domingo, 18 de noviembre de 2012

¡LÁGRIMAS DE AMOR!


«Ya les he dicho muchas veces, y ahora se lo repito con lágrimas, que hay muchos que están viviendo como enemigos de la cruz de Cristo» (Filipenses 3:18).

A veces me siento verdaderamente triste. Este año hemos estado de excursión por la Biblia y hemos aprendido muchas cosas maravillosas de Dios. ¿Qué tiene eso de triste? Pues es muy triste que aún hay muchas personas que siguen viviendo como si fueran enemigas de Jesús. Fíjate lo que dice e versículo de hoy. Pablo estaba derramando grandes lágrimas por esas personas.
A veces las cosas que los enemigos de Dios hacen pueden molestarnos, y ese es un sentimiento natural. Pero a medida que nos acercamos a Jesús él transforma nuestra rabia en lágrimas. Dios nos dio las lágrimas para ayudarnos en nuestra tristeza, y no es fácil estar molesto con a quien si sentimos tristeza por esa persona.
Como puedes ver; Jesús lo cambia todo en nosotros. Él cambia las cosas malas por cosas buenas, transforma la rabia en perdón, el odio en amor ¿Cómo nos consta que esto es así? Porque Pablo, es el autor del versículo de hoy, era de hecho un asesino de cristianos. Él odiaba a los cristianos y quería acabar con ellos. Pero Jesús transformó su vida completamente.
El amor de Dios es una cosa maravillosa. Es la cosa más poderosa del mundo. Permite que Jesús entre a tu corazón y convierta tu rabia en lágrimas de amor.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

HAZ ESTO PRIMERO


Instruye al niño en su camino y ni aún de viejo se apartará de él. (Proverbios 22:6)

Loída, la abuela de Timoteo, y su madre Eunice llevaron a cabo una labor especial: enseñaron a Timoteo a respetar y amar a Dios. El apóstol Pablo resaltó la importancia de la educación recibida por aquel discípulo suyo: «Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también» (2 Tim. 1:5).
Tal como se desprende de las palabras del apóstol Pablo, resulta de vital importancia enseñar a los niños los preceptos bíblicos y la obediencia a los mismos, así como la autoridad de las Escrituras. La responsabilidad que Dios ha encomendado a los padres respecto a la educación de los niños implica una gran dedicación.
«Los padres deben considerar a sus hijos como un legado de Dios y educarlos para ser parte de la familia celestial. Educadlos en el temor y amor de Dios, porque el temor de Dios es el principio de la sabiduría. Los que son leales a Dios lo manifestarán en la vida doméstica. Considerarán la educación de sus hijos como una obra sagrada encomendada por el Altísimo» (Conducción del niño, cap. 2, p. 25).
En nuestra época hay mucho por hacer y disponemos de poco tiempo. Todos estamos involucrados en numerosas actividades que algunas veces apenas nos permiten meditar en las cosas eternas. Querida hermana, no desaprovechemos los mejores años para instruir a nuestros hijos. Dedicándoles tiempo en su niñez, aliviaremos las dificultades del mañana.
«La educación de los niños constituye una parte importante del plan de Dios para demostrar el poder del cristianismo. Una solemne responsabilidad reposa sobre los padres en el sentido de educar a sus hijos para que cuando salgan al mundo, hagan bien y no mal a aquellos con quienes se asocien» (Conducción del niño, cap. 2, p. 24).
Repitamos el texto: «Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Coty de Calderón

EL TESTIMONIO EN EL TERRENO DE JUEGO


Nada podrá separarnos del amor de Dios. Romanos 8:38

Imagina a los famosos y millonarios deportistas de hoy día. ¿Puedes nombrar a uno de ellos cuyo libro predilecto sea la Biblia y la música religiosa sea su favorita?
Si lo que él mismo ha dicho es cierto, uno de esos deportistas es el brasileño Ricardo Izecson dos Santos Leite, mejor conocido como Kaká. Y no cuesta mucho creerle, porque no pierde oportunidad para dar gracias públicamente a Dios por sus logros deportivos. Una de esas ocasiones se produjo apenas se oyó el silbato que declaró el triunfo de su equipo en la Liga de Campeones de Europa. Kaká no tuvo ningún problema en levantarse su camiseta de juego y mostrar ante millones de espectadores una franela con la inscripción «I belong to Jesús» («Pertenezco a Jesús»). Cuando en el 2007 fue declarado el Jugador del Año de la FIFA, expresó: «La Biblia dice que Dios está dispuesto a darte más de lo que le puedes pedir».
El testimonio de Kaká nos recuerda a A. C. Green, un jugador de basquetbol de la NBA, quien colocó en la puerta de su guardarropa la cita de Filipenses 4:13: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (RV95). Mientras otros jugadores hacían alarde de sus «hazañas» sexuales, Green se dedicaba a dar charlas a estudiantes de secundaria, animándolos a mantenerse puros sexualmente (Colleen L. Reece y Julie Reece-De Marco, Finding Your Way [Hallar tu camino], p. 8).
¿Y cómo no recordar el testimonio de otra superestrella del basquetbol, Julius Erving, mejor conocido como «Doctor J.»? Después de llevar a su equipo, los Filadelfia 76ers, al campeonato de la NBA, un reportero lo entrevistó:
—Dr. J., ¿cuál es el secreto de su éxito?
Dios mío, que nada en este mundo me separe del amor de Cristo, mi Señor.
—Hay dos factores que me ayudan —respondió el jugador—. Uno es mi familia. Pero más importante aún es que yo le he entregado mi corazón al Señor Jesucristo. Él es el centro de mi vida y merece todo el crédito por mis logros dentro y fuera de la cancha (Jon Paulien, Present Truth in the Real World [La verdad presente en el mundo real], p. 58).
Dios tiene sus testigos también en el terreno de juego. Y esos testigos estan diciendo al mundo que los observa que ni el dinero, ni la fama, ni ningún otro factor terrenal, tienen porque separarnos del amor de Dios.

Dios mío, que nada en este mundo me separe del amor de Cristo, mi Señor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LA VOLUNTAD DE DIOS, NO LA MÍA


«He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» (Juan 6:38).

En la creación el hombre recibió libre albedrío, de manera que tuviera la posibilidad de escoger por sí mismo vivir según la voluntad de Dios. Sin embargo, en el Edén, Adán y Eva decidieron que obrarían según su propia voluntad y no la del Creador. Al hacerlo, perdieron el libre albedrío. Esto es el pecado. «¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerlo, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte o sea de la obediencia para justicia?» (Rom. 6:16). Jesús vino a la tierra para devolver al ser humano su capacidad de elección. El gran objetivo de la redención es hacernos libres del poder del pecado para que podamos volver a hacer la voluntad de Dios.
Jesús siempre hizo la voluntad de su Padre. «No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió» (Juan 5:30). Para Cristo, sacrificarse voluntariamente no fue fácil. En Getsemaní el sacrificio de su voluntad alcanzó el punto máximo: «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Luc. 22:42).
El pecado, además de la divergencia entre la voluntad de la persona y la del Creador, es la elección de seguir la propia voluntad, aun a sabiendas de que es contraria a la de Dios. Podríamos decir que el pecado es la transgresión de la voluntad de Dios. Como hombre, Jesús tenía voluntad humana.  Como hombre, no siempre sabía de antemano cuál era la voluntad de Dios. De vez en cuando, tenía que esperar para conocer la voluntad de su Padre. Sin embargo, cuando la voluntad de Dios le era revelada, siempre estaba dispuesto a renunciar a su voluntad humana y hacer la del Padre.
Tenemos ante nosotros decisiones que es preciso tomar. Oremos: «Padre, no sea mi voluntad, sino la tuya».  Basado en Juan 6:38

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill