domingo, 30 de junio de 2013

LA PRUEBA DEL LEÓN

Lugar: Kenia/Tanzania 
Palabra de Dios: 1 Samuel 17:34-37

¿Qué harías para demostrar que eres valiente? ¿Estarías dispuesto a enfrentar a un león? En una época, eso era lo que todos los varones masai debían hacer, para demostrar su coraje. Debían cazar un león usando únicamente una lanza. Solo entonces la gente los consideraría hombres. Después de todo, quienes han enfrentado a un león pueden enfrentar cualquier situación en la vida.
¿Quiénes son los masai? Son un grupo de personas nómadas que han estado peregrinando por el este de África durante unos mil años. Ya no emplean más la prueba del león, pero los guerreros masai todavía son conocidos por su fuerza, su valentía y su resistencia.
La Biblia cuenta la historia de un muchacho que también enfrentó a un león. Cuando David se presentó delante del rey Saúl, ofreciéndose como voluntario para pelear en contra del gigante Goliat, Saúl dijo que era demasiado joven. ¿Cómo respondió David?
"A mí me toca cuidar el rebaño de mi padre. Cuando un león o un oso viene y se lleva una oveja del rebaño, yo lo persigo y lo golpeo hasta que suelta la presa. Y si el animal me ataca, lo sigo golpeando hasta matarlo. Si este siervo de Su Majestad ha matado leones y osos, lo mismo puede hacer con ese filisteo pagano, porque está desafiando al ejército del Dios viviente".
David había peleado en contra de osos y de leones, y ahora estaba dispuesto a derrotar al gigante. Pero, no estaba tratando de probar cuan valiente era; en realidad, no confiaba en su propia fuerza o su valor. Esto es lo que sigue diciendo el texto: "El Señor, que me libró de las garras del león y del oso, también me librará del poder de ese filisteo".
David puso su confianza en Dios. Y eso es lo que tú y yo también deberíamos hacer.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

DIOS ES LUZ

Este es el mensaje que hemos oído de él y que les anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad. [...] Si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado.1 Juan 1:5,7.

Cuando era niña, la reunión de oración de cada miércoles era mi deleite. Mis padres me llevaban a la pequeña capilla que quedaba a dos kilómetros de nuestra casa. En el invierno de Sudamérica, cuando el sol se ponía temprano, el regreso a casa era una aventura emocionante. El camino angosto estaba bordeado por hierbas que formaban figuras mágicas a la luz de la linterna que papá siempre llevaba consigo. Recuerdo que la oscuridad remante nunca me causó temor, pues veía a mi padre como una fuente de luz.
Estamos llegando al fin del tiempo. El mundo se oscurece poco a poco y la esperanza de una vida mejor se desvanece en la mente y el corazón de muchas personas. Los gobernantes buscan en otros hombres la luz que necesitan para orientar el destino de las naciones. Se hacen propuestas, y nuevas teorías surgen como la panacea para un mundo que perece. ¡Si tan solo se dieran cuenta de que si no incluyen a Dios en sus planes, nada prosperará!
Nosotras, las mujeres cristianas, madres y esposas, en cuyas manos está la dirección de una familia, debemos procurar que Dios nos ilumine. Él es la fuente de luz. En esto creemos cuando nos dice: «Yo soy la luz que ha venido al mundo, para que todo el que crea en mí no viva en tinieblas» (Juan 12: 46). Esa declaración de amor debe sostenernos hasta que el mundo resplandezca el día glorioso de la venida de nuestro Rey y Señor.
Si confiamos a él nuestros hijos, ellos serán librados de las densas nubes de pecado que los rodean. Además, como fruto de esa confianza, tendremos una mente clara para construir con inteligencia y sabiduría matrimonios fuertes que trasciendan este mundo y lleguen hasta la eternidad. Actuaremos como mujeres iluminadas por una luz especial que nos capacitará para conducir a otras hacia la fuente de luz verdadera, que es Cristo Jesús.
El Señor reafirma nuestra vocación al decirnos: «Te he puesto por luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra» (Hech. 13: 47).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

LAS COSAS NO TENDRÍAN QUE SER ASÍ

¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes? (Isaías 58: 7).

George R. Knight cuenta la historia de Ana More. Gozaba de una excelente educación y de un gran potencial para hacer una buena contribución en favor del adventismo. Era una ávida lectora y había aprendido de memoria el Nuevo Testamento. Tenía una amplia experiencia como maestra, como administradora de escuelas y como misionera a favor de los desplazados de las tribus Cherokee y Chac-taw de Oklahoma. También había sido misionera en África Occidental bajo la administración de la American Missionary Association.
Pero un día se encontró con el pastor S. N. Haskell que le entregó muchas publicaciones adventistas, entre ellas, el libro de J. N. Andrews, History of the Sabbath [Historia del sábado]. Cuando regresó a África, se convirtió al adventismo. Fue repudiada por su organización misionera, por lo cual en la primavera de 1867, se dirigió hacia Battle Creek, Michigan, esperando encontrar desahogo y trabajo entre sus hermanos adventistas. Pero al llegar a Battle Creek, los White estaban de viaje y Hannah no pudo encontrar ni trabajo ni un lugar donde quedarse.
Rechazada por los adventistas, se fue a vivir con unos antiguos compañeros misioneros que vivían al norte de Michigan. A pesar de la forma como los adventistas la habían tratado, no abandonó su fe. Los White, comprendiendo la tragedia, establecieron comunicación postal con ella, prometiendo alojarla en Battle Creek en primavera. Pero tal reparación de la falta ya no se produciría. Ana More enfermó en febrero y murió el 2 de marzo de 1868. Elena G. de White comento después que «murió como un mártir del egoísmo y falta de compasión de los creyentes observadores de los mandamientos» (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 584).
Años más tarde, cuando los adventistas trataban de iniciar su programa de misiones extranjeras, Elena G. de White escribió en la Review and Herald: «¡Qué útil nos habría sido Ana More para ayudarnos a alcanzar a otras naciones en este momento!. Su extenso conocimiento de los campos misioneros nos habría dado acceso a quienes hablan otras lenguas, a los cuales ahora no nos podemos acercar. Dios puso entre nosotros ese don para suplir una necesidad actual, pero no supimos apreciarlo y nos lo arrebató».
Observa los rostros de las visitas los sábados. Saluda, invita, ayuda. Tu amor por las personas es más importante que el conjunto de «doctrinas verdaderas». La verdad no se asienta en el intelecto, se encarna en las acciones.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

BUSCAD LA PAZ

Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas. Salmo 84:5.

Bienaventurados los pacificadores" (Mat. 5:9)... ¿Cuántos hay que realmente desean ser bienaventurados, que no solo escuchan sino que hacen las palabras de Cristo? Los que no confían en sí mismos, sino que ponen su confianza en un poder externo y superior al propio, serán habilitados para ser hacedores de las palabras de Cristo...
"Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia" (no por su espíritu áspero, rudo, que los lleva a suscitar conflicto y disensión, sino "por causa de la justicia"). Los justos son los que desean paz y tendrán paz aunque les cueste todo, excepto el sacrificio de sus principios. No pueden sacrificar la verdad, aunque la adherencia a ella les cueste dolor, reproches, sufrimiento e incluso la muerte. "Porque de los tales es el reino de los cielos". Los que son perseguidos por causa de la justicia colocan los mandamientos de Dios primero en sus vidas, y no permiten que ninguna regla humana, promesa de recompensa, ni oferta de honor, se introduzca entre ellos y su Dios. No pueden ser inducidos a negar a Cristo y traicionar su causa. Las ricas promesas de Dios ocupan un lugar en su memoria, y cuando el enemigo llega como una inundación, el Espíritu del Señor se levanta como un estandarte contra él. El Espíritu Santo revela la preciosura de las Escrituras al entendimiento...
La iglesia misma necesita convertirse de manera tal que sus miembros puedan convertirse en canales de luz que sean bendecidos y convertidos en bendición. Una dependencia vaga de la misericordia de Dios no nos conseguirá acceso al trono de la gracia ni extraerá la bendición de Dios el Padre provista para los que hacen su voluntad. La fe debe centrarse en la Palabra de Dios, que es espíritu y vida. Cada página de la Sagrada Palabra es iluminada con los rayos del Sol de Justicia.
La Palabra de Dios ha de ser el apoyo del afligido, el alivio del perseguido. Dios mismo habla al alma crédula y confiada, porque el Espíritu de Dios está en su Palabra, y los que aceptan las palabras de Dios cuando son aclaradas en su mente por el Espíritu Santo, recibirán una bendición especial. Así es como el creyente come de Cristo, el Pan de vida. Se ve la verdad bajo otro aspecto, y el alma se regocija como en la presencia visible de Cristo.— Signs of the Times, 10 de octubre de 1895.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White