Saldrá una vara del tronco de Isaí; un vástago retoñara de sus raíces. (Isaías 11:1).
Dios eligió un pueblo a partir de un hombre para convenirlo en una nación con un propósito. Deseaba que fueran mensajeros de luz y verdad y que ejercieran una influencia para el bien que abarcara toda la tierra y transmitiera así vida y paz a todos sus habitantes. Una vez más, Dios se acercaba al ser humano para proporcionarle salvación. Pero por su desobediencia, el pueblo Israelita fue llevado en cautiverio. A pesar de todo, Dios prometió que de la descendencia de David se levantaría un Rey que llevaría a cabo lo que David y sus sucesores no habían logrado.
¡Qué maravilloso mensaje! Cuando de aquella nación no quedara más que la cepa, de las raíces aparentemente sin vida brotaría un Retoño que se convertiría en árbol de justicia, y finalmente llenaría toda la tierra, impartiendo paz y alegría a toda la humanidad (ver Comentario bíblico adventista, t. 4, p. 199).
Cristo siempre toma la iniciativa. No fueron Adán y Eva los que buscaron a Dios iras obedecer al enemigo, sino que Dios se presentó en el jardín del Edén y llamó al hombre que había creado. También llamó a Caín para hacerlo recapacitar. Fue su voz la que escucharon Noé, Enoc, Moisés, Josué e innumerables personas hasta nuestros días. Unos escucharon para bien, mientras que otros, como Caín, continuaron en su mal proceder.
Si Dios no se hubiera preocupado por los seres humanos, estaríamos completamente perdidos, porque nuestra naturaleza pecaminosa, en lugar de acercarnos a la única fuente de salvación, nos aleja de ella, dejándonos inmersos en la agonía del pecado y de la muerte.
El texto de hoy nos asegura que aunque el trono que Dios había establecido en el pueblo de Israel iba a desaparecer, la vara, el renuevo, la sabia de la raíz, aparecería para volver a ser la esperanza del mundo. Esa vara ya es una realidad. Todavía se alza en forma de cruz para asegurar la salvación a todo aquel que en él cree. ¿Has aceptado esa fuente de salvación? Sé tú de las que escuchan la voz divina para que muy pronto puedas sentarte junto al trono de tu Salvador.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Dios eligió un pueblo a partir de un hombre para convenirlo en una nación con un propósito. Deseaba que fueran mensajeros de luz y verdad y que ejercieran una influencia para el bien que abarcara toda la tierra y transmitiera así vida y paz a todos sus habitantes. Una vez más, Dios se acercaba al ser humano para proporcionarle salvación. Pero por su desobediencia, el pueblo Israelita fue llevado en cautiverio. A pesar de todo, Dios prometió que de la descendencia de David se levantaría un Rey que llevaría a cabo lo que David y sus sucesores no habían logrado.
¡Qué maravilloso mensaje! Cuando de aquella nación no quedara más que la cepa, de las raíces aparentemente sin vida brotaría un Retoño que se convertiría en árbol de justicia, y finalmente llenaría toda la tierra, impartiendo paz y alegría a toda la humanidad (ver Comentario bíblico adventista, t. 4, p. 199).
Cristo siempre toma la iniciativa. No fueron Adán y Eva los que buscaron a Dios iras obedecer al enemigo, sino que Dios se presentó en el jardín del Edén y llamó al hombre que había creado. También llamó a Caín para hacerlo recapacitar. Fue su voz la que escucharon Noé, Enoc, Moisés, Josué e innumerables personas hasta nuestros días. Unos escucharon para bien, mientras que otros, como Caín, continuaron en su mal proceder.
Si Dios no se hubiera preocupado por los seres humanos, estaríamos completamente perdidos, porque nuestra naturaleza pecaminosa, en lugar de acercarnos a la única fuente de salvación, nos aleja de ella, dejándonos inmersos en la agonía del pecado y de la muerte.
El texto de hoy nos asegura que aunque el trono que Dios había establecido en el pueblo de Israel iba a desaparecer, la vara, el renuevo, la sabia de la raíz, aparecería para volver a ser la esperanza del mundo. Esa vara ya es una realidad. Todavía se alza en forma de cruz para asegurar la salvación a todo aquel que en él cree. ¿Has aceptado esa fuente de salvación? Sé tú de las que escuchan la voz divina para que muy pronto puedas sentarte junto al trono de tu Salvador.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera