Lugar: California, EE.UU.
Palabra de Dios: Marcos 14:22
¿Has sentido vergüenza alguna vez de orar en público? Por ejemplo, ¿alguna vez estuviste en un restaurante lleno de gente, y te sentiste incómodo por inclinar la cabeza y orar? Si te pasó esto, no estás solo.
Así era como Carlos se sentía a veces. Pero, una noche pasó algo que cambió todo eso. Carlos y su amigo Federico estaban en California, en un viaje de negocios, y decidieron ir a comer algo a una pequeña confitería. Mientras esperaban que les trajeran la comida, oraron por lo que estaban por comer. Cuando abrieron los ojos, la moza estaba esperándolos, con los platos de comida en la mano.
– ¿Estaban orando? -les preguntó en voz alta.
Las otras personas que estaban en el salón se dieron vuelta, para ver qué pasaba. La mujer les dijo que nunca había visto a alguien orando en esa confitería. Se quedó hablando con ellos un rato, y luego exclamó:
-Yo también soy cristiana… Bueno, lo era.
Luego, les explicó que ella había aceptado a Jesús como su Salvador cuando era adolescente, pero que, con los años, había perdido interés.
-Pero ¿saben qué? -les dijo-. Cuando vi que estaban orando, me sentí extrañamente emocionada.
Más tarde, esa misma semana, vio nuevamente a los dos hombres.
Les contó, entonces, que había comenzado a asistir a un grupo de estudio de la Biblia y que estaba planificando asistir a la iglesia, también.
No tienes que sentir vergüenza porque otros te vean orar antes de comer. No hay nada de malo en agradecer a Dios por el alimento que él ha provisto y pedirle que lo bendiga. Jesús lo hizo. “Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a ellos…” La próxima vez que te sientas un poco incómodo, recuerda esta historia y agradece a Dios.
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson