Lo veré por mismo; mis ojos lo verán, no los de otro (Job 19:27).
La historia de Fanny Crosby surge ante nosotros como un sólido pedestal de fe, confianza y alabanza para aquel que un día no muy lejano restauraría su vida dando luz a sus ojos: «Y cara a cara lo veré, / y viviré con el allí /y para siempre cantare: / "Salvado por su gracia fui.
Para muchos resulta extraño que, estando sumida en la oscuridad, esta mujer no buscara culpar o acusar a Dios de su desgracia. Por lo general, siempre que el ser humano se ve afectado por alguna anomalía física, trata de desahogarse buscando un culpable, alguien a quien acusar por su condición desfavorable y, generalmente, ese alguien es Dios, quien recoge los lamentos y las quejas.
Pero esta mujer es digna de imitar porque supo, desde bien pequeña, transmitir a los que la rodeaban y que muchas veces se compadecían de ella, un espíritu de agradecimiento, seguridad y fe en el Dios que le había dado la oportunidad de vivir. Fanny Crosby era tan valiosa, tan hermosa y tan especial, que Jesús no escatimo venir a esta tierra a vivir y a permitir que cerraran sus ojos con la muerte para que los de ella, un día, pudieran ver su rostro. Ese era el ferviente anhelo de aquella mujer que lomo su lápiz para escribir, no un libro de quejas, sino versos inspiradores que han trascendido la historia llegando hasta nuestros días con la misma le con que fueron escritos. Entre ellos, destaca el himno número 269 del Himnario Adventista: «Tuyo soy, Jesús, pues oí tu voz / que en amor llamóme a mí; / más anhelo en alas de fe subir, / y más cerca estar de ti / Aun más cerca, cerca, de tu cruz, / llévame, oh Salvador; / aún más cerca, cerca de la luz / viva yo, ¡oh buen Pastor!».
¿Estas afectada por alguna limitación física? ¿Crees que Dios es injusto porque permitió que nacieras así, o porque no obra un milagro para sanarte? Remonta tus ojos como Fanny y contempla a Jesús, quien un día, voluntariamente, dejo de ver, oír y hablar para asegurarte una vida completa y abundante. No te lamentes. Recuerda: Dios te ama.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
La historia de Fanny Crosby surge ante nosotros como un sólido pedestal de fe, confianza y alabanza para aquel que un día no muy lejano restauraría su vida dando luz a sus ojos: «Y cara a cara lo veré, / y viviré con el allí /y para siempre cantare: / "Salvado por su gracia fui.
Para muchos resulta extraño que, estando sumida en la oscuridad, esta mujer no buscara culpar o acusar a Dios de su desgracia. Por lo general, siempre que el ser humano se ve afectado por alguna anomalía física, trata de desahogarse buscando un culpable, alguien a quien acusar por su condición desfavorable y, generalmente, ese alguien es Dios, quien recoge los lamentos y las quejas.
Pero esta mujer es digna de imitar porque supo, desde bien pequeña, transmitir a los que la rodeaban y que muchas veces se compadecían de ella, un espíritu de agradecimiento, seguridad y fe en el Dios que le había dado la oportunidad de vivir. Fanny Crosby era tan valiosa, tan hermosa y tan especial, que Jesús no escatimo venir a esta tierra a vivir y a permitir que cerraran sus ojos con la muerte para que los de ella, un día, pudieran ver su rostro. Ese era el ferviente anhelo de aquella mujer que lomo su lápiz para escribir, no un libro de quejas, sino versos inspiradores que han trascendido la historia llegando hasta nuestros días con la misma le con que fueron escritos. Entre ellos, destaca el himno número 269 del Himnario Adventista: «Tuyo soy, Jesús, pues oí tu voz / que en amor llamóme a mí; / más anhelo en alas de fe subir, / y más cerca estar de ti / Aun más cerca, cerca, de tu cruz, / llévame, oh Salvador; / aún más cerca, cerca de la luz / viva yo, ¡oh buen Pastor!».
¿Estas afectada por alguna limitación física? ¿Crees que Dios es injusto porque permitió que nacieras así, o porque no obra un milagro para sanarte? Remonta tus ojos como Fanny y contempla a Jesús, quien un día, voluntariamente, dejo de ver, oír y hablar para asegurarte una vida completa y abundante. No te lamentes. Recuerda: Dios te ama.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera