«¿Para quién serán los oyes? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas sin razón? ¿Para quién los ojos enrojecidos? Para los que no dejan el vino, para los que van probando mixturas» (Proverbios 23:29, 30, RV95).
¿Alguna vez te has caído al caminar? Yo sí me he raspado las rodillas y me he cortado en los brazos. Me ha salido sangre. ¿Sabes por qué hasta las heridas más pequeñas a veces dejan fluir mucha sangre? El cerebro ordena a los vasos sanguíneos que se abran y que la sangre fluya rápidamente. Cuanta más sangre fluye, más células blancas se apresuran hacia el lugar del problema. ¿Alguna vez has visto a alguien con los ojos enrojecidos? Eso ocurre porque los vasos sanguíneos se abren y dejan fluir sangre hacia el globo ocular. Los ojos pueden enrojecerse cuando entran en contacto con cosas como el humo o el polvo, pero también pasa cuando la gente toma alcohol, como dice el versículo de hoy.
Esto nos habla de la importancia de mantener nuestro cuerpo libre de venenos como el alcohol. El alcohol es sumamente dañino. Lee el versículo de hoy nuevamente y entenderás lo que estoy diciendo. Nuestros cuerpos y la Palabra de Dios nos pueden enseñar muchas lecciones. La lección de hoy es que debemos permanecer alejados del alcohol.
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush