martes, 24 de julio de 2012

UN SUCIO ZAFIRO


«Más radiantes que la nieve eran sus príncipes, y más blancos que la leche; más rosado que el coral era su cuerpo; su apariencia era la del zafiro. Pero ahora se ven más sucios que el hollín; en la calle nadie los reconoce. Su piel, reseca como la leña, se les pega a los huesos» (Lamentaciones 4:7,8).

El versículo de hoy dice que la apariencia de sus príncipes era la del zafiro. Sin embargo, al caminar por las calles ahora encontramos que se ven «más sucios que el hollín». Qué triste. ¿Cómo el pueblo de Dios pudo pasar de ser algo tan hermoso a ser algo tan feo? ¿Cómo pudo pasar de ser tan precioso como el zafiro, una valiosa piedra, a verse tan sucio? Porque se pusieron a sí mismos en primer lugar y sacaron a Dios de sus vidas.
Dios quiere que lo pongamos en primer lugar.  No porque él quiera atención, sino porque él sabe que si nos ponemos a nosotros o a otras cosas en primer lugar nos meteremos en problemas. Siempre creemos saber qué es lo  mejor para nosotros, cuando en realidad el único que sabe eso es Dios. Él es el único que puede guiar nuestros pasos de manera segura al cielo.  Yo quiero poder salir un día a caminar y disfrutar de la naturaleza en el cielo, ¿y tú? ¡Pon a Dios en el primer lugar de tu vida, y podrás disfrutar junto a Jesús de las caminatas por la naturaleza que daremos en el cielo!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

PEQUEÑA Y VENENOSA


Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! (Santiago 3:5).

La mayor parte de nosotros tiene la tendencia a ver mejor que hay en nuestras vidas y a resaltar lo peor que creemos existe en las vidas de los demás. Es más, a menudo encontramos que es más fácil reprochar que elogiar a alguien.
Se cuenta de una mujer que calumnió a su pastor. Arrepentida, fue a pedirle perdón. El pastor la perdonó, no sin antes entregarle un sobre que contenía un puñado de plumas. Le pidió que saliera a la calle, se parara frente a la iglesia y soltara las plumas al aire. Tras haber seguido las indicaciones del ministro, la dama regresó para decirle que había cumplido con su petición. Esta vez, el pastor le entregó un sobre vacío y le pidió que regresara al lugar donde había soltado las plumas, y que recogiera hasta la última de ellas.
La mujer cumplió nuevamente con las indicciones recibidas. Sin embargo, se dio cuenta de que era imposible encontrar todas las plumas, por lo que trajo de vuelta el sobre prácticamente vacío. Entonces, el ministro comento: «Después de que se lanzan calumnias o críticas destructivas, es imposible reparar todo el daño causado».
Es interesante notar que el versículo de hoy afirma que la lengua puede hacer grandes daños. Esto quiere decir que todos en algún momento quizá hayamos hecho declaraciones que han causado daño. ¡Es muy fácil repetir, comentar, exagerar o criticar alguna acción o falta ajena! Muchas veces pensamos que estamos autorizados para hablar o repetir algún hecho. Sin embargo, si lo que vamos a decir no es edificante, ¿para qué repetirlo?
Hemos de desarrollar el hábito de ver cualidades en el prójimo y de hablar bien de los demás. La Palabra de Dios aconseja repetidamente no murmurar, juzgar o criticar a los demás. No usemos la lengua para engrandecer el mal. Utilicémosla para expresar bendición, gloría y alabanza a nuestro Creador, y para reconocer lo bueno en nuestros seres amados y en nuestros semejantes.  Hermana mía, no permitamos que la lengua se apodere de nuestra vida.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Dalia Castrejón-Castro

DIOS VE EL CUADRO COMPLETO


He encontrado en David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón. Hechos 13:22, NVI.

¿Te has preguntado alguna vez por qué si David pecó tan gravemente al cometer á adulterio con Betsabé, Dios lo llama «un hombre conforme a mi corazón» (Hech. 13:22, NVI)/
¿Cómo puede Dios decir esto de un hombre que en un momento de su vida cayó tan bajo? He aquí la respuesta: Porque el propósito del corazón de David siempre fue servir a Dios. Que no siempre lo haya logrado, es otra cosa. Pero la disposición de su corazón, su deseo, siempre fue el de agradar a Dios.
Y esto le gustaba a Dios. ¿Por qué? Una cita de El camino a Cristo nos da la respuesta: «El carácter se da a conocer, no por las obras buenas o malas que de vez en cuando se ejecutan, sino por la tendencia de las palabras y de los actos habituales en la vida diaria» (p. 86, el destacado es nuestro).
Dios miraba a David con buenos ojos, porque el corazón de David no estaba dividido. Pertenecía a Dios. Y esta es una excelente noticia: A Dios le agradaba el corazón de David, no porque era perfecto o porque nunca se equivocaba. Lo amaba porque la disposición, el deseo de su corazón era siempre hacer lo bueno. Y porque los actos habituales de su vida eran rectos.
Lo que nos enseña la vida de David es que cuando Dios te mira, no se detiene en los puntos oscuros de tu vida. No concentra su atención en los lunares o en las manchas que ensucian tu pasado. No. Para él, esos son hechos aislados; representan la excepción, no la regla. Él sabe que eso que ocurrió y de lo cual te has arrepentido, en realidad nada tiene que ver con tu persona. Dios ve el cuadro completo. Y al ver tu vida en su totalidad, observa que la tendencia, la disposición de tu corazón, es hacia lo bueno.
Dios aprecia tus mejores esfuerzos por hacer el bien. Y también entiende que eres humano, sujeto a cometer errores y aun a pecar. Por eso está más que dispuesto a recibirte con sus brazos abiertos cuando, después de haber caído, lo buscas con corazón arrepentido.
Gracias, Padre amado, porque no te concentras en lo malo que he hecho, sino en la tendencia de mis pensamientos,

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LA OBEDIENCIA ES UN DON


«Y cualquiera cosa que pidamos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él» (1 Juan 3: 22).

A menos que tengamos el propósito de obedecer sus mandamientos, jamás sabremos de verdad qué es amar a Dios. En última instancia, el amor no se identifica por lo que es, porque es un misterio. Sin embargo, sí podemos identificarlo por lo que hace, porque siempre obedece según el conocimiento que tiene.
Decir que nos salva la fe y no la obediencia es cierto. Desde que el pecado entró en el mundo, jamás ha sido posible salvarse mediante la obediencia. La obediencia no tiene nada que ver con el cómo, sino con el qué. En lugar de hablar de la obediencia cuando discutimos sobre cómo ser salvos, tenemos que referimos a ella como algo que la salvación trae a la vida del cristiano.
Seguro que ha oído decir que la obediencia es nuestra respuesta al amor de Jesús. A primera vista, puede parecer correcto y bueno.
Pero, por más que lo intente, cometo errores y no siempre soy todo lo obediente que debiera. Aunque amo a Jesús con todo mi corazón, a veces hago lo que no tengo hacer y otras no hago lo que tengo que hacer. ¿Cómo responder a este dilema?
La obediencia no es algo que yo le dé a Dios, sino que él me da a mí. La obediencia es, a la vez, un don de Dios y perdón para los pecados. ¿Quiere eso decir que Dios hace su parte perdonándome y yo hago la mía obedeciendo? No, todo cuanto interviene en nuestra salvación es para alabanza y gloria de Jesucristo, nuestro Dios y Salvador.
Quien base su salvación en la fe en Jesús recibirá dos cosas: (1) perdón para sus pecados y (2) el deseo de obedecer. La salvación es y hace esto como resultado de la fe en Jesús.
En la vida cristiana, la fe y la obediencia tienen la misma relación que en el corazón se establece entre las aurículas y los ventrículos: son inseparables. Jamás pueden trabajar de manera independiente. Una persona perdonada siempre orar pidiendo obedecer.
Obedecer de corazón la voluntad de Dios no es legalismo. Es un don maravilloso que Dios otorga a quienes aceptan a Jesús como su Señor y Salvador. ¿Ha aceptado el don de la obediencia que Dios le otorga? Basado en Lucas 6: 46

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill