El extiende el norte sobre el vacío, cuelga la tierra sobre la nada. (Job 26:7)
El astrónomo Nicolás Copérnico, nacido en Polonia en 1473, revolucionó la ciencia cuando afirmó que la Tierra y los demás planetas giraban alrededor del Sol, quien a su vez se mantenía estático en el centro del universo.
El mundo sideral ha sido objeto de estudio a lo largo de los siglos. En la Biblia se presenta a los sabios que fueron a adorar al recién nacido Jesús como estudiosos de las estrellas. Por supuesto, Dios sabía que lo eran, por eso les envió una estrella que los dejó perplejos. Esta señal los impulsó a buscar información sobre el Mesías y encontraron las respuestas en los rollos sagrados.
¡Qué hermosa secuencia! Dios también quiere mostrarse a ti, por lo que busca continuamente formas para que puedas verlo. Pero estoy segura de que además de los sabios hubo otras personas que divisaron la estrella, pues con toda seguridad había más gente que observaba el cielo. Sin embargo, solo ellos fueron en busca del nuevo Rey. ¿Qué pasó con los demás?
Se considera que el libro de Job es uno de los más antiguos de la Biblia. En dicho libro se menciona la redondez de la tierra (ver Job ]: 7), por lo que prácticamente desde los mismos comienzos de la historia de la humanidad se había proclamado la teoría heliocéntrica que tantos años tardó en descubrir Copérnico. Solo aquellos que estudiaron el registro bíblico pudieron darse cuenta de que la ciencia de su época estaba equivocada. Lo mismo sucedió en tiempos del nacimiento de Jesús. Únicamente los pastores que esperaban su venida recibieron la orden del ángel de ir al pesebre para contemplar a Dios hecho carne.
Actualmente Dios continúa enviando sus señales a los seres humanos de diversas maneras. Si deseas verlo en su segunda venida no te será nada difícil entenderlas, pues su mismo Espíritu te las rebelará. Los escribas y fariseos habían visto muchos milagros que atestiguaban la divinidad de Cristo, pero continuaban pidiendo señales, porque no eran capaces de ver las que tenían delante de sus propios ojos. ¿Puedes tú ver esas señales? Pide a Dios sabiduría para que disciernas aquellas que son imprescindibles para tu salvación.
Por Ruth Herrera