Lugar: Australia
Palabra de Dios: Filipenses 4:19
El profesor Greene oyó un golpe en la puerta de su oficina, y al levantar la vista vio a una de sus alumnas. Antes de que ella dijera una palabra, el profesor se dio cuenta de que algo no andaba bien.
- Entra, Elizabeth - le dijo - Siéntate.
Elizabeth trató de contener las lágrimas, mientras se sentaba.
-Acabo de recibir un aviso de la oficina de Administración -le dijo al profesor-. Si no puedo pagar la cuenta de mis estudios para fin de mes, voy a tener que irme del colegio.
Ella le explicó que sus padres no podían ayudarla, y que no se le ocurría ninguna manera de conseguir el dinero para esa fecha. Su situación parecía desesperada.
-Ojalá tuviera alguna forma de ayudarte -le dijo el profesor Greene-. Todo lo que puedo hacer es orar por ti. Si oras fielmente cada día, yo haré lo mismo.
Los dos oraron todos los días, pidiendo a Dios que arreglara las cosas de alguna manera, para que Elizabeth pudiera quedarse en el colegio. Pero, cuando no recibió ninguna respuesta, Elizabeth empacó sus cosas y se preparó para volver a su casa, creyendo que Dios tenía otros planes para ella.
Antes de irse, pasó por la oficina del profesor Greene, para despedirse. Él tenía una carta en la mano. Se la había enviado una pareja de misioneros que se había graduado allí hacía varios años. "Estuvimos pensando en los problemas financieros que tuvimos cuando éramos alumnos", decía la carta. "Nos gustaría ayudar a algún estudiante necesitado". Dentro del sobre, había suficiente dinero como para cubrir la cuenta de Elizabeth.
-Gracias, Señor. Gracias -oró Elizabeth una y otra vez.
Ella creyó firmemente en la promesa que se encuentra en el libro de Filipenses: "Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús".
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson