sábado, 31 de marzo de 2012

AHORA VEO CLARAMENTE


«Dios concedió a Salomón mucha sabiduría e inteligencia, y una comprensión tan abundante como la arena que está a la orilla del mar» (1 Reyes 4:29).

¡Mira que era sabio Salomón! Tenía una sabiduría tan abundante como la arena del mar.  Nosotros no sabemos exactamente cuánta arena hay a la orilla del mar pero puedo contarte algo interesante sobre una clase de arena especial que se llama sílice.
La arena de la playa está compuesta por millones de pequeñas partículas de piedra. La sílice, que está compuesta principalmente de cuarzo (un tipo de piedra muy hermosa) se usa para fabricar vidrio. Así como lo oyes, uno de los ingredientes de los vidrios de las ventanas es la arena. La sílice es calentada a altas temperaturas y después enfriada rápidamente. Así es como se hace el vidrio.
A veces los problemas de la vida son como la arena, parecieran ser demasiados, pero Dios puede darnos sabiduría para enfrentarlos. A veces no podemos ver más allá de los problemas, pero Dios puede tomar cualquier situación oscura y hacerla clara como el vidrio.
Pídele a Dios que te dé una dosis de su sabiduría para que puedas ver claramente la necesidad de depender totalmente de él.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DEPOSITANDO EN EL BANCO DEL HOGAR

Por esto causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo (de quien toma nombre toda familia en los ríelos y en la tierra) (Efesios3: 14-15). 

La familia representa algo preciado para Dios. Es una de las dos instituciones maravillosas que el Señor instituyó en la misma Creación. Al colocarlas una al lado de la otra ha permitido que el sábado proporcione reposo y renovación a la familia. Sus miembros serán renovados y restaurados cuando se acerquen al Creador y con cánticos de alabanza y de gozo lo adoren participando de una plena comunión con él. 
Cuando el Señor instituyó el matrimonio, estaba seguro de que era la forma más perfecta y armoniosa para que se extendiera la semilla del evangelio. Dios consideró que las familias de sus hijos proclamarían los preceptos divinos al poner en práctica los dictados de su Palabra. Al vivir de acuerdo a los preceptos del evangelio sus hijos alcanzarían ideales más nobles y elevados. 
En la sociedad actual se ha dejado de creer en la institución del matrimonio, en el amor, e incluso en la unidad familiar. Ahora está más bien de moda pregonar la inmoralidad y los valores opuestos a dichos conceptos e instituciones, inculcándolos a niños y jóvenes a través de los medios de comunicación, e incluso en las mismas escuelas. 
Hemos de luchar contra las adversidades, permitiendo que en nuestras vidas brille el sol de la esperanza. Nos corresponde sentirnos animadas para escalar las montañas de las dificultades, y al mismo tiempo arrodillarnos a diario con fe frente al altar familiar para presentar a nuestra familia ante Dios. 
Elena G. de White nos dice: «Una familia bien ordenada y disciplinada influye más en favor del cristianismo que todos los sermones que se puedan predicar. Una familia así prueba que los padres han sabido seguir las instrucciones de Dios y que los hijos le servirán en la iglesia. [...] La mejor prueba de cristianismo en un hogar es el carácter desarrollado por su influencia. Los actos hablan en voz más alta que la profesión de piedad más firme. 
«Nuestra tarea en este mundo [...] es ver qué virtudes podemos enseñar a nuestros hijos y nuestras familias a poseer, para que ejerzan influencia sobre otras familias y así podamos ser un poder educador aunque nunca subamos al estrado» (El hogar Cristiano, cap. 4, p.32). 
Señor, permite que nuestras familias puedan vivir un evangelio vivo y atractivo para aquellos que nos rodean. 

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer 
Una cita especial 
Textos compilados por Edilma de Balboa 
Por Lidia de Pastor

«HAZ CLIC»

Por eso, todos nosotros [...] somos como un espejo que refleja la gloria del Señor. 2 Corintios 3:18.

¿Sabes lo que significa la palabra «icono»? Si la buscas en un diccionario, encontrarás que dice «representación pictórica», «imagen», o «símbolo». Y para encontrar ejemplos solo tienes que encender tu computadora. O quizás, lo que es más fácil aún, basta con que yo diga Internet Explorer, o Adobe, o Microsoft Word, o Google, para que en tu mente aparezca el icono de ese programa, o buscador, o antivirus, o lo que sea. 
Hace algún tiempo leí un interesante artículo donde su autor, David Edgren, preguntaba al lector: «¿Qué icono seleccionarías para representarse a ti mismo?». La pregunta me dejó pensando: ¿Qué imagen escogería yo? Quizás un libro, porque me gusta mucho leer. O tal vez una pelota de béisbol o de basquetbol, mis deportes favoritos. O una manzana, mi fruta preferida. ¿Y cuál escogerías tú? ¿Qué icono representaría mejor tu persona? 
Luego el autor se tornó más personal. Preguntaba al lector qué información aparecería al hacer clic en su icono particular. Con esa sugerencia me dejó preocupado. «Si alguien hiciera clic en mi icono —me pregunté— ¿qué información aparecería al abrirse el programa?» ¡Vaya! Que con solo hacer clic la gente pueda saber cuáles son mis gustos, pasatiempos, aspiraciones, secretos... (Signs of the Times [Señales de los tiempos], mayo de 2008, pp. 28, 29). 
¿Te imaginas? Menos mal que en la vida real solo Dios tiene esa facultad de leer» todo lo que hay en tu mente y en la mía. Ahora bien, que Dios pueda leer lo que hay en nuestro corazón, ¿es una buena o mala noticia? Serían malas si Dios usara esta información para andar por ahí chismeando lo malo que hacemos. Pero no es así. Nuestro Padre celestial solo espera que, arrepentidos, confesemos nuestras faltas para limpiarnos del «virus» del pecado. Para ello dispone del «antivirus» más poderoso del universo: la preciosa sangre de su Hijo Jesucristo. 
¿Qué te parece si, ahora mismo, le pides a Dios que la sangre de Jesús te limpie de todo pecado? Si lo haces de corazón, quedarás tan limpio que si alguien «hiciera clic en tu icono», vería a una persona transformada por el poder del Señor Jesucristo.
Ayúdame, Señor a reflejar, como un espejo, tu gloria. 

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes 
Dímelo de frente 
Por Fernando Zabala

DIGA PALABRAS DE PAZ

«Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas» (Zacarías 8:16).

Ignoramos su nombre. La conocemos como «la suegra de Pedro». Con toda seguridad, fue una mujer piadosa por varias razones: una de ellas es que fue capaz de educar a la que sería la esposa del impetuoso Pedro. 
Simón Pedro era un hombre rudo, áspero, fuerte, impetuoso, emotivo, inestable y de palabra franca. Con estas palabras se podría describir al Pedro anterior a su conversión. Pedro fue quien se negó a que el Señor le lavara los pies, quien le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote, quien quiso andar sobre las aguas y quien negó a su Señor. 
Pero después de su conversión, fue Pedro quien acudió al sepulcro vacío; fue él a quien Jesús perdonó tres veces; el primero en declarar que Jesús era el Cristo, el hijo del Dios viviente. Fue Pedro quien arrojó la red en el lugar donde sugirió Jesús; fue él el autor de varios libros del Nuevo Testamento; y quien predicó en el día de Pentecostés. La suegra de Pedro tuvo que haber inculcado en su hija unos valores y un discernimiento que la capacitaran para ser la gema en bruto de un áspero pescador como Simón Pedro. 
Es más que probable que Pedro estuviera fuera de casa durante largos períodos de tiempo. Quizá por esa razón la suegra de Pedro vivía con ellos. Además, era costumbre que los padres vivieran con sus hijos mayores. Por la razón que sea, vivía en casa de Pedro y era bien recibida. Con toda seguridad tuvo que aprender a controlar la lengua y a no tomar partido en las discusiones. Sin duda alguna, la adornaban la diplomacia y la cortesía. Es probable que no fuera exigente y tampoco se compadeciera de sí misma. En lugar de ser una carga, ayudaba en lo que podía. De hecho, el día que enfermó se encontraba colaborando con Jesús y sus discípulos. Era una pacificadora. 
Si usted se encuentra atrapado entre la juventud y la independencia de antaño y la ancianidad actual, porque necesita un poco de ayuda, sea pacificador. Sepa que en el cielo se registran sus esfuerzos. «Por lo tanto, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación» (Rom. 14:19). Basado en Mateo 8: 14,15. 

Tomado de Meditaciones Matutinas Tras sus huellas, 
El evangelio según Jesucristo
 Por Richard O´Ffill