Por tanto, nosotros todos, mirando a cara, descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor (2 Corintios 3:18).
Hace varios años, Jon Conlee escribió una canción titulada "Anteojos color rosa". Una de sus estrofas reza: "Estos anteojos color rosa, por los que miro, muestran solo la belleza, porque ocultan la verdad". ¿Sabías
que hay Alguien que está tan enamorado de ti que de veras se ha puesto los anteojos color rosa, y con ellos te mira? ¡Ese Alguien te conoce desde antes que respiraras! Te diseñó y te dio un ADN único, ¡y eres hermosa para él! Cuando le das tu corazón, ¡todo el cielo se regocija! Imagínate a tu ángel guardián corriendo hasta el Trono de Dios y diciéndole a Jesús: "¡Ella lo hizo! ¡Te entregó hoy su corazón!"
Cuando verdaderamente le entregamos nuestro corazón a Jesús, queremos contemplarlo; queremos ser como él es en todas las cosas; anhelamos tener una relación más íntima con él. Las cosas de este mundo pierden su interés, y ocurren cambios en nuestro corazón. Lo que avergüenza al Señor nos avergüenza a nosotras; lo que quebranta su corazón quebranta también el nuestro. Comenzamos a valorar a todas las personas. Todas son hijas de Dios, creadas a su imagen.
Las de temperamento fuerte se comienzan a tranquilizar. Aunque a veces nos parezca que avanzamos dos pasos -y que retrocedimos diez-, progresamos un poco. La Palabra de Dios se convierte en el mapa precioso para nuestras vidas. Comenzamos a tener sed de él, así como una cierva, durante el calor abrazador del verano, desea una fuente de agua para impartir vida a su cervatillo. Sus palabras son vida para nosotros, el Agua de Vida, que estudiamos para conocer la verdad.
Dios mira a través de esos anteojos color de rosa, manchados con la sangre de su propio Hijo, nuestro Jesús. El ve en nosotras lo que podemos llegar a ser. Él ve únicamente la belleza, porque esos anteojos ocultan la verdad de nuestro pasado. El nos mira y ve a Jesús en nosotras.
Nuestro Padre te dice hoy: "Ven a mí, mi preciosa hija; yo te formé; yo sabía todo acerca de ti antes de que nacieras. Nunca te olvidaré. 'Yo deshice como una nube tus rebeliones" (Isa. 44:22), y cuando te miro a través de mis anteojos color rosa, veo solo la belleza que hay en ti".
Karen Fettig
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
Hace varios años, Jon Conlee escribió una canción titulada "Anteojos color rosa". Una de sus estrofas reza: "Estos anteojos color rosa, por los que miro, muestran solo la belleza, porque ocultan la verdad". ¿Sabías
que hay Alguien que está tan enamorado de ti que de veras se ha puesto los anteojos color rosa, y con ellos te mira? ¡Ese Alguien te conoce desde antes que respiraras! Te diseñó y te dio un ADN único, ¡y eres hermosa para él! Cuando le das tu corazón, ¡todo el cielo se regocija! Imagínate a tu ángel guardián corriendo hasta el Trono de Dios y diciéndole a Jesús: "¡Ella lo hizo! ¡Te entregó hoy su corazón!"
Cuando verdaderamente le entregamos nuestro corazón a Jesús, queremos contemplarlo; queremos ser como él es en todas las cosas; anhelamos tener una relación más íntima con él. Las cosas de este mundo pierden su interés, y ocurren cambios en nuestro corazón. Lo que avergüenza al Señor nos avergüenza a nosotras; lo que quebranta su corazón quebranta también el nuestro. Comenzamos a valorar a todas las personas. Todas son hijas de Dios, creadas a su imagen.
Las de temperamento fuerte se comienzan a tranquilizar. Aunque a veces nos parezca que avanzamos dos pasos -y que retrocedimos diez-, progresamos un poco. La Palabra de Dios se convierte en el mapa precioso para nuestras vidas. Comenzamos a tener sed de él, así como una cierva, durante el calor abrazador del verano, desea una fuente de agua para impartir vida a su cervatillo. Sus palabras son vida para nosotros, el Agua de Vida, que estudiamos para conocer la verdad.
Dios mira a través de esos anteojos color de rosa, manchados con la sangre de su propio Hijo, nuestro Jesús. El ve en nosotras lo que podemos llegar a ser. Él ve únicamente la belleza, porque esos anteojos ocultan la verdad de nuestro pasado. El nos mira y ve a Jesús en nosotras.
Nuestro Padre te dice hoy: "Ven a mí, mi preciosa hija; yo te formé; yo sabía todo acerca de ti antes de que nacieras. Nunca te olvidaré. 'Yo deshice como una nube tus rebeliones" (Isa. 44:22), y cuando te miro a través de mis anteojos color rosa, veo solo la belleza que hay en ti".
Karen Fettig
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken