martes, 10 de enero de 2012

NO TE CAIGAS

«En todo el valle de Sidim había muchos pozos de asfalto natural, y cuando los reyes de Sodoma y Gomorra quisieron escapar de la batalla, fueron a caer en los pozos. Los otros reyes escaparon a los montes» (Génesis 14:10).

Ten cuidado. Camina lentamente hacia el borde y observa. ¿Ves ese líquido negro que fluye hacia arriba? Es asfalto. ¿Sabes dónde vamos a vivir nuestra aventura de hoy? En el rancho La Brea, en Los Ángeles, Estados Unidos. Pero no hemos venido únicamente a ver la sustancia que colocan sobre las carreteras para que los carros circulen. Entremos a Museo George C. Page.
¡Mira todos esos huesos! Hay miles de ellos. De hecho, desde 1906, más de un millón de huesos han sido extraídos de los pozos de asfalto. Los huesos no se han descompuesto debido a que el asfalto consume muy poco oxígeno. Eso significa que los reyes que menciona el versículo de hoy y que cayeron ese día en el asfalto aún deben de estar ahí. ¡Qué asco!
Pero Dios también puede conservar algo para ti. La Biblia dice que Dios nos conserva en paz si confiamos en él. Puedes leer al respecto en Isaías 26:3. A nadie le gustaría caerse a un pozo de asfalto, pero si caemos en los brazos de Dios estaremos seguros. Él ha prometido conservarnos en paz.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA LUZ DIFERENTE

Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean y glorifiquen que está en los cielos (Mateo 5: 16).

La casa de al lado, que había estado vacía durante semanas, ahora tenía luz, por eso nos dimos cuenta de que alguien se había mudado a ella. Teníamos nuevos vecinos. Más tarde, cuando escuchamos voces infantiles, nos alegramos de saber que tendríamos más amigos para jugar.
Al día siguiente mi mamá fue a darles la bienvenida. Se quedó muy positivamente impresionada con ellos y nos dijo que se trataba de un pastor adventista y su familia, y que nos invitaban a que los acompañáramos aquel viernes por la noche. Cuando llegó el viernes fuimos a visitarlos.
Nuestros vecinos cantaron, leyeron la Biblia y nos contaron algunas historias a los niños. Después nos dieron galletitas que habían horneado para el sábado y nos permitieron participar en varios juegos bíblicos. Apenas podíamos creerlo: los nuevos vecinos no se parecían en nada a los anteriores.
Al despedirnos dijeron que podíamos volver todos vuestras hienas obras los viernes por la noche que quisiéramos para adorar con ellos. Nosotros, niños al fin, anticipábamos las galletitas y los juegos. Empezamos a conocer más acerca de Jesús, aunque mamá era la que más aprendía de todos nosotros. Un sábado nos dijo que iba a asistir a la iglesia de los vecinos y que nosotros podíamos acompañarla. Poco después declaró que había decidido bautizarse.
Mi papá, al principio, se reía de todo aquello, pero apoyó a nuestra madre en su decisión. Sin embargo, él afirmaba rotundamente que no se haría miembro de la Iglesia Adventista, puesto que era anglicano. Finalmente mi papá descansó en el Señor hace pocos años siendo un miembro fiel de la Iglesia Adventista. Nuestros vecinos le enseñaron pacientemente la importancia de obedecer a Dios y de guardar sus mandamientos, incluyendo el sábado.
Aquella luz que comenzó a brillar en la casa de al lado, a través de las palabras y de las acciones de nuestros vecinos, no pudo ser jamás apagada una vez que alumbró la vida de nuestra familia. Damos gloria a nuestro Padre celestial por el gozo y la paz que hemos encontrado en la salvación.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Shirnet Wellington Master en Educación

LOS CUATRO FANTÁSTICO – 3. LAS POSIBILIDADES

El camino de la vida es hacia arriba para el prudente. Proverbios 15: 24. RV95

John tenía apenas quince años cuando se dio cuenta de que muchos de los adultos que conocía se pasaban quejándose de lo que podrían haber hecho durante su juventud, pero que no habían hecho: «Oh, si yo hubiera estudiado cuando era joven», decía uno. «Oh, si yo no hubiera perdido tanto tiempo», decía otro. Entonces, John resolvió que él no cometería el mismo error. Un día se sentó a escribir una lista con las metas que trataría de alcanzar durante su vida. ¡Escribió 127 metas!
¿Y cuáles eran algunas de esas metas? Las clasificó en varias categorías:
- Explorar diez de los ríos más importantes del mundo (el Amazonas, el Nilo, el Congo, el Orinoco y otros).
- Escalar los picos más conocidos del planeta (el Everest, el Kilimanjaro, el Popocatépetl, el Aconcagua, el Ararat, el Vesubio).
- Visitar lugares de gran atracción turística (el canal de Panamá, la Gran Muralla China, las islas Galápagos, la torre Eiffel, la torre de Pisa, el río Jordán).
- Fotografiar las cataratas más imponentes (Niágara, Yosemite, Victoria).
- Logros personales: pilotear un avión, volar en globo, montarse en un elefante, tocar la flauta y el violín, lanzarse desde un avión en paracaídas, explorar las profundidades del mar, practicar el esquí acuático, escribir un libro, aprender varios idiomas, leer la Biblia completa, leer las obras de autores clásicos de la literatura universal, familiarizarse con las composiciones de los grandes de la música, practicar varios deportes, dar la vuelta al mundo, servir como misionero para su iglesia, etc.
Cuando cumplió 47 años, John Goddard había alcanzado 103 de las 127 metas. No está mal. Al momento de escribir sus 127 metas, todas eran solo posibilidades. Con el transcurso de los años, se convirtieron en realidades. ¿Cómo lo logró? Porque se propuso alcanzarlas una por una. Tenía razón Elena G. de White cuando escribió que «dando un paso después de otro se puede subir la más elevada cuesta y llegar al fin a la cima del monte» (Mensajes para los jóvenes, p. 33).
Por supuesto, antes de escalar una montaña, primero es necesario tener una montaña. Para lograr tus metas, primero necesitas tener metas. ¿Ya tienes tu lista de posibilidades?.
Señor, ayúdame la desarrollar la capacidad de pensar en términos de lo que es posible lograr con tu bendición y tu poder.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

DIOS NO HA OLVIDADO

«El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Ped. 3: 9).

A las 9:02 de la mañana del 19 de abril de 1995, un furgón de alquiler cargado con aproximadamente 2,300 kilos de fertilizante de nitrato de amonio, nitrometano y gasóleo estalló frente al edificio federal Alfred P. Murrah, en la ciudad de Oklahoma. Además de oficinas, el edificio también albergaba una guardería para los hijos de los empleados. Como resultado de la tremenda explosión, murieron 168 personas, de las cuales 19 eran niños. Más de ochocientas personas resultaron heridas. Años después, en el lugar se erigió un monumento en memoria de las víctimas.
Un año me invitaron a participar como orador en la asamblea de Oklahoma. Durante la semana, en uno de los intervalos de tiempo libre entre reuniones, un pastor me llevó a ver el monumento. La visita me causó una profunda impresión que aún perdura.
Entré en el monumento por una puerta en la que está grabado: «9:01». Allí donde una vez se levantaba el edificio ahora se extiende una explanada cubierta de hierba sobre la que hay 168 sillas de bronce y vidrio que se iluminan tras la puesta del sol. La calle que estaba enfrente del edificio ahora está cubierta por una lámina de agua que refleja el entorno. Salí del monumento a través de otra puerta en la que se lee: «9:03». La catástrofe tuvo lugar exactamente a las 9:02 de la mañana.
Mientras me alejaba, tenía los ojos bañados de lágrimas. Me di cuenta de que la destrucción de los impíos mostrará al universo que Dios no olvida los terribles actos que cometieron. Se hará justicia.
Los que se pierdan serán los que habrán rechazado salvarse. Habrán persistido en sus malos caminos. Quien, en su corazón, ha aceptado el don del arrepentimiento y desea ser salvo, se salvará por la gracia de Dios; incluso los hombres que fueron responsables de esa terrible explosión.
Nadie dejará de entrar al cielo por un centímetro, sino por varios kilómetros. Nuestro Dios es un Dios de misericordia y de salvación. «El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Ped. 3: 9). «¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?» (Heb. 2: 3). (Basado en Mateo 4: 19)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill