sábado, 25 de junio de 2011

UN DIOS QUE VE

Jesús lloro (Juan 11:35)
Este brevísimo versículo es uno de los más profundos que la Biblia ha recogido por medio de la pluma inspirada. ¿Te has parado a pensar que Dios conoció las lágrimas por amor a ti?
Una mujer que había sido sacudida por las injusticias de la vida, se consumía de odio, venganza y dolor. Un día confesó sus sentimientos a una amiga; le dijo: «Para mí, Dios hace mucho tiempo que no ve». La amiga, que había tenido un pasado similar, le respondió: «Dios no ha dejado de mirar. Lo que pasa es que está llorando».
Sí, mi querida amiga, Dios no deja de mirar las injusticias que el pecado nos ha traído como consecuencia de habernos alejado del amor divino. Él contempla el trágico accidente que truncó la vida de tu hijo, o la enfermedad que, cual verdugo, consume el cuerpo de tu ser amado. Sus ojos no dejan de ver cuando eres humillada, despreciada o maltratada. Muy a menudo, incluso sin que te des cuenta, eres librada de muchas de esas pruebas. Se afirma que en el cielo, nuestro ángel podrá contarnos de cuántos peligros fuimos librados en esta tierra.
No dudes nunca de que tienes un Dios que también ha sufrido la injusticia del pecado. Vio a su hijo morir en una cruz, y por eso puede comprender tu sufrimiento y tus lágrimas. Cuando el vendaval de la desgracia te sacude sin misericordia, tus lágrimas se unen a las de tu Dios.
Podrías preguntarte: Si Dios me ama tanto, ¿por qué no interviene evitando que me sucedan estas cosas? Dios sí interviene. Su amor vela a cada instante por ti. Él mismo murió en la cruz, cuando podría haber elegido no sufrir. Jesús no tendría que haber pasado por el penoso martirio de la ingratitud, de la traición y del desprecio de aquellos a los que había venido a salvar, pero lo hizo. Confía en que «Dios escribe recto en renglones torcidos».
Puede ser que Satanás intente desviar tu camino, incluso tu misma puedes desviarte por las decisiones que tomas, pero ten presente que Dios te ve y llora por ti. Colócate en sus manos, confía en él y él hará.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

TIEMPO PARA LEER

Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. 1 Timoteo 4:13.

Siempre admiré a las personas que les gustaba leer. Supongo que esa admiración se debía a que tuve que esforzarme por adquirir ese hábito. Y a ti, ¿te gusta leer? ¿Cuántos libros completos leíste el año pasado?
Como todos los buenos hábitos, es posible adquirir también el de la lectura. En los años de adolescencia y juventud, muchas de las tareas que se realizan en siete días consecutivos, llegan a tornarse en hábitos. Cepillarse los dientes, lustrar los zapatos, hacer tu cama y ordenar tu ropa, leer buenos libros, realizar tu culto de consagración a Dios y toda tarea útil, pueden tornarse en hábitos si así te lo propones. Tener el hábito de la lectura es una gran ventaja, ya que no necesitas esforzarte para hacerlo, sino que con espontaneidad puedes sumergirte en la lectura y disfrutarla.
Mientras te preparas para la vida profesional, la lectura te traerá grandes beneficios y, al fin, establecerá la superioridad que hay con otro profesional que posea el mismo título, pero que no ha leído tanto. La lectura agudiza el pensamiento reflexivo, te forma un criterio propio, amplía el lenguaje social y el académico, te concede facilidad de palabra al hablar en público, y ejercita la memoria.
Quizá te estás preguntado qué hacer para que la lectura se torne en una actividad diaria. En primer lugar, decide apartar tiempo para leer cada día, luego elige un tema que te interese y del que deseas saber más. Puede ser informática, salud, astronomía, pasatiempos, deportes, literatura, arte, etc. Luego, procura cumplir con el tiempo de lectura, sin permitir distracciones.
El apóstol Pablo conocía los beneficios de la lectura comprensiva, por eso le aconsejó a Timoteo, su hijo en la fe, que se ocupara en leer mientras él estaba ausente. Esa lectura no sería la de cualquier obra predilecta, sino la del Libro de los libros: la Biblia, la palabra inspirada de Dios.
Nuestro Creador desea que crezcamos en todas las áreas que reflejan su imagen, y la lectura nos ayuda a entrenar el intelecto. Un cristiano consagrado y capacitado intelectualmente será de más utilidad para la expansión del evangelio que aquel que solo se entregó a Dios pero no dedicó tiempo a cultivar sus facultades cognitivas. Por eso no dejes pasar más tiempo, comparte diariamente algún tiempo con los libros, y muy pronto verás los buenos resultados.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

ERES O NO ERES

Hermanos míos, ¿puede la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede hacer agua salada y dulce. Santiago 3:12.

Diego se despertó jadeando. Había tenido pesadillas toda la noche. Al amanecer el nuevo día y mirarse en el espejo, vio las marcas de una noche mal dormida. Hace tiempo que Diego vivía un tormento; y sabía que era necesario cambiar de rumbo. Se quedaba hasta altas horas de la noche mirando películas de terror. Después, esas imágenes volvían a su inconsciente durante las horas de reposo, y dificultaban su descanso.
Pero, la angustia de Diego iba más allá. Como el apóstol Pablo, se arrodillaba muchas veces y clamaba a Dios: "¿Por qué hago el mal que no quiero y el bien que deseo, no puedo?"
El versículo de hoy trae la respuesta. ¿Puede una fuente emanar agua salada y dulce al mismo tiempo? La respuesta es obvia. Eres lo que lees, oyes y miras. Son los mensajes que colocas en tu mente los que alimentan a la naturaleza de Cristo o a la naturaleza pecaminosa, que habitan dentro de ti. Si deseas andar en los caminos de Dios, tendrás necesariamente que alimentar a la naturaleza de Cristo.
La incoherencia, en el comportamiento de Diego, era que anhelaba ser un buen cristiano, alimentando a la naturaleza mala. En el momento del accionar, su mente decía una cosa, teóricamente sabía qué camino seguir; pero, el cuerpo lo llevaba a andar por senderos extraños.
Si eres higuera, afirma Santiago, producirás higos. Pero, la tragedia de muchos es que, siendo higuera, quieren producir aceitunas. Y eso no funciona; es contrario a la naturaleza.
Haz de hoy un día de revisión de tus fuentes. Coloca en tu mente mensajes que alimenten y edifiquen a la naturaleza de Cristo. Revisa tu biblioteca, la colección de tus discos o tus videos. Piensa en los lugares que concurres cuando navegas en Internet. En fin, hazte la vida cristiana más fácil.
Dios está siempre dispuesto a dar fuerzas al cansado. Nada hay que él no pueda hacer en tu vida, si con humildad lo buscas.
Antes de ir hacia tus actividades diarias, recuerda la pregunta de Santiago: "Hermanos míos, ¿puede la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede hacer agua salada y dulce".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón