Lugar: Austria
Palabra de Dios: Colosenses 4:6
Sigmund Freud, un intelectual y médico neurólogo que vivió en Austria a principios del siglo XX, contó la siguiente historia. Había una vez un príncipe que tuvo un sueño. Cuando despertó, se sintió preocupado y quería saber su significado. Llamando a uno de sus consejeros de la corte, le ordenó:
Dime lo que significa mi sueño.
El hombre respondió:
Su Alteza, tengo malas noticias para usted. De acuerdo con su sueño, todos sus parientes morirán, y luego usted lo hará.
El príncipe se sentó, asustado, y su rostro se puso colorado.
¡Cómo te atreves a decir cosas tan terribles! gritó: ¡Llévenselo!
Todavía echando chispas, el príncipe llama a otro de sus funcionarios. Cuando llegó, el príncipe le pidió que interpretara el mismo sumo. El hombre eligió con cuidado sus palabras:
Tengo buenas noticias para usted, su Alteza le dijo. Usted sobrevivirá a todos sus parientes.
Al oír esto, el príncipe sonrió. Le agradaba lo que había oído.
Me ha hecho muy feliz dijo. Por su lealtad y servicio, lo elevare al rango de principal consejero de la corte.
¿Cuál era la diferencia entre lo que había dicho el primer hombre y el segundo? El mensaje era el mismo, pero no la forma en que fue presentado.
Tus palabras pueden marcar una gran diferencia en la vida de otras personas; no solo lo que dices, sino cómo lo dices. La Biblia aconseja: «Que su conversación sea siempre amena y de buen gusto. Así sabrán cómo responder a cada uno». Procura no hablar apresuradamente, sino pide a Dios que te ayude a elegir tus palabras con sabiduría.
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson