viernes, 10 de agosto de 2012

DULCES SUEÑOS


«Después el rey se fue a su palacio y se acostó sin cenar y sin entregarse a sus distracciones habituales; además, no pudo dormir en toda la noche» (Daniel 6:18).

Bueno, al parecer el rey tenía problemas para dormir. Haz algo: cuando termines de leer esto, lee el resto de la historia en el capítulo 6 del libro de Daniel. El rey Darío permitió que unos charlatanes hablaran con él y lo convencieran de hacer una ley absurda que terminó echando a Daniel en un foso lleno de leones hambrientos. Si alguna vez le hicieras algo así a uno de tus amigos, estoy seguro de que también tendrías problemas para dormir
¿Sabías que hay gente que tiene problemas para dormir todas las noches? Sufren de algo que se llama insomnio. Hay muchas razones por las que la gente no puede dormir, pero hoy quiero hablarte solo de una: las preocupaciones. A veces las personas no pueden dormir porque les preocupan las cosas que van a ocurrir, o cómo van a pagar sus deudas, o cómo van a salir de un problema en el que se han metido.
Dios quiere que sepas que él puede hacerse cargo de todos tus problemas. Eso es lo que mejor hace, porque él conoce todas las respuestas y soluciones posibles. Así que no pierdas tiempo preocupándote por las cosas de la vida que no puedes solucionan Deja que Dios se preocupe por ti, ¡y ten dulces sueños!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

SEGURIDAD


Dios es nuestro amparo y fortaleza nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar. (Salmo 46:1-2).

En algún momento todas hemos sido afectadas por el sufrimiento y la angustia. No sabemos por qué, pero sentimos en el interior de nuestro pecho una gran opresión que no sabemos definir: únicamente podemos decir que «se nos encoge el corazón». Sin embargo, en esos momentos el Señor nos dice que él es «nuestro amparo y fortaleza», y eso es cierto, ¡muy cierto!
Recuerdo que en cierta ocasión tuve a un hijo hospitalizado durante más de un mes. Fueron días de incertidumbre respecto a su estado de salud. La angustia que se siente no se puede explicar. Cada día, en medio del dolor, me levantaba muy temprano para orar. Un día tras otro le pedía a Dios por la salud de mi hijo, y experimentaba una sensación de seguridad y de confianza que me duraba el resto del día.
Job es uno de los personajes de la Biblia que más admiro. Dios permitió que lo perdiera todo para probar su fidelidad y verdaderamente demostró su gran amor por Dios. Sus amigos lo acusaron, su mujer llegó a despreciarlo, pero él continuaba firme porque sabía en quién había creído. A pesar de su gran sufrimiento tuvo fuerzas para levantar su voz y decir: «Yo sé que mi Redentor vive» (Job 19:25). Esas palabras deberíamos llevarlas muy dentro de nosotros para poder enfrentar los momentos de dolor y sufrimiento.
Se dice que la fe mueve montañas. Jesús mismo lo afirmó cuando sus discípulos le preguntaron por qué ellos no habían podido echar fuera al demonio que se había posesionado de un muchacho. Jesús les respondió que no lo habían hecho por su falta de fe. «De cierto os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: "Pásate de aquí allá", y se pasará; y nada os será imposible» (Mat. 17:20).
Cuando se empieza a construir un edificio, se deben preparar unos cimientos adecuados. Para nosotros la fe es el fundamento que sostiene nuestra vida. Nunca podremos superar las pruebas por nosotras mismas, ¡necesitamos a Dios, que es nuestro amparo y fortaleza!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Rosita Val

DECLARACIÓN DE (IN)DEPENDENCIA


Confía de todo corazón en el Señor y no en tu propia inteligencia. Proverbios 3:5

Hace algunos años, mientras los Estados Unidos de Norteamérica celebraba el bicentenario de su independencia, un grupo de jóvenes en Washington D.C. publicó una «Declaración de dependencia». En ese documento afirmaban que es necesario que todo joven para alcanzar su pleno desarrollo como persona, dependa de Dios, y que la vida únicamente tiene sentido cuando el ser humano la coloca en las manos de su Creador (Raymond Woolsey, Alegría matinal, p. 191).
¡Mejor, imposible! ¿Cómo podemos mostrar hoy una actitud semejante a la de este grupo de muchachos? Al reconocer que Dios, el Soberano de todo el universo, nos creó a su imagen y semejanza. Al creer que ese Dios nos ama tanto que entregó a su único Hijo para salvarnos.
Alguien podría decirte que al entregar tu vida a Dios estás renunciando a tu libertad. Pero, pregunto: de las cosas que de verdad valen la pena en esta vida, ¿cuáles pierde un joven que elige vivir dependiendo de Dios?
Por otra parte, ¿qué gana un joven que prefiere usar su cuerpo, su tiempo y sus recursos, por ejemplo, consumiendo drogas; o en relaciones sexuales fuera del matrimonio? De las cosas que verdaderamente valen en esta vida, no obtiene absolutamente nada. Lo que sí recibe es lo que nadie desea ni a su peor enemigo: enfermedad, frustración, pérdida de amigos valiosos, sufrimiento e incluso la muerte.
Sin lugar a dudas, la elección más sabia de tu vida consiste en acordarte de tu Creador «en los días de tu juventud» (Ecl. 12:1). Esta es la única clase de dependencia que vale la pena, porque aunque no sabes qué te reserva el futuro, sí sabes en manos de quien está el futuro.
¿Qué tal, entonces, si a partir de este momento entregas a Dios tu vida: tus sueños, tus proyectos personales, tus problemas, tus dudas, y le permites que la dirija según sus divinos propósitos? La cita que sigue da una excelente razón para esto:
«DIOS NO GUÍA JAMÁS A SUS HIJOS DE OTRO MODO QUE EL QUE ELLOS MISMOS ESCOGERÍAN, SI PUDIERAN VER EL FIN DESDE EL  PRINCIPIO» El ministerio de curación, p. 380.
Señor, ayúdame a confiar en ti de todo corazón, y no a depender de mí propia inteligencia.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

MUCHAS MANERAS DE DAR TESTIMONIO


«Tuya es, Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos» (1 Crónicas 29:11).

Hay muchas maneras de confesar a Cristo. Algunas no son públicas, sino personales. «¿Confesáis a Cristo en la manera como gastáis los medios que él os ha confiado? [...] Si Cristo recibiera lo que le pertenece en diezmos y ofrendas, no quedaría tanto para ser empleado en egoísmo, en baratijas y adornos. Ni se gastaría en vestidos, en excursiones de placer, en fiestas o en banquetes. Podemos confesar a Cristo al no realizar preparativos extraordinarios para las visitas; podemos negarlo haciendo una preparación más que común, que toma un tiempo que en verdad pertenece al Señor. [...] Antes de iniciar una diversión para la gratificación del yo, preguntaos lo siguiente: ¿No es este el tiempo que le pertenece a Dios, y su dinero, el que yo estoy gastando sin necesidad? Abrid vuestro libro de cuentas y ved cómo están vuestras cuentas con Dios, con vuestra casa y con el mundo» (Nuestra elevada vocación, p. 194).
«Todo lo que se oponga al fruto del Espíritu, o a la obra de Dios que separa a su pueblo del mundo, es una negación de Cristo, cuyas palabras son: "Todo aquel que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios"» (Testimonios para la iglesia, tomo 5, «El espíritu del mundo es una trampa», p. 413).
Si confesamos a Cristo ante los hombres, él nos confesará ante Dios y los ángeles. Además de que sufrió por nosotros y que tenemos que beneficiarnos de su sufrimiento, confesará que nosotros hemos sufrido por él y que su reino y sus intereses en la tierra avanzaron con nuestro sufrimiento.
«Cristo está pronto a venir en gloria; y cuando su majestad se revele, el inundo deseará haber tenido su favor. En ese momento, todos desearemos un lugar en las mansiones celestiales. Pero los que no confiesen a Cristo ahora en palabra, en vida, en carácter, no podrán esperar que él los reconozca delante de su Padre y de sus ángeles santos» (En los lugares celestiales, p. 287).
Señor, haz que pueda ser testigo tuyo en cada momento de mi vida. Basado en Lucas 12:8,9

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill