Por tanto, hermanos, sepan que por medio de Jesús se les anuncia a ustedes el perdón de los pecados (Hechos 13: 38).
Hace unos días leí sobre el perdón y su conexión con la adoración, realmente nunca lo había entendido así. Pero cuando hemos sido perdonadas adoramos a Dios con corazón agradecido y de manera especial. Los Salmo han sido para muchos cristianos oraciones de súplicas por perdón. El rey David escribió varios de ellos en momentos de arrepentimiento. Exclamó: «Por amor a tu nombre, Señor, perdona mi gran iniquidad» (Sal. 25: 11); «Tú, Señor, eres bueno y perdonador» (Sal. 86: 5); «Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados» (Sal. 32: 1).
Cuando el pueblo de Israel dejó la esclavitud en Egipto, Dios le hizo un llamado a adorarle. Ahí en el desierto ordenó que levantaran un santuario para adorarle y para recibir el perdón por sus pecados. Mañana y tarde la ofrenda era traída por los pecadores para ser perdonados y adorar a Dios. Aunque el perdón era personal, pues traían su ofrenda por su pecado, la adoración en conjunto acercaba al pueblo a Dios. Hay varios Salmo que reflejan esta realidad: «Alabaré al Señor con todo el corazón en la asamblea, en compañía de los rectos» (Sal. 111: 1); «Yo te daré gracias en la gran asamblea; ante una multitud te alabaré» (Sal. 35: 18); «Canten al Señor un cántico nuevo, alábenlo en la comunidad de los fieles» (Sal. 149: 1).
Hoy, como en los días del antiguo Israel, el perdón inspira nuestra adoración. C. Raymond Holmes escribió: «En la adoración, la iglesia no celebra su humanidad, ni su unidad, ni su santificación ni su misión. Celebra la presencia de Dios y del Cordero. No se llama al hombre para glorificar al hombre. Más bien, Dios declara el valor del hombre mediante su encarnación y el acto de expiación a través del sacrificio. Este hecho —el que de tal manera amara Dios al mundo que estuviera dispuesto a morir por él— es lo que provoca el asombro y la alabanza en la adoración» (Stng a New Songl Berrien Springs: Andrews University Press, 1984, p. 20). Realmente es maravilloso recibir el amor y el perdón de nuestro Dios aun cuando pareciera que no lo merecemos. ¡Que Dios nos ayude a aceptarlo!
Hace unos días leí sobre el perdón y su conexión con la adoración, realmente nunca lo había entendido así. Pero cuando hemos sido perdonadas adoramos a Dios con corazón agradecido y de manera especial. Los Salmo han sido para muchos cristianos oraciones de súplicas por perdón. El rey David escribió varios de ellos en momentos de arrepentimiento. Exclamó: «Por amor a tu nombre, Señor, perdona mi gran iniquidad» (Sal. 25: 11); «Tú, Señor, eres bueno y perdonador» (Sal. 86: 5); «Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados» (Sal. 32: 1).
Cuando el pueblo de Israel dejó la esclavitud en Egipto, Dios le hizo un llamado a adorarle. Ahí en el desierto ordenó que levantaran un santuario para adorarle y para recibir el perdón por sus pecados. Mañana y tarde la ofrenda era traída por los pecadores para ser perdonados y adorar a Dios. Aunque el perdón era personal, pues traían su ofrenda por su pecado, la adoración en conjunto acercaba al pueblo a Dios. Hay varios Salmo que reflejan esta realidad: «Alabaré al Señor con todo el corazón en la asamblea, en compañía de los rectos» (Sal. 111: 1); «Yo te daré gracias en la gran asamblea; ante una multitud te alabaré» (Sal. 35: 18); «Canten al Señor un cántico nuevo, alábenlo en la comunidad de los fieles» (Sal. 149: 1).
Hoy, como en los días del antiguo Israel, el perdón inspira nuestra adoración. C. Raymond Holmes escribió: «En la adoración, la iglesia no celebra su humanidad, ni su unidad, ni su santificación ni su misión. Celebra la presencia de Dios y del Cordero. No se llama al hombre para glorificar al hombre. Más bien, Dios declara el valor del hombre mediante su encarnación y el acto de expiación a través del sacrificio. Este hecho —el que de tal manera amara Dios al mundo que estuviera dispuesto a morir por él— es lo que provoca el asombro y la alabanza en la adoración» (Stng a New Songl Berrien Springs: Andrews University Press, 1984, p. 20). Realmente es maravilloso recibir el amor y el perdón de nuestro Dios aun cuando pareciera que no lo merecemos. ¡Que Dios nos ayude a aceptarlo!
Leticia Aguirre de De los Santos
Tomado de Manifestaciones de su amor
Tomado de Manifestaciones de su amor