Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Einstein
Un rico comerciante judío trató con rudeza y desprecio a un anciano que viajaba en su mismo vagón de tren. Cuando llegaron al destino, en la estación se agolpaban multitudes esperando poder conocer a uno de los más eminentes rabinos de Europa. Para asombro del comerciante, el anciano del vagón resultó ser el afamado rabino. Avergonzado de su conducta y sintiéndose mal por haber perdido la oportunidad de hablar con un sabio, se abrió paso entre la multitud para pedirle perdón. “No soy yo quien debe perdonarte -dijo el rabino-. Debes pedir perdón a todos los ancianos del mundo”.*
A veces, por haber sacado conclusiones basadas en la generalización, nos perdemos oportunidades de establecer relaciones positivas y, lo que es peor, dejamos
pasar de largo el privilegio de ser hospitalarias y mostrar el amor de Dios. Los prejuicios son devastadores, por eso la Biblia nos exhorta: “No se olviden de ser amables con los que lleguen a su casa [o con los que se sienten a su lado en el tren, en la iglesia o en la consulta del médico], pues de esa manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles” (Heb. 13:2).
Un mediodía, “mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda de campaña”, vio a tres viajeros. “Al verlos, se levantó rápidamente a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y dijo: ‘Mi señor, por favor le suplico que no se vaya en seguida. […] Voy a pedir un poco de agua para que se laven los pies y luego descansen un rato bajo la sombra del árbol. […] Les voy a traer algo de comer para que repongan sus fuerzas antes de seguir su camino’ ” (ver Génesis 18). ¿Y si Abraham hubiera sentido rechazo hacia los extranjeros, los emigrantes, o simplemente los desconocidos? Lejos de ello, sin esperar a que le pidieran nada, Abraham se adelantó a las necesidades que sabía comunes a todo caminante y las suplió. ¡Eso es cristianismo! Y por eso este incidente está en la Biblia.
“Abraham no había visto en sus huéspedes más que tres viajeros cansados. No imaginó que entre ellos había Uno a quien podría adorar sin cometer pecado” (Patriarcas y profetas, cap. 12, p. 118). Qué diferente fue su actitud desprejuiciada a la del comerciante judío. Cada encuentro es una oportunidad para bendecir y ser bendecido. ¡No la desperdiciemos!
“No se olviden de ser amables con los que lleguen a su casa, pues de esa manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles” (Heb. 13:2).
* Michaet Hodgin, 1.001 More Humorous Illustrations for Public Speaking [1.001 ilustraciones más para presentaciones públicas] (Michigan: Zondervan, 1998), p. 70.
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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