Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse (S. Lucas 18: 1).
¿Has pensado alguna vez que no vale la pena seguir orando por algo que Dios no te ha concedido? Debo confesar que en algunas ocasiones pensé así. Los seres humanos queremos respuestas inmediatas a nuestros pedidos. Nos hemos acostumbrado tanto a conseguir lo que queremos en un mínimo de tiempo que nos resulta difícil tener que esperar. Dios no tiene prisa, ni tampoco nosotros lo podemos apurar con las respuestas a nuestros pedidos. Dios es Dios y él contestará nuestras peticiones en el momento que lo considere oportuno. ¿Te has dado cuenta de que muchas de las cosas que son creadas por Dios toman tiempo? Un bebé toma nueve meses para nacer, una flor toma tiempo para abrir y un árbol crece y da frutos después de algunos años. Dios tiene un tiempo determinado para todo y nosotras debemos aprender a esperar. Cuando oramos, lo más importante es recordar que Dios nos escucha y responde. Es posible que no responda ni en el tiempo ni en la forma que deseamos, pero siempre responde. Recuerdo lo mucho que mi madre oraba por la conversión de mi padre. Día a día, durante los cultos familiares desde la sala de nuestra casa, mi madre y yo doblábamos nuestras rodillas para pedirle a Dios por mi padre y por el regreso de mi hermana que se había apartado del Señor desde su juventud. En varias ocasiones yo pensaba que no valía la pena orar, pues no veía ningún interés espiritual ni en mi padre ni en mi hermana, pero mamá no dejaba de orar. Sus súplicas ascendían al cielo con fe y confianza de que algún día Dios le contestaría. Las oraciones de mi madre fueron respondidas en el momento oportuno. Oró más de cuarenta años por mi padre y quizá unos treinta y cinco por mi hermana, pero mi padre le entregó su corazón a Jesús con suficiente tiempo como para bajar al descanso en paz, y mi hermana regresó a la iglesia con suficiente tiempo para servirle al Señor sus últimos quince años de vida. Ahora ambos esperan el día cuando el Señor los llame de vuelta a la vida para reunirse con los redimidos de todas las edades y con nosotros. Aunque a veces pensemos que Dios se demora en responder a nuestras oraciones, no perdamos la confianza, porque la respuesta llegará cuando estemos listos para recibirla.
¿Has pensado alguna vez que no vale la pena seguir orando por algo que Dios no te ha concedido? Debo confesar que en algunas ocasiones pensé así. Los seres humanos queremos respuestas inmediatas a nuestros pedidos. Nos hemos acostumbrado tanto a conseguir lo que queremos en un mínimo de tiempo que nos resulta difícil tener que esperar. Dios no tiene prisa, ni tampoco nosotros lo podemos apurar con las respuestas a nuestros pedidos. Dios es Dios y él contestará nuestras peticiones en el momento que lo considere oportuno. ¿Te has dado cuenta de que muchas de las cosas que son creadas por Dios toman tiempo? Un bebé toma nueve meses para nacer, una flor toma tiempo para abrir y un árbol crece y da frutos después de algunos años. Dios tiene un tiempo determinado para todo y nosotras debemos aprender a esperar. Cuando oramos, lo más importante es recordar que Dios nos escucha y responde. Es posible que no responda ni en el tiempo ni en la forma que deseamos, pero siempre responde. Recuerdo lo mucho que mi madre oraba por la conversión de mi padre. Día a día, durante los cultos familiares desde la sala de nuestra casa, mi madre y yo doblábamos nuestras rodillas para pedirle a Dios por mi padre y por el regreso de mi hermana que se había apartado del Señor desde su juventud. En varias ocasiones yo pensaba que no valía la pena orar, pues no veía ningún interés espiritual ni en mi padre ni en mi hermana, pero mamá no dejaba de orar. Sus súplicas ascendían al cielo con fe y confianza de que algún día Dios le contestaría. Las oraciones de mi madre fueron respondidas en el momento oportuno. Oró más de cuarenta años por mi padre y quizá unos treinta y cinco por mi hermana, pero mi padre le entregó su corazón a Jesús con suficiente tiempo como para bajar al descanso en paz, y mi hermana regresó a la iglesia con suficiente tiempo para servirle al Señor sus últimos quince años de vida. Ahora ambos esperan el día cuando el Señor los llame de vuelta a la vida para reunirse con los redimidos de todas las edades y con nosotros. Aunque a veces pensemos que Dios se demora en responder a nuestras oraciones, no perdamos la confianza, porque la respuesta llegará cuando estemos listos para recibirla.
Evelyn Omaña
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor