«Les serví a los recabitas jarras y copas llenas de vino,y les dije: "¡Beban!" Ellos me respondieron: "Nosotros no bebemos vino"», Jeremías 35:5,6.Cierto día el profeta Jeremías recibió un mensaje del Señor: «Ve a la casa de los recabitas, e invítalos para que vengan a una de las salas de la casa del Señor, y ofréceles vino». Como que era una orden un poco rara de parte del Señor, ¿no te parece? Jeremías se preguntaba para qué quería que le ofreciera algo así a esa familia, bien conocida por no beber vino. Pero si era Dios quien ordenaba, tenía que obedecer. Entonces fue a buscar a Jazanías y a todos sus hermanos con sus familias y los invitó a la casa del Señor.Los recabitas llegaron a la cita con el profeta, cuando entraron a la sala del templo, vieron la mesa lista; había jarras y copas rebosantes de vino. Jeremías dijo a sus invitados que bebieran todo lo que desearan, por eso los había invitado.¿Qué se proponía el profeta? ¿Acaso no recordaba que ellos no consumían esa clase de bebidas? Respondieron entonces: «Perdón, pero nosotros hicimos una promesa a nuestro padre y debemos cumplirla. Nunca beberemos vino, ni los hombres, ni las mujeres, mucho menos los niños».A Dios le agradó la respuesta de los recabitas, y los bendijo. Los puso como ejemplo ante el pueblo de Israel. No quebrantaron el compromiso que habían hecho. Cuando hagas una promesa a Dios, cúmplela, y verás que te va muy bien.Tomado de meditaciones matinales para menoresConéctate con JesúsPor Noemí Gil Gálvez
El amor no hace mal al prójimo; asi que ti cumplimiento de la Ley es el amor. (Romanos 13:10).La noticia era tan escalofriante que costaba asimilarla: una abuela había encerrado a su nieto en el baño, lo había rociado con alcohol y le había prendido fuego, cerrando la puerta para que no pudiera escapar. ¿Qué pudo impulsar a aquella mujer a realizar un acto tan horrendo? Su hijo se había separado y la madre del niño, temiendo por la seguridad del pequeño, había obtenido una orden de alejamiento para la familia paterna. La abuela, buscando venganza, acabó con la vida del que era también hijo de su hijo, y su propio nieto.Historias como esta nos hacen temblar. Dios creó al ser humano para que manifestara amor, un amor que no hiciera mal al prójimo, un amor que revelara el cumplimiento de su ley en la humanidad. ¿Por qué, entonces, escuchamos noticias de tan enorme crueldad? Porque el ser humano se ha alejado de Dios, por tanto todo lo que hace no está dirigido por su Espíritu.Cuando dejamos de mirar a Cristo y miramos atrás, aunque solo sea un momento, sale a la superficie lo malo que hay dentro de nosotros, nuestra naturaleza pecaminosa. Aunque el humanismo nos haya querido hacer creer que en nosotros se encuentra la capacidad de llevar a cabo nobles tareas, y que podemos amar porque somos dueños de nuestras emociones, lo cierto es que no es así.¿Te parece que las acciones de esta abuela fueron motivadas por un odio hacia ese niño indefenso o que fueron consecuencia de hallarse lejos de Dios? ¿No será más bien que esa lejanía del Dios de amor es la que nos impide realizar acciones nobles, la que impide que sean transformados los impulsos del corazón? La mano del padre que se levanta para golpear a su hijo o la madre que no cumple sus responsabilidades, no son más que una muestra de lo que hace todo ser humano separado de Dios.No te separes de Jesús. Él es el único que puede darte fuerzas para enfrentar las adversidades de la vida y controlar los impulsos de tu corazón.El amor es la sabia que corre por un árbol que da verdaderos frutos.Tomado de meditaciones matutinas para mujeresDe la Mano del SeñorPor Ruth Herrera
Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. Juan 15:15.Hasta hace un par de siglos era común que la clase más rica y adinerada tuviera siervos o esclavos para atender los quehaceres domésticos. Estos siervos formaban parte del patrimonio familiar de su amo, sus hijos nacían como esclavos, y en algunos casos, sus amos les buscaban esposo o esposa.La servidumbre debía soportar maltratos, gritos, insultos y eran muy pocos los derechos que los protegían. Dentro de la nación hebrea, un hebreo no podía ser esclavo de otro, pero cuando se conquistaba a otra nación, parte del botín incluía repartir y vender siervos entre los más pudientes. Pero aunque los israelitas no se consideraban esclavos de nadie (Juan 8:33), cuando Jesús llegó al mundo, formaban parte de una provincia romana y sus rebeliones eran sofocadas violentamente por el Imperio.El siervo no tenía ni voz ni opinión en las decisiones de su amo. Si el amo quería lo vendía, si consideraba que había realizado mal su trabajo lo castigaba, y todo lo que el amo le pedía al siervo tenía la fuerza de una ley. Los esclavos no contaban con mayor protección que las de las circunstancias, y toda su vida consistía en trabajar, alimentarse y reproducirse.En el entorno israelita, ser considerado o tratado como siervo era sumamente humillante. Por esta razón, al llegar los doce al aposento alto y ver que no había nadie para desempeñar las labores de la servidumbre, ninguno de ellos tomó la iniciativa de servir. Si cada uno de ellos quería el lugar más importante en el gobierno que formaría el Mesías, no podían rebajarse a lavar los polvorientos pies de sus compañeros.Jesús, el Maestro y Señor, se humilló y tomó la toalla y el lebrillo. No lo hizo como siervo, ya que ellos no lo consideraban así, sino como amigo. Incluso los discípulos, no eran tenidos como siervos "porque el siervo no sabe lo que hace su señor", sino que eran considerados amigos, porque se les había revelado la voluntad del Padre. Ante la vista del Señor no había privilegios ni privilegiados, todos eran amigos y ellos debían considerarse así unos a otros.Hoy, nosotros también formamos parte de los amigos de Jesús, porque a través de su Palabra nos fue revelada la voluntad de Dios. Por su gracia tenemos luz en abundancia para conocer lo que él espera de nuestra vida y cuál será el destino de este mundo de pecado. ¡Qué privilegio el de ser considerados amigos de Dios! No sigas con las actividades de este día sin antes agradecerle a tu Amigo por tratarte como tal.Tomado de meditaciones matinales para jóvenesEncuentros con JesúsPor David Brizuela
En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él. Efesios3:12.¿A Iguna vez has pasado por la dolorosa experiencia de ser rechazado? O, peor aún, ¿entraste en algún lugar sin haber sido invitado, y tuviste miedo de ser descubierto y expulsado?La seguridad es una de las necesidades básicas del ser humano. El niño necesita sentirse seguro, para tener un desarrollo equilibrado. La vida sin seguridad es una permanente sensación de ausencia. Ausencia de alegría, de plenitud, de realización. Ausencia de la propia vida.Te sientes ajeno, extranjero, peregrino. Nada te pertenece ni perteneces a nadie. Eres, sin ser. Existes sin vivir. Te perturba la pregunta inconsciente: "¿Para qué estoy en este mundo? ¿Qué hago aquí? ¿De dónde vengo y adonde voy?"El versículo de hoy trae una de las más bellas promesas de seguridad. Pablo, escribiendo a los efesios, les promete seguridad y acceso. Les asegura que ya no es necesario andar por la vida sintiendo que no tienen derecho a nada. Acceso. ¿Entiendes? Puedes entrar; las puertas están abiertas para ti. ¡Tienes derecho! Nadie te va a preguntar: "¿Por qué estás aquí?"A pesar de que la promesa divina que Pablo presenta se refiere a la seguridad y el acceso a la vida eterna, es válida también en cuanto a los desafíos que esta vida te presenta. Para vencer, necesitas de un corazón seguro, y no hay seguridad interior si Jesús no está presente. Una de las cosas maravillosas que Jesús hace es colocar en orden tu mundo interior: limpia lo que tiene que ser limpiado; arregla lo que tiene que ser compuesto; quita lo que tiene que ser retirado. En fin, instala paz en tu corazón; retira de tu vida la permanente sensación de culpa, que te paraliza e imposibilita de alcanzar la victoria en cualquier área de la vida.Inútilmente, el ser humano trata de armonizar su mundo interior, echando mano de los recursos de disciplinas existencialistas. Eso que la nueva era llama "armonía interior" no es otra cosa sino la paz que Jesús promete a quienes reconocen su insuficiencia y lo buscan. En Jesús, y solo en Jesús, desaparecen los miedos y los temores. En él no hay más lugar para la inseguridad. En Jesús, tenemos acceso. Por eso, hoy, recibe inspiración para una nueva jornada, pensando en las palabras de Pablo: "En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él".Tomado de meditaciones matinales para adultosPlenitud en CristoPor Alejandro Bullón