martes, 14 de febrero de 2012

¡DEJA DE RASCARTE!

«Esta es la ley respecto a cualquier tipo de infección cutánea» (Levítico 14:54).

¡Qué picazón! No puedo dejar de rascarme. Si alguna vez has participado en una caminata por la montaña, seguramente sabes lo que es que te pique algún insecto o que te salga una erupción por haber tocado alguna hierba venenosa. Según nuestro versículo de hoy, los israelitas también tenían esta clase de problemas.
Cuando un mosquito te pica o tocas una planta venenosa, recibes veneno en tu piel o dentro de ella. Ese veneno causa picazón. Al rascarte, la piel se pone roja y puede infectarse. Tu mamá y tu papá tal vez te han dicho que dejes de hacerlo, pero no es fácil dejar de rascarnos cuando algo causa tanta molestia. ¿verdad?
Hay cosas en la vida que también debemos dejar tranquilas y con las que no debemos meternos. Mentir es una de esas cosas. Decir una mentira pequeña nos lleva a otra, la cual lleva a otra, la cual lleva a otra. Lo mejor es no decir nunca la primera mentira. Así como debes ignorar la picazón y evitar rascarte, mantente alejado del engaño y nunca digas la primera mentira. Créeme, tu vida será mucho mejor le esa manera.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

MALOS Y BUENOS CONSEJOS

Te ruego que permitas que tu siena hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu siena (1 Samuel 25: 24).

Es un privilegio ser mujer, aunque en algunas partes del mundo las mujeres sean tratadas como seres inferiores y enfrenten grandes limitaciones para su desarrollo personal y su desempeño profesional. En términos generales la mujer del siglo XXI ha dado un gran paso en todos los sentidos en la mayor parte del mundo. En la actualidad apenas existen barreras para que las mujeres opten por la carrera que deseen cursar. Tampoco existen profesiones en los países desarrollados que sean exclusivas de los hombres, ya que por ley las puertas están abiertas para ambos sexos.
En la Biblia vemos a algunas mujeres que ejercieron su mi influencia sobre otras personas a través de buenos consejos. Por otro lado, los consejos de algunas de ellas no siempre fueron los mejores: Eva influyó sobre su esposo para que desobedeciera a Dios; Jezabel aconsejó mal a su esposo para que adorara ídolos y diera muerte a Elías, el profeta del Señor; la esposa de Job le dijo que maldijera a Dios y que luego se muriera.
Entre las mujeres que supieron dar buenos consejos y tomar decisiones apropiadas encontramos a Abigail, una dama que salvó a los miembros de su hogar del enojo de David. Notemos la impresionante declaración que ella le hace a David: «Jehová te ha impedido [...] vengarte por tu propia mano» (1 Sam. 25:26).
«Las palabras bondadosas son como rocío y suaves lluvias para el alma. La Escritura dice acerca de Cristo que se concedió gracia a sus labios, para que supiese "hablar en sazón palabra al cansado". Y el Señor nos ordena:
«Sea vuestra palabra siempre con gracia [...], a fin de dar gracia a los oyentes» (El hogar cristiano, p. 395).
Permitamos que en todo momento nuestras palabras tengan como objetivo el bien. Pregúntate: «¿Cómo afectan mis consejos a mis amigos y amigas, e incluso a mi esposo?».
Querido Padre, ayúdame para que mi influencia sobre las personas que me rodean sea positiva.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Nuvia Williams es licenciada en Educación por la Universidad Adventista de Centroamérica. Actualmente imparte clases de inglés en Guatemala. Está casada y tiene dos hijos.

EL AMOR IMPLICA TRABAJO DURO.

El amor [...] no es egoísta. 1 Corintios 13:4,5, NVI.

Ravi Zacharias, un conocido escritor, cuenta que en una clase universitaria el profesor abordó el tema del amor.
—Quiero que ustedes sepan —dijo a los estudiantes— que el amor implica trabajo duro.
A Zacharias no le pareció acertada esa opinión. Entonces pidió la palabra.
—Profesor —dijo—, no estoy de acuerdo con eso de que el amor implica trabajo duro.
Mirándolo fijamente, el profesor le respondió con otra pregunta:
—Ravi Zacharias, ¿estás casado?
—No, señor.
—Entonces ¿por qué no te callas la boca y te sientas? No tienes idea de lo que estás diciendo.
Varios años después de ese incidente, Zacharias, ya casado, escribió: «El profesor tenía razón. El amor implica trabajo duro. [...]. Es el trabajo en el que nunca tendrás derecho a vacaciones» (I, Isaac, Take Thee, Rebeban [Yo Isaac, te tomo a ti, Rebeca], p.31).
¿Tú qué piensas? Si estás enamorado o enamorada, es probable que ahora mismo te estés preguntando cómo se le ocurre al pastor Zabala incluir estas ideas en su matutina, en especial después de haber escrito un libro donde dice que se casaría de nuevo con su esposa.
Permíteme que te lo explique. Amar de verdad es difícil porque nuestra naturaleza es egoísta. No nos engañemos. ¿Qué quiere la persona que se casa? Quiere ser feliz. Quiere tener a su lado alguien que la atienda, le brinde seguridad, procure su bienestar, etc. El problema es que la pareja de esta persona también quiere las mismas cosas. ¿Cuál crees que será el resultado cuando en un matrimonio cada uno espera que el otro lo haga feliz? El resultado es la infelicidad.
La felicidad se logra cuando yo decido amar a mi pareja incondicionalmente; es decir, sin esperar que me ame. La felicidad es servir al otro, sin esperar que me sirva. En pocas palabras, implica casarse para hacer feliz a la otra persona, no para que ella me haga feliz a mí. Y esto implica trabajo duro.
¿Es imposible, entonces, la felicidad en el matrimonio? No, si le pedimos a Dios que nos ayude a amar a nuestra pareja de la misma manera que él nos ama: sin egoísmo, sin condiciones.
Lo maravilloso, y a la vez misterioso, es que cuando amas de esa manera, entonces también eres amado. Porque el amor engendra amor.
Señor Jesús, llena mi corazón de tu amor. Solo así podré amar de la manera que tú me amas: sin condiciones.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LAS BUENAS OBRAS NECESITAN UN BUEN CORAZÓN

«Amad, pues, a vuestros enemigos, haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los ingratos y malos» (Lucas 6: 35).

Hay muchas clases de buenas obras. Dar comida y ropa a los pobres es una buena obra. Visitar a las viudas y ayudar a los huérfanos son buenas acciones. Ayudar en la iglesia enseñando a los niños, trabajando con los conquistadores, como maestro de Escuela Sabática o sirviendo como diácono o anciano son también buenas obras.
Sin embargo, las obras verdaderamente buenas proceden de un buen corazón. Esta lista de buenas obras también la puede llevar a cabo una persona que, aunque sincera, todavía no ha entregado su corazón a Jesús.
Las verdaderas buenas acciones surgen de un corazón nuevo. Son el resultado de la obra del Espíritu Santo y reflejan el desarrollo de un carácter renovado. Además de ver el bien que hacemos, la gente tiene que ver que somos distintos del mundo. Además de nuestras obras, el mundo tiene que poder ver que Jesús habita en nosotros. Como él mismo dijo: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mat 5: 16).
Dar a los necesitados no debe ser regalar cualquier cosa que hayamos encontrado y que ya no nos es útil; esa acción debe proceder de la abnegación. Una persona abnegada pone a los demás en primer lugar. La autoindulgencia se fija primero en el yo. Muchas veces Jesús señaló a sus oyentes que los fariseos hacían buenas obras para impresionar a los demás.
Cuando era niño, si yo quería que mi madre hiciera algo especial para mí, me ofrecía a hacer algo por ella. Mi egoísta idea era que, si le hacía un favor, era más probable que luego ella accediera a mi petición. Tal vez usted haya tenido también la oportunidad de que alguien le haya hecho un favor. En consecuencia, quizá usted sintió que tenía que devolverlo, no porque usted quisiera, sino porque se sentía obligado.
Jesús dijo: «Haced bien y prestad, no esperando de ello nada; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo: porque él es benigno para con los ingratos y malos» (Luc. 6: 35, la cursiva es nuestra).
Hoy trate de hacer una buena obra, incluso si la persona a quien ayuda no se lo agradece. (Basado en Mateo 5:14-16).

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill