domingo, 5 de febrero de 2012

NO «RUMIES» TANTO

«De todos los animales que viven en tierra, pueden comer los que sean rumiantes y tengan pezuñas partidas» (Levítico 11:3).

¡Mira adonde hemos llegado! Estamos en la granja. ¿Ves el ganado? Esa es la manera sofisticada de llamar a las vacas. Las vacas se pasan el día entero masticando y masticando sin parar. Y es porque están rumiando. Seguramente te preguntarás: «¿Y qué es rumiar?». Bueno, digamos que las vacas mastican su comida una y otra vez. La mastican tanto, que cuando esta llega a su destino, ¡está líquida!
Rumiar es algo bueno para las vacas, pues eso las ayuda a digerir bien su alimento. Ellas tienen que masticar la comida una y otra vez. Nosotros no tenemos que hacer eso con nuestros problemas. A veces nos preocupamos tanto por las cosas, que masticamos, los problemas una y otra vez, incluso antes de que aparezcan. Esa sí es una verdadera pérdida de tiempo y energía. Mejor dejemos que Dios se ocupe de nuestras preocupaciones. Él puede cuidarnos y darnos lo mejor Si lees 1 Pedro 5:7, verás exactamente lo que quiero decir Así que no «rumies» tus problemas y deja que Dios se ocupe de ellos. Él puede hacerlo, ¡y tú lo sabes!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

VIRTUDES CRISTIANA

Por esto mismo, poned toda diligencia en añadir a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento, al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, .paciencia; a la paciencia, piedad; la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. (2 Pedro 1:5-7).

La mayorida de mujeres cristiana, en especial las que tienen esposos e hijos desean satisfacer las demandas y necesidades que manifiesta cada miembro de su familia. La responsabilidad es ciertamente un atributo deseable, pero mi deseo es que el cielo te conceda dones mucho más amplios, con los que te puedas desarrollar más allá de la responsabilidad más inmediata.
Entre los atributos más importantes que ha de tener toda mujer se encuentra la dignidad. Tener dignidad consiste en no dejarse arrastrar por el mundo, en no transigir ante las cosas terrenales y considerar el eterno reino de Dios como el don más valioso de todos.
Ojalá que nuestra vida sea dirigida por el poder del Espíritu Santo, y que podamos caminar en forma digna y responsable; siempre en amor, en pureza, en justicia, en luz y en la sabiduría divina. Las mujeres que no tienen a Dios son como un barco que navega por el océano sin brújula y sin un puerto seguro al cual llegar.
El Señor promete que sus ángeles velarán por ti y te conducirán en todo momento por el camino de la verdad, la modestia y la virtud. Procuremos escuchar las indicaciones que fluyen a través de los seres celestiales. «Las madres están bajo el tierno cuidado de los ángeles celestiales. ¡Con cuánto interés llama el Señor Jesús a la puerta de las familias donde hay niñitos que deben ser educados y preparados! Cuan gentilmente vela por los intereses de las madres; y cuan triste se siente cuando ve que se descuida a los niños» (Afín de conocerle, 2 de febrero).
Espero que puedas cultivar con la ayuda de Dios los valores y virtudes registrados en las Santas Escrituras. Si lo haces, poseerás los atributos de una mujer santificada: dones que llegan al alma como el sol cada mañana a la tierra. Mi querida amiga, estas virtudes complementan la armadura de Dios, ese escudo que nos servirá tanto de adorno como de defensa.
¡Que el amor de Dios te acompañe hoy y siempre, y que continúes superándote hasta que el Señor aparezca en las nubes de los cielos!


Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Rosario Tello, analista de desarrollo institucional

SOLO TIENES QUE PEDIR

Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial! Lucas 11:13.

Hay una llave que abre el cofre de los tesoros celestiales. ¿Ya descubriste cuál es? El siguiente relato, que cuenta Gina lee, nos dice cuál es esa llave. Es la historia de tres hombres que fueron capturados mientras intentaban robar en el palacio del rey. Según lo establecía la ley, los ladrones debían ser desterrados, pero rogaron que se les diera un mes para arreglar sus asuntos antes de la ejecución de la pena.
—Petición concedida —respondió el rey—. Solo tienen que pedir. La condición es que deben presentarse voluntariamente al finalizar el mes.
Uno de ellos, que era comerciante, se dedicó a arreglar sus cuentas. Otro, que era hombre de familia, hizo obras de caridad. El tercero se dedicó a disfrutar de las bellezas naturales. Cuando se cumplió el mes, los tres ladrones se presentaron ante el rey.
—¿Tienen algún deseo final? —inquirió el rey—. Solo tienen que pedir. El comerciante ofreció al rey una gran suma de dinero si lo perdonaba. Pero su oferta ofendió al rey, y fue condenado. Luego compareció el hombre de familia, quien informó que se había dedicado a hacer obras de caridad. Pero el rey le dijo que el perdón no se podía obtener por las buenas obras, por lo que también fue condenado. Entonces llegó el turno al tercer hombre.
—Oh, Su Majestad —exclamó—, estoy arrepentido. Le ruego que me perdone. —Petición concedida —respondió el rey—. Solo tienes que pedir. Radiante de felicidad, el hombre se aventuró aún más.
—Su Majestad, no quiero abusar de su bondad, pero deseo vivir en su palacio. —Petición concedida —respondió el rey—. Solo tienes que pedir.
—Que me disculpe el rey por mi atrevimiento, pero ¿podría adoptarme como uno de sus hijos?
—Petición concedida. Solo tienes que pedir. El ladrón arrepentido había descubierto la llave que abría el cofre de los tesoros reales: «Solo tienes que pedir» («The King and the Three Thieves» [El rey y los tres ladrones], Insight/Out, octubre de 1992, pp. 2, 3).
¿Has pecado? Solo tienes que pedir. ¿Estás enfrentando problemas que te quitan la paz? Solo tienes que pedir. ¿Se ve incierto tu futuro? Solo tienes que pedir. El Rey del universo anhela ayudarte y tiene suficientes recursos para hacerlo. ¿Qué esperas para llevarle tus cargas? Recuerda: solo tienes que pedir.
Rey del universo, en el nombre de Cristo te pido que perdones mis pecados y me des un lugar en tu reino eterno.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

PAZ PERFECTA

«Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado» (Isaías 26:3).

Jesús no dijo: «Bienaventurados los que anhelan, quieren, desean o aspiran la paz». Tampoco: «Bienaventurados los de trato fácil». Y tampoco dijo: «Bienaventurados los que quieren la paz, o los que pagarían cualquier precio por ella»; ni: «Bienaventurados los que buscan las soluciones de compromiso»; y aún menos: «Bienaventurados los que esquivan los problemas y no hacen olas para que el barco zozobre». Sus palabras tampoco fueron: «Bienaventurados las personas, los países, las sectas o las sociedades que tienen un aspecto apacible».
Sencillamente, la paz aparente quizá sea, únicamente, la ausencia de una guerra declarada, pero nuestro Señor Jesucristo no se refería a esto. Él no dijo nada semejante a esto: «Bienaventurados los que viven y dejan vivir, los que son tolerantes con la sociedad y dicen: "Bueno, está bien mientras no sea perjudicial para mi familia y me permita seguir adelante con mi vida"».
¿Ha llegado a toparse con alguien a quien parece que lo persigan las desgracias? ¿Ha conocido a alguien que, cuando entra en una habitación en la que hay tensión entre los miembros de la familia, parece que las cosas empeoran? También hay quienes cuya sola llegada hace que, al poco, un ambiente tranquilo se convierta en un verdadero caos. Hay quienes solo son capaces de echar más leña al fuego.
Las palabras de Jesús son tan simples como estas: «Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios» (Mat. 5: 9). Según Jesús, los hijos de Dios son aquellos cuya sola presencia infunde paz donde quiera que estén.
Algunos quizá digan: «Quiero ser así. ¿Cómo puedo conseguirlo?». La respuesta está en dos textos de las Escrituras: «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado» (Isa. 26:3); y: «Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo» (Sal. 119:165).
Quizá hoy se enfrente a circunstancias que le resulten adversas. A lo largo del día le ruego que recuerde que para ser hijo de Dios es preciso ser pacificador; y solo es pacificador quien está en paz con Jesús. (Basado en Mateo 5: 9)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill