«Yo me alegro cuando me dicen: "Vamos a la casa del Señor"», Salmos 122: 1.
Hace algunos años, conocí a una ancianita que tenía una familia numerosa, muchos hijos, nietos y bisnietos. Toda su familia la quería mucho. En la población donde vivía, todos la conocían. Debido a su edad, todos trataban de atenderla lo mejor posible, pero la mayor alegría de la ancianita era que llegara el sábado. Cuando se acercaba la hora del servicio, las personas que la veían caminar ya sabían que iba a la iglesia. Siempre era la primera en llegar. Nunca tenía pretextos para no asistir. Su vida giraba en torno a la iglesia.También me contaron de otra familia en una ciudad distinta. Cada sábado, cuando se preparaba para salir a la iglesia, el perro que tenían también se alistaba, meneaba la cola y se adelantaba a la puerta. Cuando la familia llegaba, él ya estaba esperando para dar la bienvenida. ¿Cómo sabía que era sábado? ¿Cómo sabía que ese día había que ir al templo? No te lo podría explicar.Y tú, ¿qué piensas cuándo te dicen tus padres que hay que ir a la iglesia? ¿Te preparas con gusto rápidamente? Nunca pienses que es mejor no ir. Nada de pretextos ni inventar que tienes «sabatitis» (malestar sabatino que empieza en la mañana y se alivia en la tarde), como algunas personas.Ojalá puedas decir lo mismo que el rey David en el texto de hoy. Alégrate con tu hermandad de la iglesia, alabando a Dios en su casa de oración. Así conservarás tu conexión con Cristo.Tomado de meditaciones matinales para menoresConéctate con JesúsPor Noemí Gil Gálvez
Entro él entonces, cerró la puerta detrás de ambos y oró a Jehová (2 Reyes 4:33).Eliseo intentó consolar a la Sunamita en su momento de mayor desesperación. Ordenó a su siervo, Giezi, que fuera con ella a su casa, para resolver el problema que tanto la perturbaba. Pero lo que ella necesitaba era el poder de Dios, no el consuelo ni la ayuda humana. Cualquier palabra parecía hueca y sin sentido en aquella circunstancia. Aquella mujer sabía que debía aferrarse a la esperanza, pues únicamente del Dios verdadero podía llegar su auxilio. Por eso le dijo al profeta: «¡ Vive Jehová y vive tu alma, que no te dejaré!» (2 Rey 4: 30). Entonces Elíseo hizo lo que tú y yo debemos hacer cuando alguien viene a nosotros buscando desespe¬radamente nuestra ayuda ante situaciones dolorosas: la acompañó, pero no a buscar ayuda humana, sino a buscar al Médico divino.Según el registro bíblico, el profeta «cerró la puerta detrás de ambos y oró a Jehová» (2 Rey. 4: 33). ¡Qué resultado tan glorioso para tan sencillo acto! Cuando nos comunicamos con nuestro Padre, lo complicado se vuelve sencillo, lo imposible se hace posible, lo humano recibe el poder divino. Solo cuando la fe se unió en oración a la debilidad humana y se asió del poderoso brazo de Dios, volvió a reinar la felicidad en el corazón de aquella mujer y en aquel hogar.Si te sientes cargada de inseguridad, dolor o desesperación, busca a Jesús, él tiene la solución para ti. La experiencia de la Sunamita nos enseña algo que no debemos olvidar. A veces, ante las dificultades, recurrimos primero al ser humano, sujeto y limitado como nosotras, pero aquella mujer sabía que su esposo no podía hacer nada por su hijo. Sabía que solo Dios podía suplir la necesidad más íntima de su ser. Y el Señor premió la fe de una mujer Sunamita, que ni siquiera pertenecía al pueblo de Israel.Dios siempre escucha tus súplicas. La batalla que estás librando puede ser cruel y desgarradora, pero recuerda: Dios nunca cierra sus ojos ante la pena y el dolor. Ten valor. Ve a él, porque él estará contigo.Tomado de meditaciones matutinas para mujeresDe la Mano del SeñorPor Ruth Herrera
Oye a tu padre, a aquel que te engendró; y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies. Proverbios 23:22.Cuando en mis clases de Biblia me tocaba enseñar sobre qué nos pedía Dios cuando nos decía "honra" a tus padres, casi siempre, año tras año, la primer palabra que los estudiantes ofrecían como sinónimo era "respeto". Al indagar sobre qué entendían ellos por respeto, las respuestas variaban, pero siempre incluían "no elevar el tono de la voz" o "no contestarles cuando nos censuran por una mala conducta".Más allá de las definiciones personales que podamos dar sobre esta palabra, algunos eruditos de la lengua castellana hablan del respetuoso como de alguien que se detiene a observar, que toma en cuenta y no pasa por alto lo que respeta.Y esa parte de la definición de respeto me hizo recordar un incidente que viví en los primeros años de ministerio. Daniela estaba por cumplir sus veinte años cuando decidió irse de su hogar para vivir con su novio. Apenas dejó un pequeño papel que decía: "Me fui de casa a vivir con..." y su firma. Y se marchó sin tener en cuenta lo que su madre podría sentir con su huida.La preocupación de la madre creció con el paso de los días, y como no sabía el paradero de su hija ni qué necesidades tenía, llegó a mi oficina pidiendo ayuda espiritual. "Yo soy divorciada y Daniela es mi única familia —decía su madre entre sollozos— si ella no está bien, yo me muero". Oramos juntos, le regalé algunas revistas de nuestra iglesia y la animé a que estudiara las Escrituras. Después de diez días Daniela llamó a su madre para Informarle que estaba bien, que no se preocupara por ella, y al cabo de un mes abandonó a su novio y volvió a su hogar. Con el paso de los días todo volvió a la normalidad, pero Daniela nunca supo el gran dolor que causó en su madre su aventura romántica.¿Estás pasando por alto a tus padres? ¿Los ignoras voluntariamente a ellos o a sus enseñanzas? No continúes, ellos tienen un valor tremendo ante Dios, y él en su Santa Palabra intenta que también nosotros valoremos y respetemos a quienes nos dieron la vida. Soy consciente de sus faltas, sé que se pueden
equivocar y afectarte en sus errores, pero la honra y el respeto que ellos se merecen hay que brindarlos en vida. El quinto mandamiento está en la ley divina no solo para el bien de los padres, sino también para el de los hijos, porque respetar y honrar a los padres trae paz y tranquilidad de por vida. No continúes con las actividades de este día sin antes agradecerle a Dio por los padres que te dio.Tomado de meditaciones matinales para jóvenesEncuentros con JesúsPor David Brizuela
Los hijos de Israel acamparán, cada uno en su campamento, y cada uno junto a su bandera, por sus ejércitos. Números 1:5.Julián tenía enormes tatuajes en el cuerpo: espaldas, pecho y brazos exhibían dibujos extraños. Su vida pasada había estado relacionada con el mundo del rock y de las drogas. Un día, se dejó encontrar por Jesús, y todo cambió: su desesperado corazón que, en otros tiempos, loco y vacío, buscaba un sentido para la vida, encontró la paz y el descanso que Jesús ofrece.Cierto día, se acercó a mí, avergonzado. Sus ojos brillaban con intensidad. Quería decir algo, pero no sabía cómo empezar. En pocos minutos, me di cuenta de que la causa de su perturbación era los tatuajes.Cada vez que veo estos dibujos horribles me acuerdo de mi pasado. ¡Cómo me gustaría que Dios me diese una piel nueva! -se lamentó.Olvídate de tu piel -le aconsejé-. Dios ya te dio un nuevo corazón. Eso es lo que importa.Con frecuencia, encuentro personas como Julián, atormentadas por los recuerdos del pasado. En otros tiempos, acampaban en territorio enemigo y portaban la bandera de la destrucción. Nada pueden hacer hoy para borrar los recuerdos de aquella triste época; forman parte de su historia. Vivir el presente es aprender a convivir con el pasado. La conversión no provoca amnesia; los recuerdos son las raíces de cada ser humano.Lo que realmente vale es el presente, y el maravilloso futuro que Dios tiene para ti. Has nacido de nuevo; tienes nuevos valores, principios, y una nueva filosofía de vida. Perteneces al campamento de "Israel". Entonces, ¡levanta la bandera de Jesús! ¡Ocupa tu puesto!Cada día es día de nuevas oportunidades. Los errores de ayer ya fueron cometidos; pero, si aceptaste a Jesús como tu Salvador, y si se los confesaste, también ya fueron perdonados.¡Vive por Jesús! Hay mucha gente que murió por Cristo; son los mártires de la historia cristiana. Hoy, Jesús no espera de ti que seas despedazado por los leones, en defensa de tu fe; no te pide que seas quemado vivo por tus principios. Lo único que espera es que vivas y revivas los nuevos valores que recibiste de él, porque "los hijos de Israel acamparán, cada uno en su campamento, y cada uno junto a su bandera, por sus ejércitos".Tomado de meditaciones matinales para adultosPlenitud en CristoPor Alejandro Bullón