Vuélvete a mí, porque yo te redimí. ( Isaías 44:22)
Sabiendo que le quedaba poco tiempo de vida, aquel padre llamó a su hijo para hablar con él. «Hijo, mis días se terminan y siento que no estás preparado para asumir la responsabilidad de mantener el negocio que durante tanto tiempo ha permanecido en manos de nuestra familia. Así que he preparado algo especial para cuando yo no esté». Y llevándolo hasta el lugar donde guardaban las cosas viejas y sin valor le mostró una horca que pendía de un travesaño. En la pared había un cartel que decía: «Cuando lo pierdas todo por no haberlo sabido conservar, habrá llegado la hora de utilizar esta horca».
El cartel requería la firma del hijo, quien, mostrando indiferencia, accedió a firmar para no tener que oír el sermón del padre. Los días pasaron padre murió, por lo que todos sus bienes pasaron al joven perezoso y egoísta.
Como el hijo pródigo, aquel joven derrochó rápidamente la fortuna que con tanto trabajo habían logrado sus antepasados. Derrotado y sin salida, recordó el acuerdo al que había llegado con su padre. Sus pasos lo llevaron hasta aquel lugar en el que había mostrado tanta indiferencia. «Si hubiera escuchado a mi padre», se repetía una y otra vez. «Si tuviera una segunda oportunidad, haría las cosas de manera diferente y corregiría mis errores honrando así la memoria de mi padre». Absorto en sus pensamientos se puso la soga al cuello y se lanzó al vacío, pero en el acto cayó al piso, y sobre él muchas joyas y monedas. Cuando logró incorporarse leyó una nota que decía: «Para mi hijo, en su segunda oportunidad. Tu padre que te ama».
Dios es un padre amante que nos ha dado las riquezas de su gracia para que las utilicemos. Muchas veces no apreciamos esas riquezas espirituales que sobrepasan cualquier tesoro terrenal. Vivimos dejando correr los días como si estos volvieran a presentarse y no nos percatamos de que solo tenemos una vida para vivirla y una oportunidad para alcanzar la vida eterna.
En su gran misericordia, Dios te da una nueva oportunidad. Abre la correspondencia y encontrarás sus palabras: «Para mí hija, en su segunda oportunidad. Tu Padre que te ama».
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Sabiendo que le quedaba poco tiempo de vida, aquel padre llamó a su hijo para hablar con él. «Hijo, mis días se terminan y siento que no estás preparado para asumir la responsabilidad de mantener el negocio que durante tanto tiempo ha permanecido en manos de nuestra familia. Así que he preparado algo especial para cuando yo no esté». Y llevándolo hasta el lugar donde guardaban las cosas viejas y sin valor le mostró una horca que pendía de un travesaño. En la pared había un cartel que decía: «Cuando lo pierdas todo por no haberlo sabido conservar, habrá llegado la hora de utilizar esta horca».
El cartel requería la firma del hijo, quien, mostrando indiferencia, accedió a firmar para no tener que oír el sermón del padre. Los días pasaron padre murió, por lo que todos sus bienes pasaron al joven perezoso y egoísta.
Como el hijo pródigo, aquel joven derrochó rápidamente la fortuna que con tanto trabajo habían logrado sus antepasados. Derrotado y sin salida, recordó el acuerdo al que había llegado con su padre. Sus pasos lo llevaron hasta aquel lugar en el que había mostrado tanta indiferencia. «Si hubiera escuchado a mi padre», se repetía una y otra vez. «Si tuviera una segunda oportunidad, haría las cosas de manera diferente y corregiría mis errores honrando así la memoria de mi padre». Absorto en sus pensamientos se puso la soga al cuello y se lanzó al vacío, pero en el acto cayó al piso, y sobre él muchas joyas y monedas. Cuando logró incorporarse leyó una nota que decía: «Para mi hijo, en su segunda oportunidad. Tu padre que te ama».
Dios es un padre amante que nos ha dado las riquezas de su gracia para que las utilicemos. Muchas veces no apreciamos esas riquezas espirituales que sobrepasan cualquier tesoro terrenal. Vivimos dejando correr los días como si estos volvieran a presentarse y no nos percatamos de que solo tenemos una vida para vivirla y una oportunidad para alcanzar la vida eterna.
En su gran misericordia, Dios te da una nueva oportunidad. Abre la correspondencia y encontrarás sus palabras: «Para mí hija, en su segunda oportunidad. Tu Padre que te ama».
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera