domingo, 20 de marzo de 2011

QUEBRANTADA

Se acercó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy caro, y lo derramo sobre la cabeza de Jesús. (Mateo 26:7 NVI).

Tu y yo tenemos la necesidad de llegar a Jesús derramando nuestra vida de par en par, siendo receptivas a la obra de! Espíritu Santo. ¿Eres capaz de derramar tu corazón ante Cristo para que él te enseñe y te corrija? ¿Puedes descubrir esos defectos en tu carácter que necesitan ser corregidos por él? Esta mujer derramó no solo el vaso de alabastro que llevaba en sus manos, sino su corazón. Lo dejó abierto para que Cristo pudiera hacer su obra en ella.

Con demasiada frecuencia sentimos lástima de nosotras mismas. Nos gusta que alguien nos ponga la mano en el hombro y nos dé ocasión de poder justificarnos, de dar veinte mil excusas para no sentirnos culpables. Pero la lástima no es un buen recurso para vencer en la vida. Recuerdo que cuando era pequeña y enfrentaba algún dolor físico, mi padre me decía: «Sé fuerte, el próximo te dolerá menos». Esas palabras las he repetido una y otra vez, no solo a mí misma, sino también a mis hijos. Cada obstáculo que salvamos, nos capacita más para vencer el dolor.
Enfrentar la vida es dejar a un lado la lástima y el victimismo. Muchas veces no acudimos a Cristo porque él, aunque nos ama, nos señala cosas que debemos corregir, defectos que a menudo han de ser eliminados bajo el crisol de un fuego abrasador. Cuando rogamos que Cristo venga, estamos pidiendo que apresure en nosotros el proceso de santificación. Por supuesto, al cielo no podemos ir con una vida tachonada de espinas, manchada por los pecados que no han sido confesados ni corregidos. Dios tiene como principal objetivo salvamos, por eso muchas veces, por nuestra propia actitud, se ve forzado a pasamos por la prueba.
Ante las pruebas y las luchas, no te amilanes, recuerda a aquella mujer que derramó su corazón, y Jesús le extendió su manto justificador. Derrama hoy tu vida en las manos del Salvador. Ahí obtendrás la victoria. Sea tu oración: «Señor, haz que derramar mi vida sea el nías exquisito perfume que puedo ofrecerte».

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

DECISIONES DE VIDA O DE MUERTE

Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte. Proverbios 14:12.

Hay decisiones que dejan una huella en la existencia. Elegir a la persona que será tu cónyuge, traer un hijo al mundo, y la carrera que se escoge, alterarán tu vida durante muchos años. Si elegiste bien, serás una persona dichosa y feliz; si elegiste mal, tendrás que sobreponerte a las malas consecuencias.
¿Qué sucedería si tuvieras que elegir entre tu pareja y la vida eterna? ¿Qué elegirías? En la teoría, y si no hay alguien a quien se ama de todo corazón, es fácil decir "la vida eterna", pero cuando el amor ya alcanzó cierta profundidad, no resulta tan sencilla la decisión.
Eso le pasó a la primera pareja. Adán y Eva se conocieron y casaron cuando todavía no había entrado el pecado al mundo. Sus sentimientos, su amor y su alegría eran frutos de la inocencia y la santidad que poseían. Todo lo que hacían y decían revelaba al Creador, y en todo momento sus actividades honraban a quien les había dado la vida.
Si bien tenían instrucciones precisas sobre el árbol de la ciencia del bien y del mal, Eva se aventuró a coquetear con el peligro. Sin tener una respuesta satisfactoria sobre por qué Dios les había prohibido el consumo de ese fruto, la serpiente pareció adivinar sus pensamientos e inició el diálogo. Poco a poco Eva fue perdiendo la confianza en las palabras de Dios y creyendo el engaño con mezcla de verdad que le ofrecía Satanás. Entonces comió del fruto prohibido.
Cuando Adán la vio llegar con el fruto en la mano, le dolió haber dejado sola a su esposa. Ella repitió el engaño que había escuchado de la serpiente, pero no logró convencer a su marido. El dilema para Adán no era creerle a Dios o creerle a la serpiente, sino obedecer a Dios o seguir el destino de "su" Eva. "Adán había gozado el compañerismo de Dios y de los santos ángeles. Había contemplado la gloria del Creador. Comprendía el elevado destino que aguardaba a la raza humana si los hombres permanecían fieles a Dios. Sin embargo, se olvidó de todas estas bendiciones ante el temor de perder el don que apreciaba más que todos los demás. El amor, la gratitud y la lealtad al Creador, todo fue sofocado por amor a Eva" (Patriarcas y profetas, p. 40, la cursiva ha sido añadida).
Adán se equivocó, y decidió perder la inmortalidad por el amor de su vida. Si te tocara elegir a ti, ¿qué decisión tomarías? Hoy tienes la posibilidad de consagrarte nuevamente a Jesús, así que entrégale tu corazón sin reservas para que nada en este mundo te aparte de sus caminos; ruégale para que el amor de tu vida contribuya a tu salvación y no sea el instrumento para alejarte de la vida eterna.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

PROPÓSITO ETERNO

Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. Efesios 1:4.

Odiel anhela vivir la vida en su plenitud. "El cielo es el límite", se repite a sí mismo; y corre sin frenos por la carretera peligrosa de la vida. Es joven; demasiado joven, tal vez, para haber pasado por la escuela del sufrimiento. Por eso cree que el dolor solo existe para los que se permiten ese "lujo".
Sus padres sufren. Observan la desenfrenada carrera del hijo único. Quisieran decidir por él, pero es imposible: llega un momento en que, a los padres, solo les resta orar, rogando porque al hijo le vaya bien. Cualquier palabra de advertencia levanta más el muro de separación que el propio hijo erige.
Odiel detesta la palabra "santo". La relaciona con adultos fanáticos, que obligan a los jóvenes a vivir sin alegría ni gozo. En su mente evoca seres tristes, con el ceño fruncido y amargura en las palabras. Cada vez que oye hablar de la santidad, piensa en lo que está "prohibido" hacer.
Pero la santidad, según el versículo de hoy, tiene poco que ver con dejar de hacer cosas malas o practicar cosas buenas. Santidad, en el sentido literal de la palabra, significa haber sido "apartado para un propósito especial"; la consciencia de ese propósito es la que te lleva a vivir una vida diferente.
No estás en esta vida por casualidad. Desde antes de la fundación del mundo, Dios deseaba que tu existencia fuese sin mancha. La mancha no consiste en actos malos, solamente; la peor de las manchas es el deterioro del maravilloso carácter de Jesús en tu vida. En el griego, la palabra mancha es amamos, que significa imperfecto, defectuoso.
No fue así que saliste de las manos del Creador. Tu destino es glorioso. El propósito, para tu existencia, es la perfección. Pero, algo sucedió a lo largo del camino y, hoy, el propósito divino se está deteriorando en ti.
Santidad es volver al estado de plenitud que Jesús anhela; un estado en el que el mayor beneficiado eres tú. Por eso, no salgas hoy por los caminos desafiantes que este día te presenta, sin tomar consciencia del propósito divino para tu vida, y sin recordar que "nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él".


Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón