todo lo que hagas, pues “las manos ociosas conducen a la pobreza; las manos hábiles atraen riquezas” (Prov. 10:4).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

CONSAGRACIÓN Y SACRIFICIO – 2

Pero una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor (Marcos 12:42).

Una mañana, los obreros y los misioneros que vivían en el conglomerado de edificios de la misión se despertaron a causa de un ruido extraño: mugido de vacas, balido de ovejas y el cencerro de las cabras. ¿Qué sucedía? Cuando el presidente de la misión adventista, el pastor L. Mubonenwa, salió corriendo a ver lo que pasaba, se encontró con docenas de miembros de la iglesia que lo rodearon. Las mujeres tenían cestas en la cabeza llenas de gallinas, patos y pavos. Los hombres y los niños habían traído un rebaño de ganado a la misión. ¿Qué significaba todo aquello?
Semanas antes el pastor Mubonenwa había escuchado hablar del nuevo concepto de evangelización vía satélite. Pronto reunió a la iglesia. Explicó que gracias a ese método las reuniones de evangelización que se celebraran en Soweto podrían verse y oírse en la región de Caprivi, que estaba a 1.500 kilómetros de distancia.
En aquella aislada tierra fronteriza con Botswana, Zambia y Namibia, la gente vive una vida muy sencilla, seminómada. La prosperidad se mide por la cantidad de animales que las familias poseen.
Cuando los miembros de la iglesia se enteraron del método especial de evangelización decidieron participar aunque no tenían la menor idea de cómo funcionaba. “¿Cuánto va a costar?”, preguntó alguien. El presidente de la misión les dijo el costo y todos guardaron silencio. ¡Imposible! Los miembros no tenían dinero. No tenían vehículos que pudieran vender o casas que hipotecar, ni bancos para pedir un préstamo. Un gesto de desesperación se vio en todo el grupo. Deseaban con todo su corazón participar en la evangelización vía satélite de Sudáfrica, pero era Imposible. Hicieron algunas preguntas. Formularon algunas quejas. No había solución.
El sol empezó a ocultarse. Nuestros hermanos regresaron a sus hogares. De repente se halló la solución, la cual se esparció por todo el valle: podían vender todos los animales.
Así que al día siguiente, casi de madrugada, pequeños grupos de personas comenzaron a caminar rumbo a la misión. Llevaron su ofrenda. “Pastor”, le dijeron, “sabemos de la evangelización desde el cielo. No tenemos dinero para comprar el equipo. Por favor tome nuestros animales y véndalos para comprarlo. No queremos perder esta oportunidad de utilizar este nuevo programa de la iglesia”.
El mismo sacrificio que hicieron los macedonios. El mismo sacrificio de siempre. Únete al espíritu de sacrificio. Como la viuda, nunca te arrepentirás

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA FE DE ABRAHAM, PARTE 1

Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Génesis 22:2.

Abraham tenía 120 años de edad cuando le llegó esta orden terrible y sorprendente, en una visión de la noche. Habría de viajar durante tres días y tendría bastante tiempo para reflexionar. Cincuenta años antes, ante el mandato divino, había dejado a su padre y a su madre, parientes y amigos, y se había convertido en un peregrino y extranjero en una tierra extraña. Había obedecido el mandato de Dios de enviar a su hijo Ismael a vagar por el desierto. Su alma estaba doblegada por el dolor de esta separación, y su fe fue probada duramente.
Pero se sometió porque Dios así lo requirió…
Abraham fue tentado a creer que, en definitiva, se trataba de un engaño.
Herido por el dolor, se inclinó ante Dios y oró como nunca antes por una confirmación de esta extraña orden; si habría de cumplir este deber, necesitaba mayor luz. Recordó a los ángeles enviados para comunicarle el plan de Dios de destruir a Sodoma, y a los que le trajeron la promesa de que iba a tener este hijo, Isaac…
Finalmente despertó a Isaac suavemente, y le informó que Dios le había ordenado que ofreciera un sacrificio sobre una montaña distante, y que él debería acompañarlo. Llamó a sus siervos e hizo todos los preparativos para el largo viaje.
Si hubiese podido descargar sus preocupaciones con Sara y juntos soportar el sufrimiento y la responsabilidad, le hubiera traído algo de alivio; pero decidió que esto no era buena idea, porque el corazón de Sara estaba atado al de su hijo, y le hubiera creado un obstáculo. Salió en su viaje, y Satanás iba a su lado para sugerirle incredulidad e imposibilidad…
Comienza la jornada del tercer día. Abraham levanta su vista hacia las montañas, y sobre una de ellas ve la señal prometida. Mira detenidamente, y he aquí una nube brillante que sobrevolaba la cima del Monte Moriah…
Todavía se encuentra a gran distancia de la montaña, pero quita la carga de los hombros de sus sirvientes y les pide que queden atrás, mientras coloca la madera sobre los hombros de su hijo, y él mismo lleva el cuchillo y el fuego -Signs of the Times, 1° de abril de 1875.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White