Jesús le dijo: «Mujer, ¿por qué lloras?» (Juan 20:15).
La Biblia no nos dice por que Jesús se le presentó en primer lugar a María. ¿Por qué la escogió a ella? ¿Por qué no a uno de sus discípulos? Siendo que las mujeres no tenían reconocimiento social como líderes, resulta extraño que Dios hubiera elegido a una mujer para dar la nueva de ese extraordinario acontecimiento. Sin embargo, creo que Jesús tenía un buen motivo para dirigirse a María y elegirla como su mensajera: estaba en el lugar correcto, en el momento correcto y con la disposición correcta.
Mientras los discípulos se debatían entre sus sentimientos y sus pensamientos, María había ido al lugar donde estaría más cerca de Jesús. A veces, cuando afrontamos situaciones que aparentemente no tienen solución, intentamos razonar, buscar una salida, aclarar nuestros pensamientos, en lugar cíe dirigirnos a Jesús, que está esperándonos para tendernos una mano.
María no solo estaba en el lugar correcto, sino también en el momento correcto. Siempre me ha gustado levantarme temprano y dedicar tiempo a mi devoción personal. En esas primeras horas del día he encontrado paz y sobre todo la presencia de Dios. María también experimentó esa comunión cuando decidió ir muy temprano al sepulcro. ¿Has apañado un tiempo para estar a solas con Jesús, como lo hizo María?
Además, María tenía la disposición correcta. La promesa divina asegura que Dios no deja abandonado al que lo busca con humildad. María no se quejaba, ni demandaba respuestas a sus interrogantes. María, de rodillas, de pie o sentada, anhelaba la presencia de su Maestro.
Cuando todo se desploma ante ti y sientes que estás enfrentando sola lo imposible, nadando a contracorriente, caminando sin fuerzas, luchando con tus hijos, tu matrimonio, tu trabajo, tus padres... Cuando la enfermedad o la muerte se presentan, poniendo de manifiesto la fragilidad humana, ve a Jesús. Ora, preséntale tu situación, tus temores, tus tristezas, tu dolor. Jesús no dejó a María llorando desconsoladamente, sino que comprendió su dolor. Él sintió la necesidad que María tenía de su presencia y consoló su corazón.
Jesús entiende tus lágrimas. Él desea estar junto a ti, consolarte, darte su paz, su seguridad. Ve a él y enjugará tus lágrimas.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
La Biblia no nos dice por que Jesús se le presentó en primer lugar a María. ¿Por qué la escogió a ella? ¿Por qué no a uno de sus discípulos? Siendo que las mujeres no tenían reconocimiento social como líderes, resulta extraño que Dios hubiera elegido a una mujer para dar la nueva de ese extraordinario acontecimiento. Sin embargo, creo que Jesús tenía un buen motivo para dirigirse a María y elegirla como su mensajera: estaba en el lugar correcto, en el momento correcto y con la disposición correcta.
Mientras los discípulos se debatían entre sus sentimientos y sus pensamientos, María había ido al lugar donde estaría más cerca de Jesús. A veces, cuando afrontamos situaciones que aparentemente no tienen solución, intentamos razonar, buscar una salida, aclarar nuestros pensamientos, en lugar cíe dirigirnos a Jesús, que está esperándonos para tendernos una mano.
María no solo estaba en el lugar correcto, sino también en el momento correcto. Siempre me ha gustado levantarme temprano y dedicar tiempo a mi devoción personal. En esas primeras horas del día he encontrado paz y sobre todo la presencia de Dios. María también experimentó esa comunión cuando decidió ir muy temprano al sepulcro. ¿Has apañado un tiempo para estar a solas con Jesús, como lo hizo María?
Además, María tenía la disposición correcta. La promesa divina asegura que Dios no deja abandonado al que lo busca con humildad. María no se quejaba, ni demandaba respuestas a sus interrogantes. María, de rodillas, de pie o sentada, anhelaba la presencia de su Maestro.
Cuando todo se desploma ante ti y sientes que estás enfrentando sola lo imposible, nadando a contracorriente, caminando sin fuerzas, luchando con tus hijos, tu matrimonio, tu trabajo, tus padres... Cuando la enfermedad o la muerte se presentan, poniendo de manifiesto la fragilidad humana, ve a Jesús. Ora, preséntale tu situación, tus temores, tus tristezas, tu dolor. Jesús no dejó a María llorando desconsoladamente, sino que comprendió su dolor. Él sintió la necesidad que María tenía de su presencia y consoló su corazón.
Jesús entiende tus lágrimas. Él desea estar junto a ti, consolarte, darte su paz, su seguridad. Ve a él y enjugará tus lágrimas.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera