«En tierras extrañas cavé pozos y bebí de esa agua, y con las plantas de mis pies sequé todos los ríos de Egipto» (Isaías 37:25).
¡Ay, eso duele! Hoy estamos caminando por la montaña sin nuestras botas puestas. Las plantas de nuestros pies no son lo suficientemente gruesas, ¿verdad? Bueno, las nuestras no, pero las de algunas personas sí lo son.
Me acuerdo de un joven que era vecino mío cuando yo tenía catorce años. Yo crecí en la ciudad, y siempre llevaba mis zapatos puestos. Él, por el contrario, había crecido en el campo, e iba siempre descalzo. De hecho, estaba acostumbrado a andar sin zapatos todo el tiempo. Podía caminar sobre palos, piedras y sembradíos de maíz sin su zapatos. Yo lo intenté una vez y dije que nunca más lo haría. ¡Duele! La razón por la que ese joven tenía unos pies fuertes era porque había desarrollado una piel gruesa en sus pies.
Nosotros también debemos desarrollar una «piel gruesa». Algunas veces otras personas nos dirán cosas desagradables que van a herir nuestros sentimientos. En vez de responder diciendo cosas feas, Pablo nos aconseja devolver amor. La próxima vez que alguien haga algo que te ofenda, recuerda las plantas de tus pies. ¡Desarrolla una piel gruesa, y devuelve amor!
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush