Llamaron, pues, a Rebeca y preguntaron: ¿Irás tú con este nombre?. Ella respondió: «Sí iré» (Génesis 24:58).
Mientras Leía aquella historia, mi corazón se conmovía por el amor. Una joven que disfrutaba de una buena posición económica y que vivía en uno de los países con mayor calidad de vida del mundo, se había enamorado de un líder de una tribu africana. Lo abandonó todo para vivir en aquella tierra desértica de costumbres sanguinarias y supersticiosas.
Leyendo ese relato vino a mi mente la ocasión en que el cielo tuvo que tomar una decisión que podríamos etiquetar de «locura». Sí, el Hijo de Dios vendría a este mundo dejando todo lo que tenía para vivir en una tierra desértica, de tradiciones despiadadas y bañada por la maldad acumulada durante años. ¿Por qué lo hizo? Por amor.
Nunca podré entender cómo Dios pudo amarme tanto como para hacer ese canje tan desventajoso para él. Colocarse voluntariamente en una cruz tomando mi lugar no era precisamente un pago justo a tan inmenso sacrificio. Esta muchacha tampoco recibió un pago justo, pero cambió su vida desconociendo cuál sería su final, mientras que Jesús se entregó conociendo de antemano su destino.
El texto de hoy nos habla de una mujer que también salió de viaje para mudarse a un lugar que no conocía y vivir con personas extrañas. ¿Te ha pedido Dios que dejes algo o a alguien? Rebeca nunca pudo regresar a su tierra. ¿Quiere Dios que tú tomes una decisión tan drástica? Para Rebeca, volver hubiera sido muy peligroso. Una vez que Dios nos llama, resulta peligroso volver a nuestra vida pasada. Esla mujer, a pesar de sus defectos, lúe el consuelo de Isaac y precursora de una gran nación.
La Biblia no nos dice si Rebeca recibió algún tipo cíe maltrato, pero el hecho de. ser una mujer extranjera no debe de haberle concedido mucha ventaja. Lo cierto es que cuando Dios nos llama, si obedecemos por amor, tenemos de nuestra parte no la justicia humana, sino la misericordia divina. Y esta, hermana mía. es la bendición principal.
No lemas el pago de la justicia humana, anhela más bien la misericordia divina.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Mientras Leía aquella historia, mi corazón se conmovía por el amor. Una joven que disfrutaba de una buena posición económica y que vivía en uno de los países con mayor calidad de vida del mundo, se había enamorado de un líder de una tribu africana. Lo abandonó todo para vivir en aquella tierra desértica de costumbres sanguinarias y supersticiosas.
Leyendo ese relato vino a mi mente la ocasión en que el cielo tuvo que tomar una decisión que podríamos etiquetar de «locura». Sí, el Hijo de Dios vendría a este mundo dejando todo lo que tenía para vivir en una tierra desértica, de tradiciones despiadadas y bañada por la maldad acumulada durante años. ¿Por qué lo hizo? Por amor.
Nunca podré entender cómo Dios pudo amarme tanto como para hacer ese canje tan desventajoso para él. Colocarse voluntariamente en una cruz tomando mi lugar no era precisamente un pago justo a tan inmenso sacrificio. Esta muchacha tampoco recibió un pago justo, pero cambió su vida desconociendo cuál sería su final, mientras que Jesús se entregó conociendo de antemano su destino.
El texto de hoy nos habla de una mujer que también salió de viaje para mudarse a un lugar que no conocía y vivir con personas extrañas. ¿Te ha pedido Dios que dejes algo o a alguien? Rebeca nunca pudo regresar a su tierra. ¿Quiere Dios que tú tomes una decisión tan drástica? Para Rebeca, volver hubiera sido muy peligroso. Una vez que Dios nos llama, resulta peligroso volver a nuestra vida pasada. Esla mujer, a pesar de sus defectos, lúe el consuelo de Isaac y precursora de una gran nación.
La Biblia no nos dice si Rebeca recibió algún tipo cíe maltrato, pero el hecho de. ser una mujer extranjera no debe de haberle concedido mucha ventaja. Lo cierto es que cuando Dios nos llama, si obedecemos por amor, tenemos de nuestra parte no la justicia humana, sino la misericordia divina. Y esta, hermana mía. es la bendición principal.
No lemas el pago de la justicia humana, anhela más bien la misericordia divina.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera