Una hemorragia nos obligó a internar a nuestro hijo en un hospital en San Pablo. Después de cinco días de sufrimiento, descubrieron la causa del sangrado: se había reventado una arteria en el intestino delgado. Wesley estaba muy débil y ya no se podía poner de pie. Los médicos hacían todo lo que podían, pero nosotros queríamos que la situación se resolviera rápidamente: queríamos que la hemorragia se detuviera. Recibió una trasfusión y fue remitido a la sala de cuidados intensivos. La salud de nuestro hijo estaba en las manos de Dios, y sabíamos que muchos hermanos de iglesia estaban orando por él. Verlo sufrir ante nosotros nos dolía, especialmente cuando no había nada que pudiéramos hacer.
Comencé a pensar: Este hospital ¿tiene los recursos necesarios para hacerse cargo de esta situación? Cuando interrogué a uno de los médicos, me aseguró que el hospital estaba bien equipado; sin embargo, no confié completamente en su respuesta. Mi familia, con el deseo de ayudar, había hecho los preparativos para transferirlo a otro hospital. Sin embargo, la decisión final la tomaría yo.
Pensé: Mis hijos nacieron en este hospital... me realicé varias cirugías aquí... de hecho, en este hospital todo se realiza con una oración. ¡Qué decisión difícil! ¿Llevar a mi hijo a un hospital con mejores recursos pero sin oración o dejarlo en este hospital modesto donde la oración tiene un papel protagónico? ¿Cómo decidir?
Me sentía frustrada y pensé: ¡Cómo me gustaría que Dios bajara y me dijera qué hacer! ¡No quiero cometer ningún error! En ese momento escuché la voz de Dios que me decía: "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios". ¡Qué paz sentí! No tenía dudas de que mi hijo estaba en las manos de Dios, al cuidado de médicos calificados por él. ¡No sería transferido! El doctor realizó la cirugía con todo éxito al día siguiente. Actualmente, mi hijo es una persona sana y ha terminado sus estudios en leyes. Tiene un buen trabajo y pronto se casará. Pero, lo más importante de todo es que es feliz en Jesús. Pon tu dudas, temores y preocupaciones en las manos de Dios. Él siempre tiene cuidado de nosotras.
Comencé a pensar: Este hospital ¿tiene los recursos necesarios para hacerse cargo de esta situación? Cuando interrogué a uno de los médicos, me aseguró que el hospital estaba bien equipado; sin embargo, no confié completamente en su respuesta. Mi familia, con el deseo de ayudar, había hecho los preparativos para transferirlo a otro hospital. Sin embargo, la decisión final la tomaría yo.
Pensé: Mis hijos nacieron en este hospital... me realicé varias cirugías aquí... de hecho, en este hospital todo se realiza con una oración. ¡Qué decisión difícil! ¿Llevar a mi hijo a un hospital con mejores recursos pero sin oración o dejarlo en este hospital modesto donde la oración tiene un papel protagónico? ¿Cómo decidir?
Me sentía frustrada y pensé: ¡Cómo me gustaría que Dios bajara y me dijera qué hacer! ¡No quiero cometer ningún error! En ese momento escuché la voz de Dios que me decía: "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios". ¡Qué paz sentí! No tenía dudas de que mi hijo estaba en las manos de Dios, al cuidado de médicos calificados por él. ¡No sería transferido! El doctor realizó la cirugía con todo éxito al día siguiente. Actualmente, mi hijo es una persona sana y ha terminado sus estudios en leyes. Tiene un buen trabajo y pronto se casará. Pero, lo más importante de todo es que es feliz en Jesús. Pon tu dudas, temores y preocupaciones en las manos de Dios. Él siempre tiene cuidado de nosotras.
Elza. C. dos Santos
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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