Lugar: Dakota del Norte, EE.UU.
Palabra de Dios: Apocalipsis 1:5
El señor Morales miró por el espejo retrovisor, y vio luces azules que brillaban detrás de él. Con un gemido, salió del camino y se tuvo. Miró cómo el policía estacionaba detrás de él, salía de su auto y se acercaba a la ventana de su lado.
— Licencia de conducir y registro del auto, por favor —ordenó el policía—. Usted no se detuvo en la señal de Pare, unos ochocientos metros más atrás.
El señor Morales no tenía nada que decir en defensa propia; sabía que había pasado por alto la señal. Sin decir una palabra, le entregó los documentos al policía y esperó, mientras el oficial fue hasta su auto y completó el formulario de la multa.
Un par de minutos más tarde, el policía estaba de vuelta.
— Esto le costará 25 pesos o medio litro de sangre. ¿Qué prefiere? Un poco sorprendido, el señor Morales preguntó: —¿Medio litro de sangre? ¿Usted quiere sangre, por haberme pasado una señal de pare?
Sí, era una opción poco común. Pero, eso fue lo que el juez de la corte municipal decidió hacer en el año 1974, para atender la falta de sangre en ese pueblo. Los que eran culpables de violaciones de tránsito menores podían optar por dar sangre al banco local de sangre.
Dar sangre para pagar por un error no era un concepto nuevo ni siquiera en ese entonces; de hecho, ha existido durante miles de años. En el Antiguo Testamento, cuando el pueblo de Dios pecaba debía sacrificar animales, como una ofrenda por el pecado. La sangre de los animales representaba la sangre que Jesús derramaría sobre la cruz muchos años más tarde. Él pagó la condena por nuestra maldad. En lugar de nuestra sangre, fue su sangre.
El libro de Apocalipsis dice que demos toda la alabanza “al que nos ama [Jesucristo] y que por su sangre nos ha librado de nuestros pecados”.
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson