"No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará" (Lucas. 6:37).
El autor británico Douglas Adams cuenta sobre un encuentro extraño que se tuvo en una estación de trenes en Cambridge, Inglaterra. Había llegado temprano, así que fue a buscar un periódico y un paquete de galletitas.
Se sentó a una mesa, abrió el periódico, y comenzó a completar el crucigrama.
Había otro hombre sentado a la misma mesa. Douglas lo describió como un "hombre que se veía perfectamente normal, vestía un traje y llevaba un portafolios. No parecía que fuera a hacer nada extraño. Pero, esto es lo que hizo: de repente se estiró hacia adelante, tomó el paquete de galletitas, lo abrió, tomó una, y se la comió".
Douglas estaba atónito. "Nada en nuestro trasfondo, crianza o educación nos enseña cómo tratar con alguien que, a plena luz del día, te acaba de robar las galletitas. [...] Al final, hice lo que cualquier inglés pelirrojo haría: lo ignoré. Y me enfrasqué en el periódico".
Douglas decidió seguir adelante y agarrar una galletita. Eso le pondrá fin a esto, pensó. Pero no, porque un momento después, su compañero de mesa tomó otra galletita. Douglas no podía creer la audacia de este ladrón. No disimulaba para nada lo que hacía. ¿Acaso este pecador no tenía vergüenza, ningún sentido de culpa?
Los dos hombres se comieron todas las galletitas, sin decir una palabra. Luego de que se terminaron el paquete, el otro hombre se puso de pie para irse. "Tuvimos un intercambio importante de miradas", recuerda Douglas. "Luego él se alejó, y yo di un suspiro de alivio". Pero luego, Douglas también se levantó, alzó su periódico y ¡debajo encontró su paquete cerrado de galletitas!
Esta historia es un buen ejemplo de por qué Dios nos dice que no juzguemos a los demás. Cuando llamamos pecador a alguien, nuestros propios pecados pueden estar revelándose. Kim
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Lecturas Devocionales para Adolescentes en 2020.