Esto hacía Jehú con astucia, para exterminar a los que honraban a Baal. (2 Reyes 10:19)
La astucia es la principal característica de quienes son hábiles para engañar o evitar el engaño, así como para lograr habilidosamente cualquier fin. No solo el ser humano posee esta habilidad, también hay animales y plantas que desarrollan esta pericia. Por ejemplo la venus atrapamoscas, planta carnívora que contiene una especie de espinas colocadas estratégicamente en las hojas y que se activan cuando algún animal las toca, haciendo así de la víctima un verdadero banquete.
La historia de Jehú es poco conocida, pero contiene grandes enseñanzas para nosotras. Un numeroso grupo de adoradores de Baal habían sido convocados para una supuesta celebración. Jehú lo había organizado todo de tal forma que la festividad fuera atrayente para los idólatras. La Biblia nos dice que iban vestidos de forma especial y que el templo se llenó (ver 2 Rey. 10: 21). Colocando a ochenta hombres armados fuera del templo, Jehú convirtió aquellas enormes puertas en una especie de hojas de la planta venus, y de esta forma todos los que estaban en el interior quedaron atrapados, a merced de la guardia. «Así Jehú exterminó a Baal de Israel» (2 Rey 10: 28).
¡Qué ironía!, el mismo hombre al que Dios había usado para terminar con la idolatría que se había infiltrado en el pueblo de Dios y que se había alzado contra tal práctica, se convirtió posteriormente en adorador de «los becerros de oro que estaban en Bet-el y en Dan» (2 Rey. 10: 29). ¿No te parece que hay alguna incongruencia en la actitud de este hombre?
¿Puede suceder que Dios nos utilice para mostrar a otras el camino hacia el cielo y que a la vez nosotras sigamos siendo prisioneras en esta tierra? El hecho de que seas maestra o directora de algún departamento de la iglesia no te exime cíe quedar atrapada en las hábiles trampas de un enemigo astuto como el que tenemos. Mantenerse al lado de Jesús es la única estrategia contra la cual la astucia del enemigo no tiene poder.
Habilidad para el bien + rechazo del mal + amparo divino = ¡Victoria!
Por Ruth Herrera