En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados (1 5. Juan 4: 10).
Quién no ha experimentado el rompimiento de una relación? Sin duda no serás la excepción, f lay relaciones rotas que duelen más que otras, pero en fin, duelen. En una oportunidad viví el rompimiento de la comunicación con una persona muy amada, debido a asuntos que ella no entendía muy bien y, pues, su actitud fue de rechazo hacia mí. Pensé que como no era culpable lo mejor sería ignorar la situación, hacerme como que no pasaba nada o simplemente seguir con mis actividades cotidianas. Esperaba, y con razón, que esta persona fuera la que diera el primer paso, que reconociera su falta y, por supuesto, me pidiera perdón. ¡Qué errada estaba! Si Dios hubiese actuado así conmigo no tendría el privilegio de ser su hija. Dios no fue indiferente cuando el ser humano rompió la amistad con él, ni dejó que pasara el tiempo esperando a que el hombre pidiera perdón. El que no tenía culpa dio el primer paso para restaurar lo que se había roto. Se humilló, se hizo uno con nosotros, tornó nuestra culpa. Fuimos importantes para él, por eso nos perdonó y a través de su Hijo proveyó la opción de una vida mejor. Nos corresponde, pues, como hijos de Dios tomar la iniciativa y seguir su ejemplo. Precisamos de personas que estén dispuestas a amar cuando las condiciones no lo permitan; que tengan la disposición de brindar cariño, bajo toda prueba, a una humanidad sedienta de amor y perdón, igual que lo hizo Dios por mí y por ti, porque amar es perdonar. Yo di el primer paso. Fui en busca de esta persona. Hice lo que Dios esperaba de mí. Por ello, hoy disfruto de su cariño y ahora tenemos el gozo de relacionarnos bien. Finalmente ella me pidió perdón, pero ya no había nada que perdonar, pues el amor había obrado el perdón desde mucho antes. Si Dios amó y perdonó, ¿por qué no hacer lo mismo?
Quién no ha experimentado el rompimiento de una relación? Sin duda no serás la excepción, f lay relaciones rotas que duelen más que otras, pero en fin, duelen. En una oportunidad viví el rompimiento de la comunicación con una persona muy amada, debido a asuntos que ella no entendía muy bien y, pues, su actitud fue de rechazo hacia mí. Pensé que como no era culpable lo mejor sería ignorar la situación, hacerme como que no pasaba nada o simplemente seguir con mis actividades cotidianas. Esperaba, y con razón, que esta persona fuera la que diera el primer paso, que reconociera su falta y, por supuesto, me pidiera perdón. ¡Qué errada estaba! Si Dios hubiese actuado así conmigo no tendría el privilegio de ser su hija. Dios no fue indiferente cuando el ser humano rompió la amistad con él, ni dejó que pasara el tiempo esperando a que el hombre pidiera perdón. El que no tenía culpa dio el primer paso para restaurar lo que se había roto. Se humilló, se hizo uno con nosotros, tornó nuestra culpa. Fuimos importantes para él, por eso nos perdonó y a través de su Hijo proveyó la opción de una vida mejor. Nos corresponde, pues, como hijos de Dios tomar la iniciativa y seguir su ejemplo. Precisamos de personas que estén dispuestas a amar cuando las condiciones no lo permitan; que tengan la disposición de brindar cariño, bajo toda prueba, a una humanidad sedienta de amor y perdón, igual que lo hizo Dios por mí y por ti, porque amar es perdonar. Yo di el primer paso. Fui en busca de esta persona. Hice lo que Dios esperaba de mí. Por ello, hoy disfruto de su cariño y ahora tenemos el gozo de relacionarnos bien. Finalmente ella me pidió perdón, pero ya no había nada que perdonar, pues el amor había obrado el perdón desde mucho antes. Si Dios amó y perdonó, ¿por qué no hacer lo mismo?
Lorena P. de Fernández
Tomado de Manifestaciones de su amor
Tomado de Manifestaciones de su amor