No ames el sueño, para no empobrecerte; abre tu ojos y te saciarás de pan. (Proverbios 20:13).
Por lo general, agradezco al reloj cuando me avisa de que ya es hora de terminar las tareas diarias y descansar. El trabajo en un hogar nunca termina, parece un engranaje imposible de detener. Las obligaciones se repiten una y otra vez, dejando una estela de agotamiento sobre nosotras. Entonces, el sueño llega como un bálsamo restaurador para cargar nuestras agoladas balerías.
El texto de hoy no habla acerca de ese descanso que Dios mismo hizo para el bien humano, sino que señala el peligro de desperdiciar el tiempo dedicándonos nada más que al descanso. Desde bien pequeña, mi madre constantemente tenía una tarea que darme, y repetía las palabras: «Mente ociosa, taller del diablo». Así logró hacer de mí una mujer laboriosa. Tanto es así, que a veces mi esposo tiene que recordarme que el descanso también forma parte de la salud tísica y mental.
La pobreza no solo tiene que ver con lo material, también puede ser espiritual, intelectual y social. A veces alegamos no tener tiempo para nuestra devoción personal, pero lo cierto es que hay tiempo para todo debajo del sol (ver Ecl. 3: 17). Si le quitas a tu sueño 15 minutos diarios, puedes aprovecharlos para meditar y orar.
Por naturaleza, me gusta acostarme temprano y levantarme temprano, así que nunca ha sido un problema para mí despertarme cuando el sol apenas sale y pasarme una hora o más estudiando. Después de casada he mantenido esta costumbre, pero cuando comenzaron a llegar los hijos empezaron los cambios. Agotada por el peso del trabajo, muchas veces me acostaba muy tarde y así fui reduciendo el tiempo que dedicaba a mi devoción personal.
Dios, quien siempre está al tanto de nuestras vidas, me ha sacado de ese bache. Me ha hecho ver que sí hay tiempo cuando una se lo propone. Y que el tiempo restante Dios lo bendice cuando somos fieles en nuestro encuentro diario con él. Hoy mi devoción es diaria y en ella encuentro mi mayor consuelo. No dejes que nada se interponga en tu encuentro diario con tu amante Padre.
Señor, cada día abre nuestros ojos y saciarnos del pan de vida.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Por lo general, agradezco al reloj cuando me avisa de que ya es hora de terminar las tareas diarias y descansar. El trabajo en un hogar nunca termina, parece un engranaje imposible de detener. Las obligaciones se repiten una y otra vez, dejando una estela de agotamiento sobre nosotras. Entonces, el sueño llega como un bálsamo restaurador para cargar nuestras agoladas balerías.
El texto de hoy no habla acerca de ese descanso que Dios mismo hizo para el bien humano, sino que señala el peligro de desperdiciar el tiempo dedicándonos nada más que al descanso. Desde bien pequeña, mi madre constantemente tenía una tarea que darme, y repetía las palabras: «Mente ociosa, taller del diablo». Así logró hacer de mí una mujer laboriosa. Tanto es así, que a veces mi esposo tiene que recordarme que el descanso también forma parte de la salud tísica y mental.
La pobreza no solo tiene que ver con lo material, también puede ser espiritual, intelectual y social. A veces alegamos no tener tiempo para nuestra devoción personal, pero lo cierto es que hay tiempo para todo debajo del sol (ver Ecl. 3: 17). Si le quitas a tu sueño 15 minutos diarios, puedes aprovecharlos para meditar y orar.
Por naturaleza, me gusta acostarme temprano y levantarme temprano, así que nunca ha sido un problema para mí despertarme cuando el sol apenas sale y pasarme una hora o más estudiando. Después de casada he mantenido esta costumbre, pero cuando comenzaron a llegar los hijos empezaron los cambios. Agotada por el peso del trabajo, muchas veces me acostaba muy tarde y así fui reduciendo el tiempo que dedicaba a mi devoción personal.
Dios, quien siempre está al tanto de nuestras vidas, me ha sacado de ese bache. Me ha hecho ver que sí hay tiempo cuando una se lo propone. Y que el tiempo restante Dios lo bendice cuando somos fieles en nuestro encuentro diario con él. Hoy mi devoción es diaria y en ella encuentro mi mayor consuelo. No dejes que nada se interponga en tu encuentro diario con tu amante Padre.
Señor, cada día abre nuestros ojos y saciarnos del pan de vida.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera